miércoles, 17 de diciembre de 2014

MIGUEL, NO TE PUDE SEGUIR

Miguel Poveda se tiró el viernes en Riojafórum la pechada de dos horas y media cantando, que se dice pronto. Dos horas y media es un intervalo de tiempo más que considerable –dicho en fino– y una ‘jartá’ en carpetovetónico castizo. Sin embargo, visto lo visto y notado en la piel lo sentido por el público, estoy seguro de que a la mayoría no le hubiera importado que el cantante/cantaor catalán hubiera seguido un pellizquito de otras dos horas y media más robandoles el corazón con su cante y con su canto, con su arte y su señorío desplegado en todas las fórmulas posibles, cantando, bailando, hablando, subiéndose hasta el gallinero para saludar al público y cantar desde allí arriba con todo el teatro de pie y de espaldas al escenario en una imagen que este cronista no había tenido la oportunidad de ver jamás. Es decir, que a la inmensa mayoría de los espectadores les embelesó un concierto que a mí, personalmente, me dejó bastante frío o incluso, por momentos, congelado. Ítem más, por eso es preciso admitir que quizás lo que me faltó el viernes en Riojafórum fue la sensibilidad suficiente para comprender y emocionarme con un Poveda que transita de la canción al fado y de la copla al cante con tanta velocidad y recursos que yo no era capaz de seguir el ritmo de un concierto portentoso musicalmente hablando, sublime de sonido y perfecto de interpretación por una banda de tres grandes maestros: Amargós, al piano; Chicuelo a la sonanta y Paquito González (de Sanlúcar) a la caja, el compás y el resto de las percusiones. Pero yo no pude emocionarme. Serán los años vividos, o los veinte siguiendo milimétricamente la trayectoria de Miguel Poveda desde que se presentó en Logroño apenas cuatro meses después de ganar la Lámpara Minera. Será que no le entiendo, o que el que no me entiendo soy yo mismo, el caso es que ni cuando cantó por martinete me gustó, con ese ‘rever’ reverberando por todas las aristas del precioso salón. Hubo un momento en la malagueña hermosísimo y en la parte flamenca lo que más me llegó fue cuando paseó su poderío por  el ‘Amanecer’ de Lole y Manuel. Bulerías con un compás casi dormido y la voz rota por lo bajini, sin tanto esfuerzo, sin ese músculo de cantaor que tiene el gran Miguel al que el viernes no pude seguir por mucho que lo intentara. El concierto tuvo tres partes: la primera de ellas con textos de Alberti, Machado y Lorca. Canciones difíciles de clasificar con infinidad de alardes técnicos pero con una dolorosa falta de profundidad a pesar de cantar los ‘Sonetos del amor oscuro’, una de las cumbres de la poesía española del siglo XX. El segundo capítulo fue flamenco y se ofreció por diversos palos en los que Miguel acabó quedándose sólo para cantar a capela en ese martinete antes citado en el que se dio con el alma a las cientos de personas que se habían dado cita en el teatro. Hubo alegrías, tangos, tanguillos y fandangos aclamados. La parte final fue coplera, mezclando composiciones en una copla transversal de todas las coplas, y bordando la almodovariana ‘A ciegas’. Aquí es el rey Poveda, aunque yo reconozco que me gustaba cuando era el emperador del flamenco. Pero hay gustos para todos y esto no es más que la opinión mía, la de un sujeto al que cada día le cuesta más seguir a Miguel Poveda y el nuevo camino que se ha trazado. Y él, que es un artistazo impresionante, sabrá mejor que nadie lo que lo conviene. Yo le aplaudo por ello, pero me quedó con aquel Poveda gigantesco que conocí hace veinte años y que ahora apenas puedo divisar.

o Íntimo, de Miguel Poveda. Voz: Miguel Poveda. Guitarra: Juan Gómez ‘Chicuelo’. Teclados y piano: Joan Albert Amargós. Percusión: Paquito González.  Riojafórum: Viernes, 12 de diciembre de 2014. Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja.

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