En esta maravillosa foto de Álvaro García (El País) se puede comprender y apreciar la ductilidad con la muleta de Morante; el toreo que surge como un flujo de los vuelos de la muleta, que embeben, persuaden, acarician e hipnotizan al toro.No carga la suerte, tampoco tiene la pierna contraria retrasada, pero está absolutamente relajado, naturalmente asentado, aislado, sí en mitad del ruedo pero en absoluta soledad, encerrado en sí mismo como Francis Bacon en su estudio.
Y torea para sí, sin miramiento alguno, con ese loco afán de lancear despacio, de andar despacio, de deshacerse por dentro con la máxima lentitud que su cuerpo le permita expresar.
Morante al natural en Madrid hace unas horas. Y la plaza, casi en silencio...