domingo, 23 de marzo de 2014

NO DIGA JEREZ, DIGA MACANITA Y MÉNDEZ

Tomasa Guerrero ‘La Macanita’ y Jesús Méndez protagonizaron un maravilloso recital flamenco el jueves en el Bretón merced a una noche repleta de cante en su máxima expresión, de flamencura infinita, de sensibilidad, compás y arte, mucho arte, arte por toneladas, con esa forma de decir el flamenco marcada por la pasión y la hondura, por ese acento especial que nace en Jerez y que se reconoce drásticamente desde el primer tercio, casi con la primera respiración, con el primer aliento. Hubo mucho y todo bueno, pero salí enamorado del cante por soleá de la Macana, quizás el mejor que ha dicho nunca en Logroño, una plaza que ha pisado en varias ocasiones y en la que siempre había dejado la firma de su racial entrega. Pero en esta ocasión, la cantaora se expresó tan dulcemente y tan por abajo que daba la sensación de que estaba mascando el cante y por momentos, al arrastrar los tercios, se diría que casi los estaba susurrando arropada por ese compás tan suyo que no se puede imitar pero que huele a cualquier esquina de las calles más flamencas del Barrio de Santiago. Tomasa se ha convertido en una de las voces más importantes del flamenco, al igual que Jesús Méndez, que lo canta todo con una elegancia que está huérfana de cualquier floritura y que sabe antigua, a pesar de los rasgos contemporáneos que imprimió a su cante por siguiriya en sus melismáticos remates acompasados por otro de los grandes protagonistas de la velada, el gran Manuel Valencia y su guitarra firmada por Paco de Lucía. Valencia es también de Jerez. Un tocaor de dinastía que es capaz de atesorar todo el soniquete de la tierra que le vio nacer y, además, sostener el concierto con una capacidad impresionante para sorprender con sus luminosas falsetas y para mecer el cante de Jesús y Tomasa como si llevara toda la vida sin hacer otra cosa que tocar para ellos por soleá, por malagueña, por cantiñas o esos fandangos que me recordaron a ‘Chocolate’ que cuajó Méndez antes de despedirse. El concierto fue muy original. A porta gayola salió Jesús Méndez para cantar por fragua. Un tío solo en el escenario y llenándolo todo con su voz y con su porte impoluto, de gentleman británico. Después, igual lo hizo ‘Macanita’, también por fragua, con ese deslumbrar que sólo tiene ella cuando se rompe por todo lo alto: grito y aullido primigenio, el alma de ‘La Paquera’ en el escenario del Bretón y la concurrencia con el corazón encogido. Y se hizo el silencio. Apareció el cantaor con ‘Chícharo’ y ‘Macano’ y se fue a Cádiz y desde allí hasta el universo. La noche acabó por fiesta buleaera, con el baile azaroso del los duendes del compás, con el sabor de una ‘Macanita’ misteriosa que homenajeó a Paco de Lucía y a Fernando Terremoto, y un Jesús Méndez que se ha convertido en uno de los bastiones del cante.o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja.


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