domingo, 29 de septiembre de 2013

TOMÁS CAMPOS HIZO EL TOREO

Tomás Campos marcó una diferencia abismal con su toreo ayer en Arnedo. Posiblemente, y hasta donde me alcance la memoria, este novillero extremeño es de todos los ganadores del Zapato de Oro que han repetido en Arnedo el que mejores sensaciones ha transmitido en el ruedo un año después del triunfo. Cortó una oreja en el primero, un toro castaño que tuvo nobleza y prontitud, y al que respondió con un temple de privilegiados y una serenidad que parece impropia en un torero tan joven. Tomás asienta las zapatillas en el ruedo y torea con una suavidad tan natural que su toreo parece que brote sin el más mínimo esfuerzo, sin una mota de afectación, sin vender lo más mínimo para la galería. El novillo desarrolló un carácter andarín que lo hacía incómodo para asentarse con él y dibujar las tandas macizas de principio hasta el final. Tomás Campos le dictó su faena cosiendo los vuelos de la muleta a los pitones en varias series absolutamente mecidas. Me encantó al natural y en redondo y si el toro hubiera tenido más resuello, el joven diestro le hubiera cortado las dos orejas porque la faena tuvo matices de cante grande. El cuarto, el de la cogida, fue un toro muy serio (la segunda parte de la corrida de Navalrosal tuvo aire de cuatreños por su imponente hondura) que no permitía la más mínima floritura. Tomás Campos lo toreó al natural con primor, con asentamiento y con una técnica prodigiosa en la que llevó al toro prendido a los flecos de su engaño con varios muletazos trazados al ralentí y de una belleza extraordinaria. En un remate, el toro se le quedó debajo y con su astifino pitón izquierdo le reventó la pierna derecha en un derrote seco y brutal. La sangre manó aparatosamente y a todos los espectadores se nos encogió el corazón. La faena iba enfilada a otro triunfo gordo pero en esta fiesta de la verdad los pronósticos no valen de nada, por eso ser torero es una profesión de privilegiados, de hombres de acero que sortean la muerte con una mentalidad a prueba de casi cualquier circunstancia adversa. Mi admiración hacia Campos. El novillo de la corrida fue el tercero y  derrochó una encastada nobleza desde el principio  hasta el final. Tuvo ritmo, movilidad, profundidad en sus embestidas y una duración sorprendente. El novillero francés Clemente no pasó de voluntarioso en un trasteo liviano y movido ante un animal que exigía un poso que es casi imposible que se lo devuelva un novillero tan nuevo. Clemente lo intentó pero fue clarísimamente superado por un astado que compite desde ya para llevarse el premio al novillo más bravo. Curro de la Casa tuvo un toro insulso con el que trazó algún muletazo de buen corte pero en el que abusó demasiado de las cercanías. Mató el sexto al correrse el turno por la cogida de Campos, y el animal se hizo el amo del ruedo al desarrollar un genio inabordable y con el que era imposible hacer nada parecido al toreo. o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.

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