domingo, 19 de diciembre de 2010

Talavante se reinventó en La México



El de Badajoz conquista el embudo de Insurgentes con su toreo al ralentí. «Anduvo de vena», dicen los cronistas

Dice la gran historia de esta fiesta que muchos diestros españoles se encontraron en México con la verdad de su toreo, con la destilación más exquisita de sus sentimientos por la forma de «caminar» de los saltillos mexicanos, con el morro hundido en la arena, con embestidas al ralentí que han propiciado faenas memorables. Y exactamente eso mismo le ha sucedido hace unos días al extremeño Alejandro Talavante en La México. Nadie alberga que estamos ante torero irregular donde los haya, dotado de una personalidad sobre el ruedo acusadísima que a veces le hace parecer en el vestido una sombra de sí mismo para segundos después salir a flote cuando nadie era capaz de ofrecer nada por su toreo. «El diestro ibérico mostró su creatividad, la inteligencia y el valor a raudales que tiene, pero este domingo no contaba con un villano, el acero, dos faenas llenas de relajamiento, como dijera el maestro José Alfredo Jiménez, despacito, muy despacito; pero el gozo se fue al pozo cuando se tiró a matar, porque bien pudo cortar tres orejas», así describe su actuación Raúl Reyes en 'El Palco Deportivo': «Fueron dos trasteos emotivos, con su primero, un toro noble y con calidad comenzó con un quite estatuario por gaoneras, las que combinó con saltilleras y pintó un pase de la firma para plasmarlo en un óleo; ya con la sarga corrió la mano con gusto, sin inmutarse, recreándose en la suerte, ejecutó la arruzina, la capetillina, pases de la firma, el torero de Badajoz se apodero del ruedo de La México, toreando con gusto y temple, sin embargo falló con la toledana. En el quinto, no cambiaron las circunstancias, el español estaba a gusto, andaba de vena como se dice en el argot taurino, sin embargo el toro no tenía la franqueza y la fuerza como su primer enemigo, de nueva cuenta se mostró con determinación pero la suerte suprema derrumbo lo que pudo ser una salida a hombros». Puntillero, en 'Sol y Sombra' escribió que «el caso de la escalada de Alejandro Talavante hace bueno lo que otro artista renacido me dijo: «Todos los toreros muertos bajan hasta el fondo de las marismas para torear entre sombras sus propias sombras perdidas». Armando Rosales 'El Saltillense', ese genio, conoce a ojo propio que lo más complicado en el toreo es renacer de las propias cenizas. Talavante volvió para torear como nunca y esa debe ser la medida, deshacer la intriga del valor en el cauce del eterno río del arte».

Alejandro Talavante, que ya sueña con su regreso a La México, analizó así su actuación en varios medios de aquel país. «El primero fue un toro muy enclasado; la mayor complicación era estar a la altura de la clase que tenía, por lo despacio que embestía. Había veces que embestía andando en un ritmo al que no estamos acostumbrados los españoles. Pero, bueno, la verdad es que me abandoné y saqué a la plaza suertes que tenía en mente, que las he pensado y trabajado mucho en el campo con becerras, pero nunca las había hecho en una plaza de toros y pues era el día de sacarlo todo y la verdad es que salió todo bién, era uno de esos días que hiciera lo que hiciera todo iba a salir muy bien». Sobre la plaza, Talavante dijo a la revista 'Suerte Matador' que «se escuchaba como si estuviera la plaza llena, un ole distinto, largo, templado al ritmo al que tus estas toreando, que te da fuerza para seguir apostando. La verdad que es un olé que se te mete dentro y que jamás se olvida y que estaré buscando toda mi vida aquí».
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.

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