martes, 20 de septiembre de 2016

LÓPEZ SIMÓN NACIÓ AYER

Alberto López Simón nació ayer. Lo vi muerto, desmadejado e inerte tras los angustiosos momentos de la voltereta en la que el pitón derecho del toro de Jandilla lo prendió del cuello y lo levantó después como un estilete al estilo de los ganchos de los carniceros. Brutal el envite del que milagrosamente salió vivo ante la mirada alucinada de los miles de espectadores que asistieron al coso logroñés para acudir al rito del toreo, donde unos tipos se juegan la vida sin ambages, sin trampa ni cartón persiguiendo un sueño. La muleta de López Simón quedó tendida en el ruedo, abandonada, solitaria, rota... Fue una imagen impactante: el diestro en la enfermería, la plaza con el corazón encogido y todo el mundo esperando la buena nueva mientras el toro permanecía inquietamente quieto atento a un capotillo lejano. Fueron unos minutos inacabables; la tensión se masticaba hasta que el torero de Barajas regresó al ruedo, caminando lentamente, sin chaquetilla pero con ese valor indescriptible para volver a la cara del toro como si no hubiera pasado nada, como si cualquier pensamiento se hubiera desvanecido; eso sí, con un rostro blanquecino que contrastaba con el color sangre de toro de su vestido. No llevaba corbatín y en su cuello quedó impresa la huella del pitón como un arañazo a la altura de la nuez. Milagro, puro milagro. El toro de la importante corrida de Jandilla fue el tercero, ‘Gabarro’, castaño, albardado, acaramelado de cuerna e imponente de estampa con los pitones levemente levantados, con sus puntas mirando al cielo y con una soberana expresión de fiereza. Fue un gran toro, un ejemplar encastado, serio, que demandaba por delante un torero capaz de ponerle la muleta con plena confianza porque olía cualquier duda y se palpaba en el ambiente que no iba a perdonar. Y no perdonó porque al natural se le metió por dentro a Garrido y lo volteó sin consecuencias. Y lo que es más importante, Garrido ni dudó, no lo había hecho en un sensacional recibo a la verónica, y continuó por ese pitón para imponerse a un toro exigente al máximo que no consentía ni posturas ni mecanicismos. Oreja importante, de las más importantes de esta feria. En el sexto volvió a sacar Garrido su casta y dejó un final de faena de los que quitan el hipo. Se la volvió a jugar y redondeó la tarde como lo hacen las figuras del toreo. López Simón logró una oreja de menos entidad en el cuarto, labrada básicamente con dos circulares al final de una actuación mecánica en la que no terminó de entenderse con el buen pitón izquierdo del Jandilla. La mayor decepción de la corrida llegó con la actuación de Pablo Hermoso de Mendoza. No estuvo mal el jinete navarro con ninguno de los dos toros, pero a su labor le faltó la brillantez a la que nos tenía acostumbrados. Y además, mató fatal. Artículo publicado en Diario La Rioja el 21 de septiembre de 2016

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