jueves, 4 de febrero de 2010

UN PAÍS AMONTILLADO

Cada día me enternece más nuestra clase política: el país se desangra en una fila del paro que es más larga que los cinturones de Van Halen, la economía se desmorona y Zapatero, que se refugia en los indómitos espacios de la política exterior para parapetarse de la terca realidad carpetovetónica, se precipita a orar con Obama en un suceso entre planetario y paranormal. Menos mal que para contarlo bien se lleva a tan espiritual evento a Cebrián, Pedrojota y Carlos Herrera. Buen séquito, sí señor.
Pero más que Zapatero, a este país lo representa mejor que nadie Josep Montilla, ahora empecinado en la última ocurrencia nacional-catalana, las veguerías, una especie de demarcaciones históricas del medievo que ha rescatado sólo con el fin de que desaparezcan las actuales provincias (lo de provincias le suena a español) y se reemplacen por una estructura territorial nueva que se articularía así: Tierras del Ebro, Barcelona, Lérida, Alto Pirineo y Arán, Cataluña Central, Gerona y Campo de Tarragona.
Se lo juro, no es broma. Me imagino que como en Cataluña la crisis económica no hace mella y el trabajo sobra, los dirigentes del PSC y ERC tienen tiempo para divagar en sus despachos: lo del cine, lo de la rotulación obligatoria en catalán de los establecimientos comerciales, el catalán único en los papeles oficiales, las corridas de toros y ahora, las veguerías.
Sin embargo, cuando aterrizó en el Prat el avión con los restos mortales del último soldado español caído en Afganistán, a pie de pista no estaba Montilla, apenas una consejera... Había muerto por defender la libertad, pero eso, a Montilla y compañía les debe de sonar a chino.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.

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