
Mientras tanto, tenemos que seguir conformándonos, viéndole con medios toros de baja casta, con toros geniudos de falsa bravura; de esos que no se entregan y que lanzan derrotes como argucia defensiva.
Me encanta su concepto, su tauromaquia sin concesiones, su aparante frialdad, su hieratismo, su terquedad de torero de auténtico. Y me da pena (cuando no rabia) que no lo vean y que no lo canten muchos de los que presumen de aficionados puros e insobornables.
Aguilar no vende nada ni se vende. Aguilar torea con un estoicismo abrumador. Es como Pío Baroja: seco, monumental, atrevido, hiriente acaso. Lo suyo no es el florido pensil, ni Desdémona. No torea con dedicatorias. Torea por abajo y sin moverse, torea de abajo a abajo, con languidez y rito austero, como si fuera un eremita del toreo.
Espero y confío en él. Y lamento, una vez más, a los que no lo ven porque están ciegos.Terriblemente ciegos, absurdamente ciegos.
o Foto: Juan Pelegrín (www.las-ventas.com)