viernes, 10 de junio de 2016

Adiós al torero de las suripantas

Ha muerto Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, el diestro mexicano más heterodoxo

El Brujo de Apizaco falleció a los 64 años después de ser cogido en la plaza de Ciudad Lerdo

A Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, panadero, sepulturero, vendedor de gelatinas, campesino, brujo y torero se le cerraron los ojos 32 días después de que el toro ‘Pan francés’ lo volteara sin miramientos en la plaza de Ciudad Lerdo, donde el viejo torero de Apizaco deambulaba en una de esas corridas sin sentido por las que tanto se prodigaba. Cayó al ruedo rebotado y del tremendo golpe se fracturó de manera irreversible la médula. Era un muerto en vida, paradoja íntima y cruel de un tipo que había bordeado la muerte y que el destino le había reservado la sorpresa más infecta. Por eso, el fatal desenlace ha sido como una liberación para un extraño ser que hablaba de sí mismo en tercera persona cuando se refería al torero: «El Pana es un ente espiritual de fe inagotable, que nace antes de las cuatro de la tarde, cuando comienza a vestirse de luces y termina su ciclo de vida, esa imagen torera, cuando se quita el traje. Ahí es cuando regresa a su dimensión terrenal, y viene la cosa humana, ésa en la que se pide perdón por los errores», decía. Nació en Apizaco (Tlaxcala) y fue panadero –de ahí lo de pana– paracaidista en las tientas, sepulturero e incluso, vendedor de golosinas. Se hizo torero para mitigar su pesadumbres: «Y mire lo que son las cosas, yo vengo de una época en la que uno quería ser matador para triunfar y comprarle una casa a su madre; ahora los chavales tienen que vender la casa de su madre para ser toreros». Y aunque logró gran fama de novillero y en las primeras temporadas como matador, pronto cayó en el ostracismo debido a sus múltiples adicciones. Eso sí, antes se tiró como espontáneo a La México para conseguir una oportunidad. En 1978 y con casi treinta años, tumbó dos orejas a un novillo y llenó el circo más grande del mundo compitiendo con César Pastor. Tras tomar la alternativa, prodigó los insultos a los toreros más importantes y sufrió el veto de las empresas. Pasó más de nueve veces por la cárcel y un día que visitaba el presidente de Francia el país azteca, se volvió a tirar de espontáneo con un cartel en el que se leía: «¡Chirac, ya párale, cabrón, con tus bombitas!». El empresario no lo contrató más. Sin embargo, el entonces rector del coso más grande del mundo, José González ‘Chiolín’, le propuso en 2007 que emprendiera una recuperación de sus adicciones y si lo conseguía le dejaría volver al ruedo de México y tener una despedida digna. Y así fue. La curiosidad se apoderó de los tendidos desde que apareció montado en calesa, fumando un puro, sujetando otro, con la coleta natural y embutido en un terno rosa y plata. Todos los noticieros se hicieron eco del triunfo y de su memorable parrafada: «Brindo por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, ’y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto».

EL MÍTICO BRINDIS
Así fue: «Brindo por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto». En 2007 en 'La México', en el que iba a ser su último toro.

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Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

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