Dos astados del mano a mano del día 21 estuvieron como segundos sobreros en Valladolid y Salamanca
La Feria Matea congregó a 32.500 espectadores entre los cinco festejos y las tardes de mayor afluencia fueron las corridas del día 20 y 21
La feria de San Mateo no pasará a la historia por nada relevante. Una feria intrascendente y mediocre marcada por el irregular juego de las dos divisas de la ‘almendra’ central del ciclo, las dos corridas de tipo ‘A’ (más caras) que congregaron en total a 17.500 espectadores en la plaza los días 20 y 21 y que se quedaron totalmente en el limbo. La divisa de Juan Pedro, de sólo correcta presentación, jugó tres ejemplares aceptables (los primeros) y partir de ese momento se desplomó hasta llegar al sexto, una raspa inválida que el presidente del festejo, Víctor Marchena, mantuvo en el ruedo de forma incomprensible, decisión que desató una enorme bronca en los rebosantes tendidos. Pero la tarde en la que la plaza tocó fondo en el capítulo ganadero fue en el mano a mano entre ‘El Juli’ y Diego Urdiales, en la que se lidiaron astados de tres hierros: Zalduendo, Garcigrande y José Vázquez. El conjunto ganadero tardó más de un mes en desvelarse tras la presentación del cartel en julio y lo que resulta sorprendente es que dos de los toros que saltaron al ruedo ese día en Logroño hubieran estado como sobreros antes en las plazas de Salamanca y Valladolid. ‘Soñador’ nº 69 (07/14), de José Vázquez, que abrió el mano a mano, fue como segundo sobrero en la segunda del abono de la feria de Salamanca, en la corrida de Ferrera, Castella y Ginés Marín. Este toro, antes de ser lidiado en Logroño en una corrida de tanta expectación, había sido reseñado también como segundo sobrero el ocho de septiembre en Valladolid en una tarde en la que estaban anunciados Padilla, Ferrera y El Fandi. Pero no quedó ahí la cosa, puesto que el toro ‘Cómico’, nº 66 (11/13), de Garcigrande, que salió en sexto lugar el 21 de septiembre, también se reseñó como segundo sobrero en la quinta de abono de la Glorieta salmantina en una corrida en la que actuaron Enrique Ponce, el propio ‘El Juli’ y Andrés Roca Rey. La empresa ‘Chopera’ desplazó hasta Logroño otros dos de Alcurrucén como sobreros, que en el origen del mano iban como titulares e hicieron el viaje en balde. También hubo trasiego en el camión que trajo a los toros de Zalduendo, ya que antes de llegar los que se acabaron lidiando, de la finca inicialmente salieron otros dos, aunque el conductor recibió la orden de dar la vuelta y reemplazarlos.
Heridas y despedidas
En esta Feria de San Mateo se han despedido dos toreros: Juan Bautista, en la corrida de Victorino, que resultó herido ‘menos grave’ como consecuencia de una herida en tercio medio del muslo derecho con una trayectoria descendente de unos 13 centímetros, y Juan José Padilla, que cortó una oreja en la corrida de Zalduendo.
La feria, además, ha deparado tres presentaciones: Manuel Escribano en la corrida de Victorino Martín (cortó una oreja); y los rejoneadores Lea Vicens, que logró tres, y Guillermo Hermoso de Mendoza, que se fue de vacío de la plaza. No se ha devuelto ningún toro; todas las corridas se han lidiado completas y no ha habido ninguna baja ni ninguna sustitución en los carteles anunciados, algo novedoso en Logroño en las últimas temporadas. Una feria con más público que en muchos años pero con escaso contenido taurino.El toro estuvo ausente y se notó.
El Club Taurino y el Taurus dejan desiertos sus trofeos
El Círculo Taurus y el Club Taurino Logroñés han declarado desiertos sus respectivos trofeos. El del Club Taurino Logroñés es a la lidia más completa de la feria y el del Taurus al toro más bravo. En una nota remitida por el propio ‘Taurus’ se expresa «la decepción que siente la afición logroñesa ante el escaso juego y la mejorable presentación del conjunto de hierros lidiados en esta feria». También desean instar a la empresa de la plaza a «recuperar la ilusión por la Feria de San Mateo y a trabajar con mayor ahínco en la selección de las ganaderías y la presentación de sus astados». ‘Taurus’ también subraya «la gran afluencia de jóvenes a los cuatro festejos de a pie». Así mismo han alabado la labor de los propietarios del coso de La Ribera en lo relacionado a la apuesta por el abono joven y al encuentro que se realizó con ellos para presentar la feria. Del mismo modo, explican, «el Círculo Cultural Taurus seguirá tendiendo la mano a la ‘Casa Chopera’ para trabajar juntos por el futuro de la afición en la ciudad». Por otra parte, el diestro Diego Urdiales ha sido galardonado con el Trofeo al Mejor Quite 2018 por su quite el pasado día 21 al toro ‘Cómico’, de la ganadería Garcigrande. También ha concedido la Mención Especial 2018 al Centro Riojano en Madrid por su apoyo continuado a la Fiesta de los Toros.
LOS DATOS DE LA FERIA
o 32.500 espectadores entre los cinco festejos. 1ª corrida (4.000); 2ª (4.000); 3ª corrida (9.000); 4ª corrida (8.500) y 5ª (7.000). Datos de la empresa. (Sin contar concurso de recortes).
o Orejas. Manuel Escribano (Victorino); Juan José Padilla (Zalduendo); Enrique Ponce, José María Manzanares y Andrés Roca Rey (Juan Pedro Domecq) y El Juli y Diego Urdiales (mano a mano). En la de rejones, Pablo Hermoso de Mendoza y Lea Vicens, (tres cada uno).
o Juego y presentación de los toros de la feria. Victorino Martín (la corrida mejor presentada de la feria y con dos toros notables; volvió a marcar diferencias en La Ribera); Zalduendo (muy desiguales de tipo y romana y en el límite de presentación; cumplió en varas pero acabó mansenado y desfondada); Juan Pedro Domecq (correctos de presencia. Los tres primeros dieron juego y destacó el segundo por su calidad y nobleza. El último debió ser devuelto por su invalidez); (José Vázquez, Zalduendo y Garcigrande en el mano a mano del día 21) seis toros que no respondieron por sus hechuras, trapío, presencia ni juego a la categoría de la plaza Logroño; (Ángel Sánchez y Sánchez para rejones) una corrida de gran juego, con dos toros de mucha clase y un novillo, el primero del lote de Guillermo Hermoso, que fue bravísimo, encastado e incansable.
lunes, 24 de septiembre de 2018
domingo, 23 de septiembre de 2018
Hermoso toca el cielo de San Mateo
Guillermo Hermoso de Mendoza rayó a gran altura pero perdió los trofeos por la espada ante una gran corrida de Ángel Sánchez y Sánchez Pablo Hermoso de Mendoza y Lea Vicens salen por la puerta grande en la última de la Feria de San Mateo
Pablo Hermoso de Mendoza dejó ayer sobre el albero de La Ribera una verdadera obra de arte. A muchos de los miles de espectadores que se volvieron a citar por tercer día consecutivo en el coso logroñés quizás le pilló de improviso porque fue en el primero de la tarde, un toro llamado 'Botinero', badanundo en Murube clásico, con su quilla como la de un carguero, con sus manos cortas y finas y su mirada fija en los caballos del jinete estellés desde que desembarcó en la candente desde el túnel de chiqueros. El toro derrochó un temple exquisito, una embestida que parecía sostenerse de forma casi ingrávida y que le dio opción al centauro estellés para dibujar el toreo de una forma sencillamente única, con su elegancia proverbial; una danza en el filo del toro sin un solo desajuste. El toreo le fluyó ayer a Pablo sin el más mínimo ademán innecesario, sin ningún recurso que no tuviera radicalmente que ver con la pureza del arte de Marialva.
Ya comenzó toreando de salida a lomos de 'Manizales'; en redondo, apoyándose en los posteriores y como si lo detuviera imantándolo en su grupa con las manos delanteras del caballo soportando el peso en un imaginario compás. Un solitario rejón -ésa fue la tónica de la tarde- y con el negro 'Berlín' comenzó a torearlo de costado a dos pistas, por momentos mirando al tendido con la rienda suave como si estuviera tocando el violín. Parecían flotar los tres como si fueran una escultura en movimiento, como un asombro, algo parecido a la pefección. Tres banderillas y galope con el toro al estribo del jinete en una vuelta completa al anillo. Todo temple, un ejercicio íntimo del torero navarro en pos de la donosura. La maestría absoluta debe de ser algo parecido a lo que vimos ayer en Logroño merced a la perfecta conjunción de la bravura de un toro y el crepitar sosegado del mejor y más longevo torero a caballo de la historia.
El rejonazo cayó trasero y lo ejecutó en dos tiempos. Pero la obra estaba consumada y Logroño le pidió dos orejas que Pablo celebró con intensidad pero en ese tono suyo de absoluta elegancia. Faenón que merecía la puerta grande.
Y a ese sino del triunfo también se aupó Lea Vicens tras una gran actuación ante el quinto de la tarde, 'Zapatero', el otro ejemplar de extraordinaria nota de la buenísima corrida de Ángel Sánchez y Sánchez. Un toro de una calidad soberbia, de un compás que compitió con el primero en nobleza y ritmo. Y la debutante amazona lo bordó a lomos de 'Gacela', una montura castaña que dio una dimensión excepcional porque todo lo que hizo frente al toro lo sublimó en tono de belleza. Lea sorprendió al público porque no era ninguna convidada de piedra, porque reclamó su sitio ante la afición con una cuadra completa y con una inteligencia lidiadora que la han situado en la cima del escalafón. Grandioso tercio de banderillas coronado al final con un rejón fulminante. Dos orejas pedidas por aclamación del público.
Y Guillermo, que también debutaba en Logroño, se fue a pie porque marró con la espada una excelente faena al primero de sus novillos, 'Aldeano', un ejemplar incansable que no paró de embestir. Y Guillermo tiró de recursos, de raza y de talento desde los primeros giros a lomos de 'Churumay'. No era nada fácil porque el utrero arreaba de lo lindo y porque el joven navarro le ofreció pelea cara a cara primero con 'Brindis' y después con 'Disparate', con el que se lució por hermosinas en dos banderillas con sus prolegómenos de toreo caro a dos pistas alrededor del anillo del coso. Falló con los aceros y perdió la oreja que le hubiera posibilitado acompañar a hombros a su padre y la rejoneadora gala. Con el sexto, el más dificultoso del encierro, le costó más acoplarse a una embestida que requería un oficio que todavía no tiene. Pero llegará.
Pablo Hermoso de Mendoza dejó ayer sobre el albero de La Ribera una verdadera obra de arte. A muchos de los miles de espectadores que se volvieron a citar por tercer día consecutivo en el coso logroñés quizás le pilló de improviso porque fue en el primero de la tarde, un toro llamado 'Botinero', badanundo en Murube clásico, con su quilla como la de un carguero, con sus manos cortas y finas y su mirada fija en los caballos del jinete estellés desde que desembarcó en la candente desde el túnel de chiqueros. El toro derrochó un temple exquisito, una embestida que parecía sostenerse de forma casi ingrávida y que le dio opción al centauro estellés para dibujar el toreo de una forma sencillamente única, con su elegancia proverbial; una danza en el filo del toro sin un solo desajuste. El toreo le fluyó ayer a Pablo sin el más mínimo ademán innecesario, sin ningún recurso que no tuviera radicalmente que ver con la pureza del arte de Marialva.
Ya comenzó toreando de salida a lomos de 'Manizales'; en redondo, apoyándose en los posteriores y como si lo detuviera imantándolo en su grupa con las manos delanteras del caballo soportando el peso en un imaginario compás. Un solitario rejón -ésa fue la tónica de la tarde- y con el negro 'Berlín' comenzó a torearlo de costado a dos pistas, por momentos mirando al tendido con la rienda suave como si estuviera tocando el violín. Parecían flotar los tres como si fueran una escultura en movimiento, como un asombro, algo parecido a la pefección. Tres banderillas y galope con el toro al estribo del jinete en una vuelta completa al anillo. Todo temple, un ejercicio íntimo del torero navarro en pos de la donosura. La maestría absoluta debe de ser algo parecido a lo que vimos ayer en Logroño merced a la perfecta conjunción de la bravura de un toro y el crepitar sosegado del mejor y más longevo torero a caballo de la historia.
El rejonazo cayó trasero y lo ejecutó en dos tiempos. Pero la obra estaba consumada y Logroño le pidió dos orejas que Pablo celebró con intensidad pero en ese tono suyo de absoluta elegancia. Faenón que merecía la puerta grande.
Y a ese sino del triunfo también se aupó Lea Vicens tras una gran actuación ante el quinto de la tarde, 'Zapatero', el otro ejemplar de extraordinaria nota de la buenísima corrida de Ángel Sánchez y Sánchez. Un toro de una calidad soberbia, de un compás que compitió con el primero en nobleza y ritmo. Y la debutante amazona lo bordó a lomos de 'Gacela', una montura castaña que dio una dimensión excepcional porque todo lo que hizo frente al toro lo sublimó en tono de belleza. Lea sorprendió al público porque no era ninguna convidada de piedra, porque reclamó su sitio ante la afición con una cuadra completa y con una inteligencia lidiadora que la han situado en la cima del escalafón. Grandioso tercio de banderillas coronado al final con un rejón fulminante. Dos orejas pedidas por aclamación del público.
Y Guillermo, que también debutaba en Logroño, se fue a pie porque marró con la espada una excelente faena al primero de sus novillos, 'Aldeano', un ejemplar incansable que no paró de embestir. Y Guillermo tiró de recursos, de raza y de talento desde los primeros giros a lomos de 'Churumay'. No era nada fácil porque el utrero arreaba de lo lindo y porque el joven navarro le ofreció pelea cara a cara primero con 'Brindis' y después con 'Disparate', con el que se lució por hermosinas en dos banderillas con sus prolegómenos de toreo caro a dos pistas alrededor del anillo del coso. Falló con los aceros y perdió la oreja que le hubiera posibilitado acompañar a hombros a su padre y la rejoneadora gala. Con el sexto, el más dificultoso del encierro, le costó más acoplarse a una embestida que requería un oficio que todavía no tiene. Pero llegará.
sábado, 22 de septiembre de 2018
Urdiales hizo el toreo
El riojano y ‘El Juli’ cortan una oreja por coleta en una tarde de toros mal presentados y una gran entrada
El Juli logró sus mejores muletazos con el primero de José Vázquez y a partir de ese momento se quedó sin opciones de triunfo ni de toreo
Urdiales consumó un faenón al mansísimo ‘Acastañado’, un toraco de José Vázquez manso de solemnidad en los primeros tercios que se rebotaba de najas de los piqueros tirando coces pero que dentro de su corpachón tenia un fondo de nobleza y de casta que sólo toreros en sazón, como hizo ayer Diego Urdiales, son capaces de ver, entender y después torear. Se dice torear, no pasar los toros por allí; se dice someter, se dice, incluso, sentirse con la avalancha de embestidas a las que domeñó -rodilla en tierra- con un fajo superlativo de muletazos primordiales para dejar claro en los compases iniciales de la faena quién mandaba allí. Y a partir de ese momento, la sinfonía en un terreno escogido por el de Arnedo con resuelta inteligencia. Un poquito más allá del tercio en la cercanía de los chiqueros, donde el toro podía embestir sometiéndose a la muñecas de hierro y las yemas de seda del riojano, que comenzó en redondo, dando aire al morlaco en los primeros lances de cada serie para obligar a partir del tercero con la plomada puesta y el toro viajando allí donde le dictaba el torero. Hubo inteligencia en los tiempos que dejó entre serie y serie; la forma de citar, la muleta lacia, la torería en fin, consumada sin aspavientos y haciendo de la naturalidad el frondoso árbol de su tauromaquia. La faena se fue intercalando de remates de la casa, unos airosos, como la giraldilla; otros más profundos, como los del desprecio con el compás abierto y la ayuda como nervio central de la escultura del toro y el torero. La plaza rugió y se entregó al máximo con ‘su’ torero al natural. Dos series largas y hondas, a compás, sosteniendo el empuje del toro que lo quería siempre todo por abajo. Tenía las dos orejas en la mano. Se fue a por la espada, y cometió el error de querer redondear la faena (ya estaba hecha) con tres naturales a pies juntos en el platillo. El toro se descompuso, se acordó de aquella mansedumbre de la que hizo gala al principio de la lidia, y el riojano se atascó con la espada. Sonaron dos avisos. El triunfo se esfumó, pero el toreo estaba hecho. Acabábamos de vivir la faena de la tarde y de la feria. ‘El Juli’ cortó la oreja a su primer toro, el que abrió la corrida; un ejemplar de José Vázquez sin trapío ni presencia alguna. Suelto y flojo en la primera parte de la lidia pero al que el torero de Velilla comprendió maravillosamente en una faena limpia, muy templada, y que remató por luquesinas cuando el astado ya se mostraba completamente reacio a embestir. La estocada fue fulminante y la petición de oreja, unánime. Ya no pudo hacer más El Juli puesto que el resto de los toros que le cupieron en suerte no le ofrecieron la más mínima opción. Lo intentó con el noble Zalduendo al natural, pero no existió la más mínima posibilidad de que la faena tomara vuelo. El de Garcigrande fue una birria. El segundo de Urdiales salió como un buey y de la misma forma se comportó. Era el de mejores hechuras pero resultó el más deslucido. Y salió el sexto, un Garcigrandre cariavacado y con engañosa movilidad. Un toro como alocado que no paró de moverse por el ruedo y de soltar la cara desde los embroques hasta la consumación de las suertes como un molinillo. Era un reto comprometerse con él como lo hizo Urdiales para torearlo de verdad. Y además, su principal defecto fue la incomodísima tendencia de no parar de gazapear entre serie y serie. Urdiales le plantó cara en redondo en los medios, para liberarle de querencias. Lo pudo por abajo y lo intentó al natural alargando la embestida con la muleta en la mano izquierda en un ejercicio de compromiso con la plaza de Logroño, a la que tanto quiere. Cortó una oreja para las estadísticas, pero el toreo, su verdadera sinfonía había surgido con el manso de José Vázquez, la ganadería que luce el histórico hierro de Aleas.
o 4ª de la feria de San Mateo Toros de distintas ganaderías: José Vázquez (1º, mal presentado, noble y soso; 2º, grandón, manso pero de encastada nobleza); Garcigrande (3º sin trapío alguno, canijo, estrecho, sin cara, rebrincado y sin fondo; 6º, lavado, sin presencia, con genio y movilidad, el más difícil de la tarde); Zalduendo (4º, bien hecho pero manso como un buey, intoreable; 5º se tapaba por la cara, afligido y pesaroso, aguantó dos series). En conjunto, seis toros que no respondieron por sus hechuras, trapío, presencia ni juego a la categoría de la plaza Logroño. Julián López ‘El Juli’: oreja; silencio y silencio. Diego Urdiales: silencio tras dos avisos; silencio y oreja tras aviso. Plaza de toros de La Ribera, más de tres cuartos. 8.500 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Manuel González, asesorado por Salvador Arza y José Matías Hernández (vet.). Cuarta corrida de abono. 21 de septiembre de 2018.
El Juli logró sus mejores muletazos con el primero de José Vázquez y a partir de ese momento se quedó sin opciones de triunfo ni de toreo
Urdiales consumó un faenón al mansísimo ‘Acastañado’, un toraco de José Vázquez manso de solemnidad en los primeros tercios que se rebotaba de najas de los piqueros tirando coces pero que dentro de su corpachón tenia un fondo de nobleza y de casta que sólo toreros en sazón, como hizo ayer Diego Urdiales, son capaces de ver, entender y después torear. Se dice torear, no pasar los toros por allí; se dice someter, se dice, incluso, sentirse con la avalancha de embestidas a las que domeñó -rodilla en tierra- con un fajo superlativo de muletazos primordiales para dejar claro en los compases iniciales de la faena quién mandaba allí. Y a partir de ese momento, la sinfonía en un terreno escogido por el de Arnedo con resuelta inteligencia. Un poquito más allá del tercio en la cercanía de los chiqueros, donde el toro podía embestir sometiéndose a la muñecas de hierro y las yemas de seda del riojano, que comenzó en redondo, dando aire al morlaco en los primeros lances de cada serie para obligar a partir del tercero con la plomada puesta y el toro viajando allí donde le dictaba el torero. Hubo inteligencia en los tiempos que dejó entre serie y serie; la forma de citar, la muleta lacia, la torería en fin, consumada sin aspavientos y haciendo de la naturalidad el frondoso árbol de su tauromaquia. La faena se fue intercalando de remates de la casa, unos airosos, como la giraldilla; otros más profundos, como los del desprecio con el compás abierto y la ayuda como nervio central de la escultura del toro y el torero. La plaza rugió y se entregó al máximo con ‘su’ torero al natural. Dos series largas y hondas, a compás, sosteniendo el empuje del toro que lo quería siempre todo por abajo. Tenía las dos orejas en la mano. Se fue a por la espada, y cometió el error de querer redondear la faena (ya estaba hecha) con tres naturales a pies juntos en el platillo. El toro se descompuso, se acordó de aquella mansedumbre de la que hizo gala al principio de la lidia, y el riojano se atascó con la espada. Sonaron dos avisos. El triunfo se esfumó, pero el toreo estaba hecho. Acabábamos de vivir la faena de la tarde y de la feria. ‘El Juli’ cortó la oreja a su primer toro, el que abrió la corrida; un ejemplar de José Vázquez sin trapío ni presencia alguna. Suelto y flojo en la primera parte de la lidia pero al que el torero de Velilla comprendió maravillosamente en una faena limpia, muy templada, y que remató por luquesinas cuando el astado ya se mostraba completamente reacio a embestir. La estocada fue fulminante y la petición de oreja, unánime. Ya no pudo hacer más El Juli puesto que el resto de los toros que le cupieron en suerte no le ofrecieron la más mínima opción. Lo intentó con el noble Zalduendo al natural, pero no existió la más mínima posibilidad de que la faena tomara vuelo. El de Garcigrande fue una birria. El segundo de Urdiales salió como un buey y de la misma forma se comportó. Era el de mejores hechuras pero resultó el más deslucido. Y salió el sexto, un Garcigrandre cariavacado y con engañosa movilidad. Un toro como alocado que no paró de moverse por el ruedo y de soltar la cara desde los embroques hasta la consumación de las suertes como un molinillo. Era un reto comprometerse con él como lo hizo Urdiales para torearlo de verdad. Y además, su principal defecto fue la incomodísima tendencia de no parar de gazapear entre serie y serie. Urdiales le plantó cara en redondo en los medios, para liberarle de querencias. Lo pudo por abajo y lo intentó al natural alargando la embestida con la muleta en la mano izquierda en un ejercicio de compromiso con la plaza de Logroño, a la que tanto quiere. Cortó una oreja para las estadísticas, pero el toreo, su verdadera sinfonía había surgido con el manso de José Vázquez, la ganadería que luce el histórico hierro de Aleas.
o 4ª de la feria de San Mateo Toros de distintas ganaderías: José Vázquez (1º, mal presentado, noble y soso; 2º, grandón, manso pero de encastada nobleza); Garcigrande (3º sin trapío alguno, canijo, estrecho, sin cara, rebrincado y sin fondo; 6º, lavado, sin presencia, con genio y movilidad, el más difícil de la tarde); Zalduendo (4º, bien hecho pero manso como un buey, intoreable; 5º se tapaba por la cara, afligido y pesaroso, aguantó dos series). En conjunto, seis toros que no respondieron por sus hechuras, trapío, presencia ni juego a la categoría de la plaza Logroño. Julián López ‘El Juli’: oreja; silencio y silencio. Diego Urdiales: silencio tras dos avisos; silencio y oreja tras aviso. Plaza de toros de La Ribera, más de tres cuartos. 8.500 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Manuel González, asesorado por Salvador Arza y José Matías Hernández (vet.). Cuarta corrida de abono. 21 de septiembre de 2018.
El Juli: «Me habría gustado que los toros hubiesen tenido otras hechuras»
El Juli' afirmaba al terminar la corrida que ha «sido una pena que los toros no hayan embestido. He visto al público de Logroño con muy buena actitud, los toreros también y la verdad es que los toros, salvo algunos tramos, no han permitido el lucimiento que nosotros esperábamos».
-Logroño siempre ha sido una plaza muy importante en su carrera. Son veinte años de alternativa, muchas ferias de San Mateo a su espaldas. ¿Cómo sigue viendo a su afición, a su público?
-A mí me gusta. He podido cuajar toros muy a gusto y he hecho faenas en las que me he llegado a sentir de una forma muy importante. El público de La Ribera tiene una forma de entender el toreo con la que me identifico y me gusta. Dentro de que se trata una plaza exigente, la verdad es que tiene un sabor especial cuando se hace el buen toreo. Como te digo, me he sentido muy a gusto siempre aquí.
-Ha habido muchas críticas respecto a la presentación de la corrida de esta tarde, muy por debajo de lo que suele ser en Logroño...
-Sí, la verdad es que cuando no embisten se suelen ver más defectos. Pero es cierto que los toros de esta tarde ni por bonitos ni por comportamiento han sido lo que esperábamos. Nosotros, los toreros, deseábamos lo mejor, pero desgraciadamente no ha sido así.
-¿Cómo se realizó la selección de las ganaderías y de los toros de la corrida de esta tarde?
-Yo la verdad es que este año estoy un poco al margen de la selección de los toros; he decidido estar más fuera y me imagino que tiene sus dificultades hacerlo. No lo sé, estoy dedicado a la plaza y a torear.
-¿Es una cuestión de la empresa?
No lo sé; no es una cosa de la que esté pendiente. Personalmente los he visto esta mañana. Me imagino que es una decisión que se toma entre todos. Repito, no es fácil, estamos al final de temporada. Nos hubiera gustado que la corrida hubiese tenido otras hechuras y que embistieran.
-Da pena que sucedan cosas así, con una gran entrada y con la consecuente decepción del público.
-Pues sí, los que más ganas tenemos de triunfar somos los toreros. Eso esta claro. A veces se acierta y en otras ocasiones no. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
-Logroño siempre ha sido una plaza muy importante en su carrera. Son veinte años de alternativa, muchas ferias de San Mateo a su espaldas. ¿Cómo sigue viendo a su afición, a su público?
-A mí me gusta. He podido cuajar toros muy a gusto y he hecho faenas en las que me he llegado a sentir de una forma muy importante. El público de La Ribera tiene una forma de entender el toreo con la que me identifico y me gusta. Dentro de que se trata una plaza exigente, la verdad es que tiene un sabor especial cuando se hace el buen toreo. Como te digo, me he sentido muy a gusto siempre aquí.
-Ha habido muchas críticas respecto a la presentación de la corrida de esta tarde, muy por debajo de lo que suele ser en Logroño...
-Sí, la verdad es que cuando no embisten se suelen ver más defectos. Pero es cierto que los toros de esta tarde ni por bonitos ni por comportamiento han sido lo que esperábamos. Nosotros, los toreros, deseábamos lo mejor, pero desgraciadamente no ha sido así.
-¿Cómo se realizó la selección de las ganaderías y de los toros de la corrida de esta tarde?
-Yo la verdad es que este año estoy un poco al margen de la selección de los toros; he decidido estar más fuera y me imagino que tiene sus dificultades hacerlo. No lo sé, estoy dedicado a la plaza y a torear.
-¿Es una cuestión de la empresa?
No lo sé; no es una cosa de la que esté pendiente. Personalmente los he visto esta mañana. Me imagino que es una decisión que se toma entre todos. Repito, no es fácil, estamos al final de temporada. Nos hubiera gustado que la corrida hubiese tenido otras hechuras y que embistieran.
-Da pena que sucedan cosas así, con una gran entrada y con la consecuente decepción del público.
-Pues sí, los que más ganas tenemos de triunfar somos los toreros. Eso esta claro. A veces se acierta y en otras ocasiones no. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja
viernes, 21 de septiembre de 2018
Y el presidente se cargó la corrida
Enrique Ponce volvió a demostrar su capacidad como torero y José María Manzanares no terminó de aprovechar la bondadosa embestida del primero de su lote
Roca Rey perdió la puerta grande por la espada en el tercero y el palco se negó a devolver al inválido sexto
El presidente se cargó la corrida. El sexto toro apenas se sostenía en pie –ya flojeó nada más salir al ruedo– y se empeñó en mantenerlo a pesar de sus claudicaciones antes de llegar al caballo y especialmente en banderillas, donde perdió las manos de forma flagrante. Don Víctor Marchena dialogaba y dialogaba con el asesor veterinario. Vaya a usted a saber los registros de su conversación, los matices formales y áulicos ante la constatación de que el animal era absolutamente inútil para la lidia y que la expectación y el ansia de volver a ver a Roca Rey pasearse por todos los abismos de la tauromaquia se iban a transformar sí o sí en una bronca al palco descomunal y lo que es peor, en una enorme decepción para los miles de espectadores que ayer casi llenaron La Ribera.
El cambio del toro era una minucia; era una decisión sencilla e inteligente ante lo que estaba por venir. Y había que sumar a todo eso el deseo del público logroñés de emocionarse de nuevo con la alucinante tauromaquia de la roca limeña. Pero no. Don Víctor Marchena se enrocó en una jugada absurda e incomprensible y destruyó buena parte del espectáculo, la ilusión de muchos espectadores y el sabor final de una corrida que había levantado una expectación sin precedentes.
Y fue una verdadera lástima porque el torero peruano anda con la hierba en la boca y ahora mismo se ha convertido en el matador con más arrastre de público, en el diestro con más tirón popular y en la gran y fecunda alternativa a las figuras que llevan en la cúspide veinte años. La pura verdad es que ha tardado en salir dos décadas una figura de su magnitud, de su capacidad y del carisma que atesora un insultantemente joven matador que da la sensación que no se le pone nada ni nadie por delante. A no ser que se suba al palco un caballero tan testarudo como demostró ser don Víctor Marchena.
Pudo haber cortado Roca dos orejas aplastantes a su primero, ‘Napoleón’, un toro colorado, bien hecho y con tendencia a buscar las tablas. Estaba en el filo de esa mansedumbre con un fondo de casta suficiente para sostener la pelea. Eso sí, con movilidad y poder básico para aguantar la lidia de un torero que no se da tregua ni un instante. Lo buscó de salida a la verónica, intercaló delantales y después chicuelinas. El primer puyazo se lo llevó en una de sus búsquedas de la querencia y Roca lo volvió a domar por chicuelo rematando el quite con una templadísima brionesa.
Gravitaba por la plaza un presagio de faena grande. Comenzó con dos cambiados por la espalda. Hieráticos, ensimismados, con esa verticalidad que impone en sus inicios de faena. Se sacó al toro por arrucinas después de prologar la serie con un pase de las flores dictado al ralentí.
Roca lo templó en redondo exigiendo al toro fondo del bueno para perseguir la pañosa. El animal punteaba, pero la capacidad de su temple se impuso a un defecto que pasó totalmente desapercibido para el público, que sencillamente estaba rendido a la aplastante superioridad de su tauromaquia. Hubo un inicio de una serie al natural catatónico: presentó el envés de la muleta en el último instante cambiando el viaje del toro de una forma asombrosa. Y Roca Rey pétreo, inconmovible, con la sensación de que estaba ausente de cualquier riesgo mientras pisaba brasas ardientes. Huboun pase de pecho absolutamente enroscado al toro, interminable. Y no paró ahí, se fue a chiqueros y allí jugó con un fajo de bernadinas cambiando el viaje en el último instante que hicieron rugir a la plaza. Pinchó antes del espadazo definitivo y perdió una puerta grande apoteósica.
El resto fue otra historia, a pesar de la gran tarde de toros que dio Enrique Ponce y del buen segundo ejemplar que dispuso José María Manzanares en la apertura de su lote. Ayer la corrida fue de Roca Rey. De cabo a rabo. De principio hasta el final. Y eso a pesar del palco y su obstinación en el error.
3ª DE FERIA DE SAN MATEO
Toros de Juan Pedro Domecq (2º, 3º, 4º y 6º) y de Parladé (1º y 5º), correctos de presencia. Los tres primeros dieron juego y destacó el segundo por su calidad y nobleza; manseó el tercero, aunque se entregó en la muleta de Roca Rey; los tres últimos, sin fondo. El 6º, inválido, debió ser devuelto a los corrales. Enrique Ponce: oreja y ovación con saludos tras aviso. José María Manzanares: oreja y silencio tras aviso. Andrés Roca Rey: oreja y silencio tras una descomunal bronca a la presidencia. Plaza de toros de La Ribera, casi lleno. Más de 9.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Víctor Marchena, asesorado por Salvador Arza y Javier Puértolas (vet.). Tercera corrida de feria. 20 de septiembre de 2018. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Justo Rodríguez
Roca Rey perdió la puerta grande por la espada en el tercero y el palco se negó a devolver al inválido sexto
El presidente se cargó la corrida. El sexto toro apenas se sostenía en pie –ya flojeó nada más salir al ruedo– y se empeñó en mantenerlo a pesar de sus claudicaciones antes de llegar al caballo y especialmente en banderillas, donde perdió las manos de forma flagrante. Don Víctor Marchena dialogaba y dialogaba con el asesor veterinario. Vaya a usted a saber los registros de su conversación, los matices formales y áulicos ante la constatación de que el animal era absolutamente inútil para la lidia y que la expectación y el ansia de volver a ver a Roca Rey pasearse por todos los abismos de la tauromaquia se iban a transformar sí o sí en una bronca al palco descomunal y lo que es peor, en una enorme decepción para los miles de espectadores que ayer casi llenaron La Ribera.
El cambio del toro era una minucia; era una decisión sencilla e inteligente ante lo que estaba por venir. Y había que sumar a todo eso el deseo del público logroñés de emocionarse de nuevo con la alucinante tauromaquia de la roca limeña. Pero no. Don Víctor Marchena se enrocó en una jugada absurda e incomprensible y destruyó buena parte del espectáculo, la ilusión de muchos espectadores y el sabor final de una corrida que había levantado una expectación sin precedentes.
Y fue una verdadera lástima porque el torero peruano anda con la hierba en la boca y ahora mismo se ha convertido en el matador con más arrastre de público, en el diestro con más tirón popular y en la gran y fecunda alternativa a las figuras que llevan en la cúspide veinte años. La pura verdad es que ha tardado en salir dos décadas una figura de su magnitud, de su capacidad y del carisma que atesora un insultantemente joven matador que da la sensación que no se le pone nada ni nadie por delante. A no ser que se suba al palco un caballero tan testarudo como demostró ser don Víctor Marchena.
Pudo haber cortado Roca dos orejas aplastantes a su primero, ‘Napoleón’, un toro colorado, bien hecho y con tendencia a buscar las tablas. Estaba en el filo de esa mansedumbre con un fondo de casta suficiente para sostener la pelea. Eso sí, con movilidad y poder básico para aguantar la lidia de un torero que no se da tregua ni un instante. Lo buscó de salida a la verónica, intercaló delantales y después chicuelinas. El primer puyazo se lo llevó en una de sus búsquedas de la querencia y Roca lo volvió a domar por chicuelo rematando el quite con una templadísima brionesa.
Gravitaba por la plaza un presagio de faena grande. Comenzó con dos cambiados por la espalda. Hieráticos, ensimismados, con esa verticalidad que impone en sus inicios de faena. Se sacó al toro por arrucinas después de prologar la serie con un pase de las flores dictado al ralentí.
Roca lo templó en redondo exigiendo al toro fondo del bueno para perseguir la pañosa. El animal punteaba, pero la capacidad de su temple se impuso a un defecto que pasó totalmente desapercibido para el público, que sencillamente estaba rendido a la aplastante superioridad de su tauromaquia. Hubo un inicio de una serie al natural catatónico: presentó el envés de la muleta en el último instante cambiando el viaje del toro de una forma asombrosa. Y Roca Rey pétreo, inconmovible, con la sensación de que estaba ausente de cualquier riesgo mientras pisaba brasas ardientes. Huboun pase de pecho absolutamente enroscado al toro, interminable. Y no paró ahí, se fue a chiqueros y allí jugó con un fajo de bernadinas cambiando el viaje en el último instante que hicieron rugir a la plaza. Pinchó antes del espadazo definitivo y perdió una puerta grande apoteósica.
El resto fue otra historia, a pesar de la gran tarde de toros que dio Enrique Ponce y del buen segundo ejemplar que dispuso José María Manzanares en la apertura de su lote. Ayer la corrida fue de Roca Rey. De cabo a rabo. De principio hasta el final. Y eso a pesar del palco y su obstinación en el error.
3ª DE FERIA DE SAN MATEO
Toros de Juan Pedro Domecq (2º, 3º, 4º y 6º) y de Parladé (1º y 5º), correctos de presencia. Los tres primeros dieron juego y destacó el segundo por su calidad y nobleza; manseó el tercero, aunque se entregó en la muleta de Roca Rey; los tres últimos, sin fondo. El 6º, inválido, debió ser devuelto a los corrales. Enrique Ponce: oreja y ovación con saludos tras aviso. José María Manzanares: oreja y silencio tras aviso. Andrés Roca Rey: oreja y silencio tras una descomunal bronca a la presidencia. Plaza de toros de La Ribera, casi lleno. Más de 9.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Víctor Marchena, asesorado por Salvador Arza y Javier Puértolas (vet.). Tercera corrida de feria. 20 de septiembre de 2018. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Justo Rodríguez
jueves, 20 de septiembre de 2018
Ginés y la sombra de Roca Rey
Juan José Padilla cortó la única oreja de la tarde ante una corrida vulgar y noble de Zalduendo
Ginés Marín emborronó con la espada la faena de más contenido de la función ante el sexto, el mejor toro con diferencia de la corrida
A veces los toreros parecen movidos y conmovidos por resortes improbables, por mecanismos aleatorios o por escaramuzas antiguas que pueden aparecer en cualquier momento y cuando casi nadie lo espera. Doblaba el segundo toro de Antonio Ferrera y apareció Andrés Roca Rey con uno de sus hombres de confianza buscando un sitio en el callejón. Poco a poco fue avanzando hasta llegar al palco de la empresa, donde Ginés Marín aguardaba impaciente su turno con el sexto. Roca y Ginés protagonizaron hace unos años una batalla torera en el Zapato de Oro de Arnedo. Se lo calzó el extremeño sin salir a hombros y el peruano se fue descalzo pero aupado por los capitalistas tras una faena heroica; eso sí, Ginés había hecho el toreo. Roca jamás lo entendió y ese fulgor íntimo prendió como una mecha en los dos jóvenes espadas desde aquel instante. Esta temporada en Pamplona, el limeño no tuvo piedad y Ginés acusó el castigo en un año que se le estaba comenzando a poner cuesta arriba tras no revalidar la puerta grande de Madrid. Roca se instaló de inmediato en la rampa que lleva hacia la corona de la tauromaquia y Ginés deambulaba sin saber muy bien qué diablos sucedía a su alrededor. Así que estimulado por la presencia de ese rival que se está escapando de todo el mundo; o vaya usted a saber por qué, se plantó Ginés con el sexto de rodillas tras brindar a Padilla, le sopló dos airosas trincherillas, el pase del desprecio y un molinete cuajado de torería. Se le notaba caliente el torero, que se había percatado de que ‘Botarate’ era bueno de verdad y le iba a permitir expresarse con ese trazo largo y bello de su toreo.
Estuvo templado en redondo en series limpias, con descarada falta de ajuste en los embroques y vaciando la embestida hacia las afueras. La faena fue creciendo en emotividad porque el toro era alegre y respondía a los cites siempre al primer estímulo. Se echó la muleta a la mano izquierda y el zalduendo viajaba más largo y más templado que en las anteriores tandas. Hubo desigualdad, es cierto. Apretaba más en los dos lances finales de cada serie, aunque la sensación que flotaba en el ambiente es que había demasiada velocidad en el conjunto de la faena. Abrochó un mecido circular con sabor con un pase de pecho muy largo, de pitón a rabo. La plaza estaba con él y se rindió completamente con las cuatro bernadinas finales cambiando el viaje en el último momento al toro en la más pura escuela de oca Rey.
La obra había prendido en los tendidos y la desilusión fue mayúscula al fallar con la espada. Ginés buscó la reivindicación y que no había venido a Logroño a pasear su palmito, pero los aceros convirtieron todo el esfuerzo en frustración.
Al final la oreja y el único triunfo ante la plana corrida de Zalduendo fue para Juan José Padilla, que había rozado el triunfo en el primero, un toro en límite de todos los límites: hechuras, pitones y bravura. Eso sí, no paró de moverse en toda la lidia, desde las dos largas cambiadas que le asestó de recibo en el tercio hasta la coda de su desplante final. Un animal plano que planeó al final de la faena en la única serie que le dio por el pitón izquierdo. El jerezano, a destajo puro, lo molió a derechazos de la casa con la muleta dura y tiesa como un pedernal.
Y en el quinto rozó la puerta grande, quizás más por el deseo de la gente de sacarlo en volandas que por los méritos de la obra. No se le puede pedir más a un torero que se entregó desde el primer momento y que apostó por un toro noble en una faena en la que no hubo recato para sus seguidores: rodillazos, desplantes, naturales mirando al tendido..., en fin, el arsenal emotivo de su tauromaquia en los capítulos finales de su carrera.
Antonio Ferrera apenas dispuso de opciones. Con el torancón segundo, de aspecto abueyado, hizo mucho más de lo que nadie podía esperar y con el quinto, noble pero renqueante de atrás, intentó sujetarlo con su armonía. Pero no hubo más, el toro se terminó pronto y la faena se disipó como el conjunto de la tarde.
2ª FERIA DE SAN MATEO
Toros de Zalduendo, muy desiguales de tipo y romana y en el límite de presentación. El tercero fue un galafate. La corrida cumplió en varas pero acabó mansenado y desfondada. El mejor fue el 6º, un toro noble, repetidor y con clase, el único aplaudido en el arrastre. Juan José Padilla: vuelta y oreja. Antonio Ferrera: ovación y silencio tras aviso. Ginés Marín: silencio y ovación tras aviso Plaza de toros de La Ribera, unos 4.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Manuel González, asesorado por Salvador Arza y Javier Lamata (vet.). Segunda corrida de feria. 19 de septiembre de 2018. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Juan Marín
Ginés Marín emborronó con la espada la faena de más contenido de la función ante el sexto, el mejor toro con diferencia de la corrida
A veces los toreros parecen movidos y conmovidos por resortes improbables, por mecanismos aleatorios o por escaramuzas antiguas que pueden aparecer en cualquier momento y cuando casi nadie lo espera. Doblaba el segundo toro de Antonio Ferrera y apareció Andrés Roca Rey con uno de sus hombres de confianza buscando un sitio en el callejón. Poco a poco fue avanzando hasta llegar al palco de la empresa, donde Ginés Marín aguardaba impaciente su turno con el sexto. Roca y Ginés protagonizaron hace unos años una batalla torera en el Zapato de Oro de Arnedo. Se lo calzó el extremeño sin salir a hombros y el peruano se fue descalzo pero aupado por los capitalistas tras una faena heroica; eso sí, Ginés había hecho el toreo. Roca jamás lo entendió y ese fulgor íntimo prendió como una mecha en los dos jóvenes espadas desde aquel instante. Esta temporada en Pamplona, el limeño no tuvo piedad y Ginés acusó el castigo en un año que se le estaba comenzando a poner cuesta arriba tras no revalidar la puerta grande de Madrid. Roca se instaló de inmediato en la rampa que lleva hacia la corona de la tauromaquia y Ginés deambulaba sin saber muy bien qué diablos sucedía a su alrededor. Así que estimulado por la presencia de ese rival que se está escapando de todo el mundo; o vaya usted a saber por qué, se plantó Ginés con el sexto de rodillas tras brindar a Padilla, le sopló dos airosas trincherillas, el pase del desprecio y un molinete cuajado de torería. Se le notaba caliente el torero, que se había percatado de que ‘Botarate’ era bueno de verdad y le iba a permitir expresarse con ese trazo largo y bello de su toreo.
Estuvo templado en redondo en series limpias, con descarada falta de ajuste en los embroques y vaciando la embestida hacia las afueras. La faena fue creciendo en emotividad porque el toro era alegre y respondía a los cites siempre al primer estímulo. Se echó la muleta a la mano izquierda y el zalduendo viajaba más largo y más templado que en las anteriores tandas. Hubo desigualdad, es cierto. Apretaba más en los dos lances finales de cada serie, aunque la sensación que flotaba en el ambiente es que había demasiada velocidad en el conjunto de la faena. Abrochó un mecido circular con sabor con un pase de pecho muy largo, de pitón a rabo. La plaza estaba con él y se rindió completamente con las cuatro bernadinas finales cambiando el viaje en el último momento al toro en la más pura escuela de oca Rey.
La obra había prendido en los tendidos y la desilusión fue mayúscula al fallar con la espada. Ginés buscó la reivindicación y que no había venido a Logroño a pasear su palmito, pero los aceros convirtieron todo el esfuerzo en frustración.
Al final la oreja y el único triunfo ante la plana corrida de Zalduendo fue para Juan José Padilla, que había rozado el triunfo en el primero, un toro en límite de todos los límites: hechuras, pitones y bravura. Eso sí, no paró de moverse en toda la lidia, desde las dos largas cambiadas que le asestó de recibo en el tercio hasta la coda de su desplante final. Un animal plano que planeó al final de la faena en la única serie que le dio por el pitón izquierdo. El jerezano, a destajo puro, lo molió a derechazos de la casa con la muleta dura y tiesa como un pedernal.
Y en el quinto rozó la puerta grande, quizás más por el deseo de la gente de sacarlo en volandas que por los méritos de la obra. No se le puede pedir más a un torero que se entregó desde el primer momento y que apostó por un toro noble en una faena en la que no hubo recato para sus seguidores: rodillazos, desplantes, naturales mirando al tendido..., en fin, el arsenal emotivo de su tauromaquia en los capítulos finales de su carrera.
Antonio Ferrera apenas dispuso de opciones. Con el torancón segundo, de aspecto abueyado, hizo mucho más de lo que nadie podía esperar y con el quinto, noble pero renqueante de atrás, intentó sujetarlo con su armonía. Pero no hubo más, el toro se terminó pronto y la faena se disipó como el conjunto de la tarde.
2ª FERIA DE SAN MATEO
Toros de Zalduendo, muy desiguales de tipo y romana y en el límite de presentación. El tercero fue un galafate. La corrida cumplió en varas pero acabó mansenado y desfondada. El mejor fue el 6º, un toro noble, repetidor y con clase, el único aplaudido en el arrastre. Juan José Padilla: vuelta y oreja. Antonio Ferrera: ovación y silencio tras aviso. Ginés Marín: silencio y ovación tras aviso Plaza de toros de La Ribera, unos 4.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Manuel González, asesorado por Salvador Arza y Javier Lamata (vet.). Segunda corrida de feria. 19 de septiembre de 2018. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Juan Marín
martes, 18 de septiembre de 2018
Desigualdad y leves brotes verdes
Comenzó la feria con una corrida desigual y bien presentada de Victorino con un segundo toro encastado y con bravura en el caballo
Solitaria y generosa oreja para Manuel Escribano y cornada «menos grave» a Juan Bautista
Corrida desigual de Victorino para abrir la feria de San Mateo y 4.000 almas en los tendidos. Pueden parecer pocas para lo que parece que se avecina los días 20 y 21, pero en realidad no está nada mal para el escaso tirón de los tres diestros anunciados. De la desigualdad de los toros de Albaserrada también hubo espacio para que brotara la emoción y hasta la exigencia máxima que planteó ‘Jacarando’ –el segundo de la victorinada– a Manuel Escribano, un toro bajo, astifino, abierto de cornucopia y que empujó por derecho en una sensacional vara de ‘Chicharito’ tras la que comenzó a descolgar en el capote del sevillano. En el segundo encuentro arreó desde casi los medios y el varilarguero volvió a dar otra lección de doma torera y precisión con la puya. Se fue el piquero ovacionado a lomos de su ligero caballo francés antes de que Escribano arriesgara con su peculiar inercia en el tercio de banderillas. Y no fue fácil ‘Jacarando’, puesto que se revolvía con las manos haciendo casi imposible la ligazón. Comenzó por abajo con unos doblones antes de sacárselo a los medios y plantear las primeras tandas en redondo. Era complicado sostener la embestida con el vuelo de la muleta; lo llevó a su altura en dos series correctas pero sin querer asomarse al abismo. Al natural le robó tres lances en los medios pero daba la sensación de que faltaba gobierno. Cobró una buena estocada antes de pinchar y la cosa se quedó en una tibia petición y una favorable ovación logroñesa para el distinguido cárdeno.
El segundo ejemplar con verdadera historia de la tarde fue el cuarto, llamado ‘Bostecillo’, armado, certero, astifino, una belleza de Victorino que lo quería todo por abajo. A Juan Bautista se le vio más confiado que con el primero y lo lanceó por chicuelinas galleadas en su turno de quites; Escribano le respondió por el mismo palo y el francés brindó al público en señal de despedida de su efímero paso por Logroño. El año pasado cortó tres orejas y hace unos días avisó en Arles de que ésta iba a ser su última temporada en activo. El arlesiano es un diestro extraordinariamente técnico y probó en redondo una embestida que comenzó a quedarse corta desde el principio. No lo vio demasiado claro por ese pitón. Sin embargo se templó en tres naturales muy buenos –los mejores de la tarde– y regresó a la cara del toro con la muleta en la mano derecha pero sin armarla con la espada. Volvió el toro a apretar, se revolvió y lo cogió de mala manera. Una vez en el suelo, el astado hizo por él y le propinó una cornada de trece centímetros en el muslo derecho, aunque la mayor parte del público no se dio cuenta de que en realidad el diestro galo estaba herido. Mató al toro y pasó a la enfermería.
El quinto fue el cornúpeta más curioso de la corrida. El voluminoso ‘Dirigible’, el menos asaltillado de todos sus hermanos, hizo cosas de manso de libro de salida: escondía la cara entre las manos, se refrenaba en el capote y salió despavorido en el primer puyazo. Luego se empleó y llegó a derribar al piquero con inusitada entrega, mas cuando nadie daba un duro por él, comenzó a embestir de dulce por el pitón derecho. La belfos por el suelo, humillado hasta el estrépito y caminador con recuerdos mexicanos. Lo imprevisible de la casta, oiga. Escribano lo entendido bien por ese lado y se puso a continuación por el izquierdo, por el que el animal parecía tener otra alma distinta y contradictoria. El público agradeció la entrega y le correspondió con una generosa oreja, la primera de la feria y la única de la tarde.
Joselito Adame se llevó el peor lote de la corrida. Al diestro hidrocálido se le vio ausente del festejo casi desde el inicio del mismo. El primero de su lote se le desfondó en cuanto comenzó con la muleta y el sexto fue un toro que dio la sensación de que le vino demasiado grande.
1ª FERIA DE SAN MATEO
Toros de Victorino Martín, serios y con leña por delante aunque dispares de hechuras y comportamiento. Varios ovacionados de salida. 1º, corto de embestida; 2º encastado y exigente; 3º, desfondado; 4º encastado y con genio; 5º manso y cambiante pero con un buen pitón derecho y 6º, deslucido. Juan Bautista: silencio y palmas. Manuel Escribano: saludos tras leve petición y oreja. Joselito Adame: silencio en su lote. Plaza de toros de La Ribera, 4.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Víctor Marchena, asesorado por Salvador Arza y Julián Somalo (vet.). Primera corrida de feria. 18 de septiembre de 2018.
Parte médico de Juan Bautista: Herida por asta de toro en tercio medio del muslo derecho con una trayectoria descendente de unos 13 centímetros. Trasladado a la Clínica Los Manzanos, de Logroño. Pronóstico menos grave. Firmado por el doctor Antonio Domínguez. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Juan Marín
Solitaria y generosa oreja para Manuel Escribano y cornada «menos grave» a Juan Bautista
Corrida desigual de Victorino para abrir la feria de San Mateo y 4.000 almas en los tendidos. Pueden parecer pocas para lo que parece que se avecina los días 20 y 21, pero en realidad no está nada mal para el escaso tirón de los tres diestros anunciados. De la desigualdad de los toros de Albaserrada también hubo espacio para que brotara la emoción y hasta la exigencia máxima que planteó ‘Jacarando’ –el segundo de la victorinada– a Manuel Escribano, un toro bajo, astifino, abierto de cornucopia y que empujó por derecho en una sensacional vara de ‘Chicharito’ tras la que comenzó a descolgar en el capote del sevillano. En el segundo encuentro arreó desde casi los medios y el varilarguero volvió a dar otra lección de doma torera y precisión con la puya. Se fue el piquero ovacionado a lomos de su ligero caballo francés antes de que Escribano arriesgara con su peculiar inercia en el tercio de banderillas. Y no fue fácil ‘Jacarando’, puesto que se revolvía con las manos haciendo casi imposible la ligazón. Comenzó por abajo con unos doblones antes de sacárselo a los medios y plantear las primeras tandas en redondo. Era complicado sostener la embestida con el vuelo de la muleta; lo llevó a su altura en dos series correctas pero sin querer asomarse al abismo. Al natural le robó tres lances en los medios pero daba la sensación de que faltaba gobierno. Cobró una buena estocada antes de pinchar y la cosa se quedó en una tibia petición y una favorable ovación logroñesa para el distinguido cárdeno.
El segundo ejemplar con verdadera historia de la tarde fue el cuarto, llamado ‘Bostecillo’, armado, certero, astifino, una belleza de Victorino que lo quería todo por abajo. A Juan Bautista se le vio más confiado que con el primero y lo lanceó por chicuelinas galleadas en su turno de quites; Escribano le respondió por el mismo palo y el francés brindó al público en señal de despedida de su efímero paso por Logroño. El año pasado cortó tres orejas y hace unos días avisó en Arles de que ésta iba a ser su última temporada en activo. El arlesiano es un diestro extraordinariamente técnico y probó en redondo una embestida que comenzó a quedarse corta desde el principio. No lo vio demasiado claro por ese pitón. Sin embargo se templó en tres naturales muy buenos –los mejores de la tarde– y regresó a la cara del toro con la muleta en la mano derecha pero sin armarla con la espada. Volvió el toro a apretar, se revolvió y lo cogió de mala manera. Una vez en el suelo, el astado hizo por él y le propinó una cornada de trece centímetros en el muslo derecho, aunque la mayor parte del público no se dio cuenta de que en realidad el diestro galo estaba herido. Mató al toro y pasó a la enfermería.
El quinto fue el cornúpeta más curioso de la corrida. El voluminoso ‘Dirigible’, el menos asaltillado de todos sus hermanos, hizo cosas de manso de libro de salida: escondía la cara entre las manos, se refrenaba en el capote y salió despavorido en el primer puyazo. Luego se empleó y llegó a derribar al piquero con inusitada entrega, mas cuando nadie daba un duro por él, comenzó a embestir de dulce por el pitón derecho. La belfos por el suelo, humillado hasta el estrépito y caminador con recuerdos mexicanos. Lo imprevisible de la casta, oiga. Escribano lo entendido bien por ese lado y se puso a continuación por el izquierdo, por el que el animal parecía tener otra alma distinta y contradictoria. El público agradeció la entrega y le correspondió con una generosa oreja, la primera de la feria y la única de la tarde.
Joselito Adame se llevó el peor lote de la corrida. Al diestro hidrocálido se le vio ausente del festejo casi desde el inicio del mismo. El primero de su lote se le desfondó en cuanto comenzó con la muleta y el sexto fue un toro que dio la sensación de que le vino demasiado grande.
1ª FERIA DE SAN MATEO
Toros de Victorino Martín, serios y con leña por delante aunque dispares de hechuras y comportamiento. Varios ovacionados de salida. 1º, corto de embestida; 2º encastado y exigente; 3º, desfondado; 4º encastado y con genio; 5º manso y cambiante pero con un buen pitón derecho y 6º, deslucido. Juan Bautista: silencio y palmas. Manuel Escribano: saludos tras leve petición y oreja. Joselito Adame: silencio en su lote. Plaza de toros de La Ribera, 4.000 espectadores (datos de la empresa). Corrida presidida por Víctor Marchena, asesorado por Salvador Arza y Julián Somalo (vet.). Primera corrida de feria. 18 de septiembre de 2018.
Parte médico de Juan Bautista: Herida por asta de toro en tercio medio del muslo derecho con una trayectoria descendente de unos 13 centímetros. Trasladado a la Clínica Los Manzanos, de Logroño. Pronóstico menos grave. Firmado por el doctor Antonio Domínguez. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja, la foto es de Juan Marín
lunes, 17 de septiembre de 2018
«El animalismo conduce a nuestra sociedad directamente a la caverna»
Victorino Martín será el ganadero encargado de abrir la feria de San Mateo, pero además de criador de toros bravos, es el presidente de la Fundación del Toro de Lidia, surgida del encuentro del ámbito profesional y de los aficionados para divulgar el toro de lidia y la tauromaquia como cultura y disciplina artística en todos los ámbitos. «Es una locura lo que estamos realizando. Un trabajo con una parte menos pública y que tiene como objetivo dar a conocer, normalizar y colocar el toreo en el lugar que le corresponde en la sociedad, sin complejos y con respeto a todo el mundo».
-Siempre dice que el animalismo es un peligro para la sociedad. ¿Por qué?
-Pretende nada más y nada menos que cambiar la relación que ha tenido el hombre con el entorno en el que vivido en los últimos 30.000 años. Es una corriente filosófica que nació en el mundo anglosajón y que tiene como objetivo poner en animal como la medida de todas las cosas. Lo más terrible es que una parte de la sociedad ni ha detectado ni es consciente de lo que conlleva esta forma de ver el mundo. Esto nos conduce a las cavernas.
-¿Y la visibilidad del toreo?
-Éste es otro de los propósitos del trabajo de la Fundación. Somos con diferencia el segundo espectáculo de masas del país y no existimos en los medios generalistas. Se nos acusa de vivir de las subvenciones y sólo hay en los Presupuestos Generales del Estado una partida para la tauromaquia. 30.000 euros para el premio nacional. Tenemos derecho a una subvención de la misma forma que cualquier otra manifestación artística lo tiene.
-El sábado pasado se veía al alcalde comunista de Arles feliz y sin complejos en el coso de su cuidad. Esa imagen parece imposible en España. ¿Por qué la izquierda ha dado la espalda al toreo?
-Me dan mucha envidia los políticos franceses y cómo está organizada la fiesta en el país vecino. Han superado los complejos, todo lo contrario de lo que sucede en España. Es curioso, uno mira la historia y se da cuenta de que la tauromaquia siempre ha sido un punto de apoyo de los grandes intelectuales de la izquierda, desde Bergamín a Tierno Galván, por decir dos ejemplos señeros y menos conocidos. Y funcionaba como una forma de ser y de entender la vida relacionada con nuestra cultura mediterránea. En estos momentos la izquierda tiene el tiro completamente equivocado: menosprecia y ataca la fiesta de los toros y hace el juego al imperialismo anglosajón. Es decir, se encuentra en el lado opuesto de su espacio histórico.
-¿Cómo viene la corrida del miércoles?
-Es un reto porque llevamos dos años seguidos tremendos en Logroño. Hay toros de varias de las mejores familias de nuestra casa. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja
-Siempre dice que el animalismo es un peligro para la sociedad. ¿Por qué?
-Pretende nada más y nada menos que cambiar la relación que ha tenido el hombre con el entorno en el que vivido en los últimos 30.000 años. Es una corriente filosófica que nació en el mundo anglosajón y que tiene como objetivo poner en animal como la medida de todas las cosas. Lo más terrible es que una parte de la sociedad ni ha detectado ni es consciente de lo que conlleva esta forma de ver el mundo. Esto nos conduce a las cavernas.
-¿Y la visibilidad del toreo?
-Éste es otro de los propósitos del trabajo de la Fundación. Somos con diferencia el segundo espectáculo de masas del país y no existimos en los medios generalistas. Se nos acusa de vivir de las subvenciones y sólo hay en los Presupuestos Generales del Estado una partida para la tauromaquia. 30.000 euros para el premio nacional. Tenemos derecho a una subvención de la misma forma que cualquier otra manifestación artística lo tiene.
-El sábado pasado se veía al alcalde comunista de Arles feliz y sin complejos en el coso de su cuidad. Esa imagen parece imposible en España. ¿Por qué la izquierda ha dado la espalda al toreo?
-Me dan mucha envidia los políticos franceses y cómo está organizada la fiesta en el país vecino. Han superado los complejos, todo lo contrario de lo que sucede en España. Es curioso, uno mira la historia y se da cuenta de que la tauromaquia siempre ha sido un punto de apoyo de los grandes intelectuales de la izquierda, desde Bergamín a Tierno Galván, por decir dos ejemplos señeros y menos conocidos. Y funcionaba como una forma de ser y de entender la vida relacionada con nuestra cultura mediterránea. En estos momentos la izquierda tiene el tiro completamente equivocado: menosprecia y ataca la fiesta de los toros y hace el juego al imperialismo anglosajón. Es decir, se encuentra en el lado opuesto de su espacio histórico.
-¿Cómo viene la corrida del miércoles?
-Es un reto porque llevamos dos años seguidos tremendos en Logroño. Hay toros de varias de las mejores familias de nuestra casa. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja
jueves, 13 de septiembre de 2018
Joselito: «Lo que engrandece al toreo es ir a la plaza y no saber nunca qué va a suceder»
El diestro madrileño, favorito de la afición logroñesa en los años noventa, ofrece hoy el pregón taurino a las 20 horas en el Ayuntamiento
Recuerda José Miguel Arroyo ‘Joselito’ aquellas tardes pasionales suyas en la La Manzanera en los años noventa: «Tengo enormes recuerdos de Logroño, eso que las cosas no comenzaron nada bien porque en mi debut tuve que salir escoltado por los antidisturbios… Luego se convirtió en una de mis plazas y llegué a torear varias veces muy a mi gusto, sobre todo en la vieja». El torero de Madrid pronunciará esta noche el pregón de San Mateo organizado por el Club Taurino Logroñés, a partir de las 20 horas en el Auditorio del Ayuntamiento.
-Se anunciaba usted casi todos los años dos tardes y había una leyenda extendida por toda la ciudad en la que se creía que una no hacía nunca nada y en la otra se marcaba el faenón de la feria. ¿Era algo premeditado?
-En absoluto..., iba a dos corridas y a lo mejor se cambiaba el orden de la bronca y el triunfo, pero no, las cosas salían así de forma natural.
-Usted es un torero que gravitaba siempre en la imprevisibilidad y su forma de ser hizo que mucha gente se aficionara a los toros a través de su figura. ¿Era consciente de todo aquello?
-Tenía la suerte de poder conjugar un punto de macarra y de chaval de barrio con la persona educada y tímida que también era. No sé, funcionaba como un cóctel curioso que visto desde fuera se hacía apetecible para la gente. Lo que siempre intentaba era obrar por lo que me dictaba el corazón. No hacía casi nada con premeditación y lo que salía era lo que en cada momento llevaba dentro. Eso sí, a veces era maravilloso y otras veces una castaña.
-¿Es diferente el toreo actual al de su época?
-Hay una evolución constante. Me retiré hace 15 años y cuando reaparecí aquel día concreto en Istres (Francia) noté que me había estancado. Ahora hay mucha verdad, mucho valor pero falta improvisación. Da la sensación de que se sabe todo lo que va a pasar antes de la corrida, como si se hubiera perdido ese punto de magia que tenía no saber por dónde iba a tirar el torero.
-¿A qué se debe?
-Los toreros salen con la idea de estar perfectos todos los días. Y eso no se puede. Al final se cae en la monotonía y que el espectáculo tenga un carácter predecible. Lo que engrandece al toreo es la sensación de imprevisibilidad. Yo he recibido broncas descomunales y esos que me pitaban un día, al día siguiente volvían con más ganas de emocionarse con mi toreo. La pasión es esencial.
-¿Y eso se puede enseñar?
-He sido director de la Escuela Taurina de Madrid y toda mi ilusión era poner mi experiencia a trabajar en favor de los chavales... Y después de dos años me di cuenta de que en el fondo les había perjudicado porque les enseñé cosas que debían descubrir por sí mismos.. Les quieres allanar el camino y es contraproducente. Cuando era becerrista me decían que andaba muy bien. Ahora ves a cualquier chaval que está empezando y lo primero que decimos todos es que anda como un matador de toros. Eso es un error, el becerrista tiene que andar como tal y cometer errores. Ya aprenderá si vale para esto. Si algún día vuelvo a la escuela no les enseñaremos nada a los chavales, que lo descubran. Les hablaremos del toreo, de lo que es, pero no de cómo se hace, les pondremos películas antiguas, fotos, historias. El resto lo tienen que aprender y sentir ellos.
-¿Le ha cambiado su forma de ver el toreo ahora que es ganadero?
-No. El fondo es el mismo. Lo que sí me ha hecho es respetar más a los toreros. Quizás cuando estaba en activo no era consciente de lo que suponía ponerse delante y no valoraba todo lo que hacían mis compañeros porque sólo estaba pendiente de mi mundo.
-¿Sigue siendo de izquierdas?
-A mi modo porque tengo los mismos ideales de igualdad y de rebeldía. Pero con esta izquierda no me identifico nada porque no es nada aperturista ni progresista, excepto con lo que ellos quieren. En el fondo persiguen la dictadura de imponer al resto sus ideas.
-¿Cómo fue eso de torear con el Himno del Amor de Edith Piaff?
-Maravilloso.
o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja
Recuerda José Miguel Arroyo ‘Joselito’ aquellas tardes pasionales suyas en la La Manzanera en los años noventa: «Tengo enormes recuerdos de Logroño, eso que las cosas no comenzaron nada bien porque en mi debut tuve que salir escoltado por los antidisturbios… Luego se convirtió en una de mis plazas y llegué a torear varias veces muy a mi gusto, sobre todo en la vieja». El torero de Madrid pronunciará esta noche el pregón de San Mateo organizado por el Club Taurino Logroñés, a partir de las 20 horas en el Auditorio del Ayuntamiento.
-Se anunciaba usted casi todos los años dos tardes y había una leyenda extendida por toda la ciudad en la que se creía que una no hacía nunca nada y en la otra se marcaba el faenón de la feria. ¿Era algo premeditado?
-En absoluto..., iba a dos corridas y a lo mejor se cambiaba el orden de la bronca y el triunfo, pero no, las cosas salían así de forma natural.
-Usted es un torero que gravitaba siempre en la imprevisibilidad y su forma de ser hizo que mucha gente se aficionara a los toros a través de su figura. ¿Era consciente de todo aquello?
-Tenía la suerte de poder conjugar un punto de macarra y de chaval de barrio con la persona educada y tímida que también era. No sé, funcionaba como un cóctel curioso que visto desde fuera se hacía apetecible para la gente. Lo que siempre intentaba era obrar por lo que me dictaba el corazón. No hacía casi nada con premeditación y lo que salía era lo que en cada momento llevaba dentro. Eso sí, a veces era maravilloso y otras veces una castaña.
-¿Es diferente el toreo actual al de su época?
-Hay una evolución constante. Me retiré hace 15 años y cuando reaparecí aquel día concreto en Istres (Francia) noté que me había estancado. Ahora hay mucha verdad, mucho valor pero falta improvisación. Da la sensación de que se sabe todo lo que va a pasar antes de la corrida, como si se hubiera perdido ese punto de magia que tenía no saber por dónde iba a tirar el torero.
-¿A qué se debe?
-Los toreros salen con la idea de estar perfectos todos los días. Y eso no se puede. Al final se cae en la monotonía y que el espectáculo tenga un carácter predecible. Lo que engrandece al toreo es la sensación de imprevisibilidad. Yo he recibido broncas descomunales y esos que me pitaban un día, al día siguiente volvían con más ganas de emocionarse con mi toreo. La pasión es esencial.
-¿Y eso se puede enseñar?
-He sido director de la Escuela Taurina de Madrid y toda mi ilusión era poner mi experiencia a trabajar en favor de los chavales... Y después de dos años me di cuenta de que en el fondo les había perjudicado porque les enseñé cosas que debían descubrir por sí mismos.. Les quieres allanar el camino y es contraproducente. Cuando era becerrista me decían que andaba muy bien. Ahora ves a cualquier chaval que está empezando y lo primero que decimos todos es que anda como un matador de toros. Eso es un error, el becerrista tiene que andar como tal y cometer errores. Ya aprenderá si vale para esto. Si algún día vuelvo a la escuela no les enseñaremos nada a los chavales, que lo descubran. Les hablaremos del toreo, de lo que es, pero no de cómo se hace, les pondremos películas antiguas, fotos, historias. El resto lo tienen que aprender y sentir ellos.
-¿Le ha cambiado su forma de ver el toreo ahora que es ganadero?
-No. El fondo es el mismo. Lo que sí me ha hecho es respetar más a los toreros. Quizás cuando estaba en activo no era consciente de lo que suponía ponerse delante y no valoraba todo lo que hacían mis compañeros porque sólo estaba pendiente de mi mundo.
-¿Sigue siendo de izquierdas?
-A mi modo porque tengo los mismos ideales de igualdad y de rebeldía. Pero con esta izquierda no me identifico nada porque no es nada aperturista ni progresista, excepto con lo que ellos quieren. En el fondo persiguen la dictadura de imponer al resto sus ideas.
-¿Cómo fue eso de torear con el Himno del Amor de Edith Piaff?
-Maravilloso.
o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja
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