viernes, 28 de diciembre de 2012

LA REVOLUCIÓN CIUDADANA

En los albores de 2013, una vez superada la crisis maya y comprobado que el Armagedón parece programado para otro día, respiro atisbando con dolor el estado de la España desvencijada que hemos derruido. Un país no es una bandera ni un sentimiento, una Nación es un devenir de acontecimientos, un desfiladero a través del cual se han ido desarrollando generaciones de ciudadanos con cosas en común, entre ellas la búsqueda de la convivencia, el progreso y la libertad. Y España ha llegado al límite. La crisis ha hecho saltar un sistema que desgraciadamente se ha desencuadernado por la nula fiabilidad de sus contrapesos: la justicia es torpe, ineficaz y no cumple la máxima de que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Los partidos son amasijos de poder y máquinas electorales que sólo aspiran a perpetuarse: o mandando o esperando a mandar. La educación fracasa justificando su ineficiencia ahora de la misma forma que cuando las vacas eran gordas y los ordenadores se multiplicaban en las aulas. Pero lo peor de todo es que la sociedad apenas se revuelve ante el descuartizamiento de España. Todo el mundo especula apesadumbrado con la realidad. ¿Cuándo va a acabar esto?, mascullamos entre la impotencia y la rabia que genera ese número absurdo de gente en el paro. Ya no es tiempo ni de derechas ni de izquierdas, el discurso de este siglo no puede anclarse en el del pasado. Es momento de independencia, no al estilo de Mas, sino de tipos como Mas, de sus estados y de sus banderas. Quiero menos Estado y más empresas, más empresarios y menos burócratas, más trabajadores y menos sindicalistas subvencionados. Es el momento de la revolución ciudadana, de los que ven cómo se hunde todo y buscan soluciones, no subvenciones. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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