domingo, 26 de julio de 2015

Ahora vas y lo cuentas

Foto: André Viard
Ahora vas y lo cuentas. Faena repleta de naturalidad al cuarto, con pasajes cuajados de esa desacostumbrada lentitud urdialiesca a la que paradójicamente nos tiene acostumbrados y como es norma de la casa, la espada se llevó un triunfo grande y cantado. Pero que nadie piense que pinchó al toro; todo lo contrario, lo despenó de una estocada en los rubios, un estoconazo por lo clásico marcando los tiempos aquellos de ‘El Viti’, yéndose a la cruz haciendo la cruz y enterrando el acero en todo lo alto. Y el toro de Garcigrande, de nombre ‘Primitivo’, lejos de morirse derrumbándose sin puntilla, como finalmente hizo, se amorcilló en territorio de chiqueros en unos cinco minutos que se nos hicieron eternos. El toro era una estatua, el torero riojano flexionado frente a sus pitones inmóviles tragándose la vida con la misma rabia que el toro se tragaba su muerte. El toreo es una cadencia que disecciona lo desconocido y Diego Urdiales ayer en Mont de Marsan dibujó una de esas tardes de torero contra los elementos, contra la burocracia y frente al conformismo. Estaban en el cartel dos máximas figuras del asunto: Miguel Ángel Perera y Talavante. Pues bien, los desnudó con ese toreo suyo ignoto de muñecas frágiles, de vuelos lacios de su muleta contra las prisas o lo preestablecido. No hubo ni un solo efectismo, ni con el exigente primero, un toro de ritmo confuso con el que dibujó verónicas al ralentí y un final de faena propia de los elegidos; ni con el cuarto, el de la faena sinfónica con dos series con la mano izquierda repletas de esa torería tan difícil de explicarse cuando se cantan más los arrimones en la trinchera que soltar los vuelos fijando la embestida con la yema de los dedos, acariciando la bestia con la urdimbre de la tela. La faena tuvo momentos especialmente bellos, como los inicios por alto, con pases de pecho de pitón a rabo llevándose la embestida a la hombrera contraria o desafiando el toreo por bajo con varios muletazos de castigo de enorme aplomo, sin arabescos, pero regalándose para sí el peso del toreo. Molinetes sin ser recurso para vaciar las series y esos naturales ‘made in Urdiales’ en los que toreó con la palma de la mano, como si no hubiera o hubiese muleta. Ahora vas y lo cuentas; mascullé para mis adentros mientras el toro luchaba contra su ocaso como el cielo de Logroño hizo el martes. No se quería rendir a la muerte aunque su muerte, como la de los demás y como la mía misma, sea un hecho incontestable. El público esperó respetuoso, no había lugar ni para el descabello ni para otra cosa que no fuera esperar sin desesperarse. El año pasado Diego Urdiales salió a hombros de esta plaza y tengo para mí, que aunque ayer se fuera a pie, acompañado por una enorme ovación, la tarde tuvo, si cabe, más importancia, mayor hondura, más reposo y un punto de torería sin estridencias a pesar de un primer toro al que había que someter con dulzura y un cuarto, noble y bueno, que pedía la mesura propia del toreo cincelado. Porque hay que decir que la corrida de Garcigrande y Domingo Hernández fue brava y exigente, con un toro excelente como el tercero y con varios más exigentes porque pedían que delante hubiera muy buenos toreros. Y los hubo, aunque Perera no lograra acoplarse en sendas faenas que furoon de más a menos, especialmente la del quinto, un toro muy parecido al primero de Urdiales con el que se empeñó en el arrimón entre los pitones. Lo que sucede es que la afición de Mont de Marsan no se lo permitió. Tanto es así que la gente se fue agriando y acabó por pitar al extremeño, igual que a Talavante que decidió esfumarse en el sexto tras una notable faena al tercero. Talavante tuvo el mejor toro de la tarde, el tercero, más fino de hechuras y menos remate que sus hermanos, pero que tuvo nobleza, acometividad, movilidad y buena clase. Lo recibió con el envés del capote por tijerillas con una facilidad inaudita y compuso un primer tercio de enorme colorido, como el resto de la faena, un punto volandera pero no exenta de esa personalidad de Alejandro, con remates inauditos y una forma de decir el toreo marcada por un sentido único del escenario.

Foto: André Viard
Feria de la madaleine 2015
o Toros de Garcigrande, bien presentados y de juego exigente. Destacaron el tercero por su bravura y clase; el cuarto por su calidad por el pitón izquierdo y el segundo por su ritmo. La corrida, excepto el sexto, cumplió en el caballo. Diego Urdiales: Silencio y gran ovación tras leve petición. Miguel Ángel Perera: Silencio y pitos. Alejandro Talavante: Silencio tras petición y pitos. Plaza de toros de Mont de Marsan (Francia): Casi lleno en tarde calurosa y encapotada. Miércoles, 22 de julio de 2015. Primera de feria. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja.

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