domingo, 7 de junio de 2015

Muñecas de purezas ancestrales

Diego Urdiales pone a sus pies la plaza de Madrid en dos faenas definidas por la maxima lentitud

La muleta de Urdiales se ha convertido en un auténtico prodigio de templaza, de suavidad, se diría casi que de ternura. La toma floja, como si no pesara, asida con tal naturalidad y con tal aroma que se antoja un misterio ese mecanismo de frágiles sutilezas que se deslizan por sus muñecas para ahormar las embestidas, desde las más sañudas a las tres o cuatro de alhelí que desparramó ayer el segundo de su Adolfos para conseguir que la plaza de Madrid rugiera con aquellos extraordinarios lances, tan lentos que parecían arrastrados. La muleta de Urdiales es más que el símbolo de la pureza ancestral del toreo contemporáneo, es la pureza misma, la clave de bóveda de la tauromaquia. Y ha nacido en Arnedo y se concentra paseando por las faldas del monte Isasa, donde se refugia para sí mismo de las prisas y los azares, donde rebusca la inspiración para convertirse en el torero más distinto de todo el escalafón. Ayer, en la última de sus comparecencias en San Isidro, se reencontró con su mejor versión frente a dos toros extraordinariamente diferentes: el primero reservón y con el que se jugó literalmente las femorales; y el cuarto, hocico de rata clásico de la casa Saltillo, tan mansito como noble pero que duró un suspiro. ‘Mulillero’ –el que abrió la corrida– le dio a Urdiales la oportunidad de veroniquear como los ángeles; hubo dos por el pitón derercho magistrales, lentas y tan profundas que Madrid las coreó al unísono. Por el izquierdo el toro se metía por dentro, y el riojano le soltó el vuelo con el cuerpo vencido sobre esa misma pierna levemente flexionada en otros tres o cuatro lances maravillosos. La faena no fue fácil porque el toro le costaba un mundo repetir. Diego se lo sacó por abajo al tercio, se colocó en redondo y le dio todas las ventajas. Por dos veces le amagó en el embroque. La cuestión residía en conseguir la distancia óptima, en cercanías se lo pensaba y de largo se venía inopinado. Cuando afinó la longitud del cite logró dos tandas extraordinarias, ligadas y mecidas con su proverbial suavidad. Tomó la izquierda y volvió a brotar el toreo, a pesar de los amagos y de esos dos frenazos que le pegó el toro quedándose a milímetros del cuerpo de un Diego Urdiales que en estado de gracia ni se inmutó. Madrid a sus pies. Ésa es la verdad de una faena con una coda por dentro de muletazos por bajo colosales. Dejó media en la misma yema y el verduguillo se llevó la oreja. En el cuarto volvió a demostrar su empaque. El toro  era de una belleza extraordinaria, cornidelantero, recortado, con la papada degollada y con esa forma de embestir un tanto mexicana. Tenía dos almas dentro, la que quería muleta y la que le hacía irse. Por eso se abría y le dejó a Diego torearle a placer. No era un toro para Madrid, pero Diego estaba tan feliz, que le dio coba por abajo en algunos muletazos sencillamente interminables. Hubo mil detalles, ayudados, pases del desprecio, esa forma de andar por la cara del toro, sevillanía de Pepe Luis, de Marín Vázquez, de aquellos colosos en los que bebe el riojano. Y la estocada fue superior. Madrid a los pies de un torero en sazón al que le espera una temporada muy hermosa por delante. Castella no tuvo suerte en el lote y se jugó la vida a carta cabal. El torero galo dejó de nuevo la sensación del estado de gracia en el que se encuentra. Un sector de irreductibles lo pitó de manera incomprensible. Y si Diego estuvo bien no le anduvo a la zaga Manuel Escribano, que hizo un esfuerzo sobrehumano en el sexto, el toro que más peligro vendió del envío del Adolfo Martín. Tenía dos petacos por delante y lo recibió a porta gayola, le puso cuatro pares de banderillas de escalofrío y logró tres series importantísimas por el pitón izquierdo, por el que se mostró agradecido con el matador sevillano a pesar de que no regalaba nada. Oreja de mucho mérito tras tirarse a matar a carta cabal. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

Diego Urdiales en San Isidro 2015 (Corrida de Adolfo Martín) from Pablo García-Mancha on Vimeo.

Feria de San Isidro
Toros de Adolfo Martín, astifinos, aunque justos de presencia. Mansitos en general, cumplieron en varas y varios desarrollaron peligro. Corrida por debajo de lo esperado. Diego Urdiales: Ovación y ovación. Sebastián Castella: Silencio y silencio. Manuel Escribano: Silencio y oreja. Plaza de Toros de Las Ventas Lleno de no hay billetes en tarde de calor africano. Jueves, 4 de junio de 2015. 

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