lunes, 17 de agosto de 2015

El sino apócrifo de un acero traidor

Foto: Carmelo Bayo
Diego Urdiales malogra con la espada su faena más profunda y bella de la temporada

Como un pececillo que se escurre de la mano queriendo cogerlo pero abrazando finalmente al vacío; como un sonido en el aire que le cruje a uno por dentro pero que desaparece en el silencio en apenas un instante detenido. Así se le fue a Diego Urdiales un triunfo memorable ayer en San Sebastián después de su mejor faena de la temporada ante un victorino bravo y codicioso que exigía todo el toreo posible para sonsacarle el fondo de nobleza y codicia que, sin duda, atesoraba. La actuación de Diego Urdiales con el toro ‘Vencejo’ fue tan meticulosa como comprometida. Desde las verónicas de recibo hasta esa manera suya de llevar la lidia y colocarlo frente al caballo a punta de capote o pasándoselo por la espalda en pos del último vuelo. Se presentía cante grande desde los inicios de la faena, con una manera de abrir la obra con muletazos por alto jugando sus muñecas de seda y gobernando la embestida como si estuviera toreando con las dos palmas de las manos cerradas. Así se lo llevó a los medios, ganando terreno en cada lance y abrochando la tanda con un trincherazo final sencillamente extraordinario, roto Diego de toreo y esperando lo que iba a venir a continuación. Y es que todo lo que hace Urdiales en el ruedo tiene como fin el toreo mismo. Tres series con la derecha, con muletazos unos de ayuda al toro, de juego de alturas, y otros ya desobedeciendo las contemplaciones para gustarse a fondo. Lo mejor estaba por llegar, y fueron dos series con la mano izquierda sensacionales, con naturales larguísimos, templados y profundos; naturales con toda la expresión de esa torería para nada geométrica que interpreta: sus talones enterrados, el peso del cuerpo en la cintura y el vuelo de la muleta lacio y lánguido, alicaído, sin la menor tensión. Diego estaba haciendo el toreo,ése que tanto persigue y que tan pocas tardes se alcanza ver. Y fue una belleza; y fueron una auténtica pena los tres pinchazos previos al estoconazo definitivo. El pez se le escurría de esas palmas de las manos con las que acaricia el toreo; la música detenida se esfumaba con una imagen lorquiana que de pronto me vino a la memoria: debajo de las multiplicaciones había sangre de pato, que escribía en ‘Poeta en Nueva York’ y que se agolpa en las estadísticas del riojano. Ecuaciones que no cuadran, toreo inmenso y marcador a cero; maestro sin rúbrica, la Gioconda sin la firma de Leonardo; un beso de nadie, el aroma de una presencia a la que ya no se puede esperar, la luz de una farola encendida a media tarde... Es el sino negro de Urdiales, del urdialismo, de ese grupo de seguidores que peregrinan con él por esas plazas buscando el maná del toreo en una fuente de la que brota un arte desmesurado y un silencio de gotas que no rebotan en la pila. El cuarto de la tarde, segundo de Urdiales, fue un toro altiricón y pesado muy fuera del tipo de esta ganadería. No le dio apenas opciones al torero riojano que, a pesar de todo, consiguió varios naturales de muy buen trazo en el mismo anillo. Como casi todas las temporadas, habrá que esperar al ruedo negro de Bilbao para sacar la cabeza de debajo de la sangre de los patos de las multiplicaciones y de los grifos casi secos de sus números. Morenito de Aranda no tuvo opciones porque sus dos toros no le dieron la más mínima opción de lucimiento. El segundo de la tarde se quedaba corto y careció de ritmo en sus embestidas. El quinto acabó con la cara por las nubes. Paco Ureña tuvo muchas opciones con la bravura verdadera de su primer astado, quizás el mejor de la corrida. La faena careció de estructura pero no de entrega. El diestro murciano dio lo mejor de sí mismo pero no tuvo esa soltura necesaria para hacerse con una embestida que precisaba muñecas de seda y vuelos con sentido de la muleta. En el sexto se pegó un arrimón.

o Feria de San Sebastián. Toros de Victorino Martín, bien aunque desigualmente presentados. Corrida muy dispar de juego, con dos astados que destacaron: el primero de Diego Urdiales, con un fondo de nobleza importante, y especialmente, el tercero, un toro de triunfo grande por su nobleza, codicia y profundidad. Morenito se llevó el peor lote con dos toros de nulas opciones. El segundo de Urdiales se paró muy pronto y el sexto no humilló y se quedó muy corto por ambos pitones.   Diego Urdiales: Saludos y saludos. Morenito de Aranda: Silencio en ambos. Paco Ureña: Saludos tras aviso y saludos. Plaza de toros de Illumbe. Media entrada; última de feria. Domingo, 16 de agosto de 2015. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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