jueves, 10 de marzo de 2016

«A Mairena hay que conocerle como maestro pero luego tienes que volar»

El maestro granadino trae el eco del flamenco perdido al Salón de Columnas (21 h.) con el eco y la cadencia del toque de Paco Cortés

Manuel Carmona Heredia, ‘Niño de Santa Fe’

Admirador del universo de Antonio Mairena –«alfa y omega de los palos flamenco pero no un laberinto en el que encerrarse»–, hijo de la fragua, emigrante en la Cataluña de la Peña Fosforito de Cornellá, cantaor libre, libérrimo de profundas convicciones flamencas y antiguo bajista rock, Manuel Carmona Heredia, ‘Niño de Santa Fe’ (Granada, 1949) es uno de los eslabones vivos de ese flamenco perdido, insondable, lejano y muchas veces inalcanzable que por virtud de los programadores del Teatro Bretón esta noche dejará su huella en el Salón de Columnas a partir de las 21 horas. Un cantaor invisible para muchos pero que lleva el cante bueno y más auténtico a flor de piel, un maestro de flamenco sin alaracas.
-¿Tantos años cantando y que poco se deja ver?
-Son cosas de la vida. Estoy orgulloso de mi cante y mi camino, de la búsqueda que emprendí desde que era casi un niño y la oportunidad que me ha dado el flamenco de comunicar mi sensibilidad donde han querido escucharla y sentirla.
-¿Cuál es su historia?
-Soy gitano, de Santa Fe, donde las Capitulaciones entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos. Mi familia era fragüera, una ocupación muy característica de nuestras gentes. Pero llegó la mecanización de la agricultura y se acabó el trabajo. Como tantos andaluces, extremeños o gallegos, en los años sesenta nos tocó emigrar. Primero fui con mi padre a Barcelona a buscarnos la vida en el negocio de la venta de ropa, cuando nos asentamos regresamos a por mi madre y el resto de los hermanos.
-¿En qué contexto comenzó a cantar?
-Mi padre me enseñó las primeras cosas, más que nada de oírle. Pero yo cantaba desde niño, siempre he tenido esa inquietud por la música. Y fue allí, en Barcelona, donde me formé en mis primeros capítulos como cantaor. Había mucha afición, mucho respeto al cante; se cantaba en las casas y en las peñas, como las de Antonio Mairena o la de Fosforito. Pero no era lo mismo cantar por intuición o cantar en la familia que cuando querías formarte para cantar con verdadero conocimiento de causa. Ahí recurríamos a las grabaciones, e incluso a los discos más viejos de pizarra para ir a las fuentes más puras.
-Cómo se dio cuenta de que le faltaba ese conocimiento...
-Porque cantaba bien, me decían, pero me faltaba esa base de formación auténtica y por eso no ganaba los concursos. La Antología de Mairena fue esencial en mi formación. Él es el maestro por excelencia del flamenco, no hablo como cantaor, sino por su conocimiento enciclopédico de todos los cantes, los básicos (tonás, tangos, siguiriyas y soleares) y el resto. Pero que quede claro que a Mairena hay que conocerle como maestro, pero una vez que se le conoce hay que dejarlo en su sitio y crecer cada uno como cantaor con sus formas personales.
-¿Cuáles son las voces que a usted le suenan mejor y que más le emocionan?
-Hay muchos maestros que me encantan y me han influido: Caracol, Mojama, Talega, Pepe Pinto, Marchena, Camarón... Yo no me cierro en banda ni en solo estilo porque eso sería reducir el cante, empobrecerlo. Me gusta estudiar los cantes, las diferencias que existen entre ellos, aunque sean de una misma familia, como la soleá, la de Triana, la de Utrera de la Serneta, la de Lebrija, todas ellas tan hermosas, tan profundas y tan misteriosas. El cante es un mundo enorme, sorprendente, inacabable. Por eso cuando te introduces en su estudio, en su latido más íntimo, te das cuenta de su inmensidad.
-Le gusta algún cante en especial.
-Todos, aunque sí es verdad que la soleá tiene un rajo muy gitano, muy bueno, que me gusta mucho.
-¿Cree en la fusión?
-Sí pero sin romper los cantes. A mí me encanta catar con guitarra eléctrica y con batería, pero sin distorsionar la estructura del flamenco. Estuve varios años con Morenito de Íllora en un grupo de rock al que llamamos ‘Pureza’ y disfruté mucho. Pero en aquellos años me gustaban grupos como los ‘Sirex’ y todo aquello que llegaba con el influjo de los Beatles.
-¿Cómo es el cante en Granada?
-Hay cosas muy buenas pero lo guardamos dentro de las casas y eso no vale. Hay que cantar para el mundo.

El sonido cristalino y nítido del compás de Pacó Cortés
Paco Cortés (Granada, 1957) comenzó su carrera siendo todavía un niño trabajando en las zambras del Sacromonte granadino, barrio en el que nació bebiendo las fuentes del flamenco en el propio ámbito familiar. A los catorce años de edad comenzó a trabajar en giras internacionales acompañando para bailar a Mario Maya. Durante más de ocho años trabajó al lado de Enrique Morente con el que participó en la grabación de varios de sus discos. Ha acompañado habitualmente a Carmen Linares, con la que se presentó en Logroño, escenario en el que ha actuado con artistas de la talla de Chano Lobato. Según Paco Cortés, tocaor y cantaor es importante que se conozcan. El tocaor puede conocer así las cualidades y características del cantaor: sus tonos, sus letras, dónde se para y dónde termina cada cante. Aunque ha grabado varios discos en solitario, Paco Cortés se ha convertido en una de las referencias del toque para cantar por su conocimiento de los estilos. o Esta entrevista la he publicado en Diario La Rioja

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