‘Cagancho’ llegó sin papeles de Portugal y desde la nada revolucionó el rejoneo
Cuenta Pablo Hermoso de Mendoza que ‘Cagancho’, que murió el jueves, salió -como hacía a diario- a los potreros de la finca de Estella a gozar de su momento de paseo en libertad cuando sufrió una especie de ictus que le provocó un desmayo. Se le administró un tranquilizante y tras unos minutos, el caballo con ayuda consiguió levantarse y así ser trasladado hasta su box. Llegó con las fuerzas justas y sin visión, lo que pudo ser provocado por algún coágulo motivado por el ictus. El caso es que entrada la madrugada, dejó de respirar y se fue en silencio, «galopando de costado hacia el olimpo equino, donde seguirá reinando con su poderoso físico». Así fueron los últimos momentos de ‘Cagancho’, el caballo más importante en la carrera de Hermoso de Mendoza y sin duda el más importante de la historia del rejoneo.
El más personal
«Posiblemente no fue el mejor, ni el más bonito, ni el más ágil... pero sí fue el que más personalidad imprimió en la plaza a todas sus evoluciones. Una personalidad cimentada en un físico barroco, un tono negro cuatralbo que lo distinguía fácilmente de todos los demás caballos, un nombre pegadizo (recordando a un torero legendario y gitano de principios de siglo artista y medroso, capaz de lo mejor y de lo peor). ‘Cagancho’ aportó un sentido del toreo que hasta entonces no se concebía en un caballo. Hubo momentos en que la popularidad del caballo fue tal estaba por encima de la del propio Pablo. «Hoy torea Cagancho», rezaban los titulares periodísticos. Era un caballo barrigón, con las patas llenas de heridas de verano que llegaba a la finca de Acedo desde Portugal casi en ‘patera’, sin papeles y que tuvo que sufrir una enorme transformación física a lo largo del invierno para debutar en 1991 como caballo de último tercio.
Nunca se sintió a gusto en ese tercio y así, decepción tras decepción, se llegó a la corrida de Ejea de los Caballeros, a primeros de septiembre que fue donde Pablo explotó y dijo «basta ya», porque una y otra vez el caballo se chocaba con el toro, no pasaba y no había forma de acabar con aquel astado. En ese momento Pablo se rindió y vio que su inversión había sido un fracaso, que aquel caballo no le iba a servir. Pero los tiempos y la situación no estaban para derrochar ni caballos, ni dinero y a los pocos días en Ampuero (Cantabria) decidió probarlo en el tercio de banderillas. El caballo, cuando iba de frente al toro mostraba una enorme habilidad, no quería torear al hilo del pitón como se hace para matar, sino quería gustarse en la suerte, llegar a la cara del toro y salir toreando con el pecho. Ese día se descubrió el diamante en bruto que era.
A partir de aquí, mucho entrenamiento, mucho cuidado en su dieta porque era muy tragón y al ir escalando posiciones en el toreo a caballo hasta el punto de formar un dúo que comenzó a maravillar al mundo en la temporada 1994 y a ser el consentido del público desde aquí hasta su retirada en 2002. Once años en los que Pablo se instaló en la elite del toreo a caballo como indiscutible número uno y siempre de la rienda de este ‘Cagancho’, que siempre tuvo novias, como los colombianos que pusieron en manos de Pablo un cheque en blanco a cambio del caballo o algunos de los rejoneadores de aquella época como Antonio Correas o la Casa Domecq, que suspiraban por el animal. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja