sábado, 9 de mayo de 2009

Pasa un torero

Sergio Aguilar tiene perfiles auténticos de figura del toreo: valor, colocación, temple... Estoy deseando verle delante de un toro que embista por derecho, que aguante de verdad que le bajen la mano (como ha hecho hoy con su segundo), que soporte el vuelo de sus muletazos hasta el final auténtico donde el suelta las embestias.

Mientras tanto, tenemos que seguir conformándonos, viéndole con medios toros de baja casta, con toros geniudos de falsa bravura; de esos que no se entregan y que lanzan derrotes como argucia defensiva.

Me encanta su concepto, su tauromaquia sin concesiones, su aparante frialdad, su hieratismo, su terquedad de torero de auténtico. Y me da pena (cuando no rabia) que no lo vean y que no lo canten muchos de los que presumen de aficionados puros e insobornables.

Aguilar no vende nada ni se vende. Aguilar torea con un estoicismo abrumador. Es como Pío Baroja: seco, monumental, atrevido, hiriente acaso. Lo suyo no es el florido pensil, ni Desdémona. No torea con dedicatorias. Torea por abajo y sin moverse, torea de abajo a abajo, con languidez y rito austero, como si fuera un eremita del toreo.

Espero y confío en él. Y lamento, una vez más, a los que no lo ven porque están ciegos.Terriblemente ciegos, absurdamente ciegos.

o Foto: Juan Pelegrín (www.las-ventas.com)

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