martes, 20 de octubre de 2009

Tauromaquia o crimen, por Antonio García Gómez

Ni siquiera me voy a defender, ni mucho menos tratar de justificar la fiesta de los toros, de la que me declaro, confeso y convicto, irredento aficionado a su lucimiento.
Seguro, pues, que ante la marea de civilizado empeño, supongo, en denigrar, en denostar, en impedir, en prohibir su manifestación, yo sólo puedo lamentarlo y reivindicar, una vez más, mi gusto por la fiesta de los toros, repito, con decidida convicción e indesmayable intención de gozar de ella mientras pueda, sin un ápice de mala conciencia, sin un ardite que echarme al coleto para intentar justificar lo que considero absolutamente decente.
Sólo, entonces, mi disposición a defender el buen gusto, así lo considero, a asistir a las corridas de toros, como parte muy aceptable de mi comportamiento humano y sensible. ¡Hasta hoy pudiéramos llegar! o al menos mi imbecilidad y supuesta falta de bonhomía para que yo dejara de reconocer el mérito y el arte de una excelente corrida de toros.
Tanto es así que, a menudo, me quedo con el espectáculo de un toro embistiendo a un torero, antes que con algunos otros que me puedan desairar más, sin duda, incluso hasta la emoción de sentir el cartel efímero de tan plástica composición. Por eso mismo, y sin contradecir cualquier otro argumento, me subyuga mucho menos un desahucio implacable, una regulación de empleo trampuchera, un despido barato, una extorsión ideologizada, un tiro en la nuca, un bombardeo inteligente, un montón de daños colaterales hechos de tripas y miradas muertas, una decisión fanatizada y demoledora, una alusión y una barbaridad en nombre de cualquier dios, una torta a tiempo y a destiempo por el bien de la víctima, un encarecimiento apalabrado para evitar la deflación, una especulación inclemente y sustanciosa, un mal reparto de la riqueza hasta la obscenidad, un finiquito multimillonario, un finiquito rácano y muerto de hambre, una apología de la inquina y el rencor... una miríada interminable de muertos de asco y de hambruna , de muertos de pena y segregación, de muertos de olvido y bombazos limpios, muertos de envenenamiento lento y consciente, muertos de terror y radicalidad, muertos sin sentido, muertos evanescentes, muertos martirizados, muertos apaleados... que una buena tarde de toros, suspirando porque la faena llegue a plasmarse sobre la arena, mientras muere el toro y triunfa el torero,¡ojalá! y estalla la ovación inocente y límpida como una corriente de admiración y respeto, sin duda, por el toro y el torero que se entregan a la faena con o sin consentimiento, en todo caso con la naturalidad de su propia existencia abocada a su encuentro, al menos, para emocione a miles, a millones de espectadores.
Y ahora podrán o no prohibir las corridas de toros en un rincón de España, y yo seguiré proclamando que soy un entusiasta aficionado a las mismas, con mi autoestima en buen estado y sentido del respeto propio y ajeno en posición de revista.

Logroño 3 – Octubre – 2.009

o Por Antonio García Gómez. Natural de Miranda de Ebro (Burgos), maestro con unos pocos trienios,he contrastado mi vocación por la de la poesía desde mi juventud. Me han publicado las siguientes obras de poemas: Vagidos de sueños, Poemario 1 y La Reapié. He colaborado, además, con distintas publicaciones y he estado siempre en contacto con cuantas personas han estado interesadas en intercambiar, conocer u ofrecer sus creaciones de manera directa, viva y personal.
Pinchar aquí para acceder a su blog Tonio Santiuste.

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