martes, 3 de febrero de 2009

Camarón vuelve a mi corazón



















C
amarón, a veces, vuelve a mi corazón. Tras estar, por ejemplo, un mes sin escucharlo, me lo pongo para soñar un poquito con esa filarmónica de Viena que tenía en la garganta, con ese semidiós semiótico que albergaba en su corazón, con esa enegía descomunal de su mirada triste y solitaria que desperdigaba como un niño frágil y que se multiplicaba entonces sin atisbo de dudas por el infinito mismo en el escenario.
Camarón, tan manido tantas veces, fue la puerta que me abrió el flamenco, el gitano universal ejemplo paradigmático de la libertad, de la inocencia, de la belleza, de la intuición.

Paseando por la red me he encontrado esta foto en la que templa un muletazo en redondo a una vaquita. Se dice templa porque se adivina un conocimiento sustancial del toreo, una compostura, un saber preconcebido. Ahí está, Camarón con el pecho expuesto, llevando en los vuelos embebida a la eralilla oscura que embiste fija y noble a uno de los artistas más sensibles de cuantos he tenido el placer de soñar, disfrutar, respetar, amar.

El sueño va sobre el tiempo

Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño

El tiempo va sobre el sueño
Hundido hasta los cabellos
Ayer y mañana comen
Oscuras flores de duelo

Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el gemido del niño
La lengua rota del viejo

Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento

o Fragmentos de la letra de La Leyenda del tiempo.

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