lunes, 21 de enero de 2013

TOMATITO, EL GRANDE

Tomatito y su grupo ofrecieron una gran noche en el inicio de esta nueva edición de los Jueves Flamencos. La primera gran noticia llegó al principio, con el Teatro Bretón totalmente lleno reivindicando una vez más la buena programación -sostenida en 17 ciclos, que se dice pronto-, los precios razonables y el amor del público riojano hacia este arte. Y la verdad es que el tocaor de Almería respondió con grandeza a la cita gracias a un concierto abierto, variado y por momentos emocionante en el que fue desgranando a través de los estilos más rítmicos (bulerías, tangos, alegrías y soleá por bulerías, entre otros) su camino por el flamenco e incluso sus incursiones en el jazz latino con temas tan bellos como ‘Spain’ o ‘Two much’. De hecho, el poso de Michel Camilo ha dejado en el Tomate una huella ritmica en la que el compás y el son se dan la mano por momentos y en ocasiones de tal forma que llegan a confundirse desterrando aquella manía que enviaba la fusión a las tinieblas de la confusión. ‘Camaroneando’ es un trabajo ecléctico donde el flamenco es el hilo conductor de un espectáculo en el que sin embargo hay cabida para muchas cosas, entre ellas la aparición de una bailaora fulgurante, Paloma Fantova, una gaditana que abraza el mar con su mirada y que se desliza por el escenario con una especie de fuerza primigenia e intolerable para los desalmados. Lo bordó Paloma, sobre todo taconeando con una fuerza y compás realmente estremecedor. La noche fue muy emotiva y se hizo preciosa a medida que el cante y el toque fueron abriéndose con la pecusión de Lucky Losada, que es un tipo capaz por sí mismo de acudir al encuentro con la sonanta con una armonía tan sutil como indescriptible. Yo eché de menos que Tomatito se hubiera metido un poco por otros vericuetos menos festeros para ahondar en el llanto melismático de su guitarra en esos caminos de Almería que él tan bien conoce. Pero el concierto estaba diseñado para otras cosas. El espíritu de Camarón de la Isla también estuvo presente al final, con ese laberinto de pasiones del Potro de Rabia y miel, el último disco del genio de San Fernando en forma de tangos premonitorios en los que José dejó una obra postúma y laberintíca, oscura y radical, en ocasiones inmarcesibles. En definitiva, dos horas de buen flamenco en las que Tomatito dejó un gran sabor de boca en una afición que responde cada año con la ilusión renovada. # Esta crónica la he publicado en Diario LA RIOJA

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