sábado, 20 de marzo de 2010

El mundo se detiene hoy en el Arnedo Arena con la corrida de José Tomás

José Tomás, el mito del toreo moderno, ha paralizado la ciudad con su vuelta a La Rioja tras más de diez años de ausencia

Julio Aparicio, José Tomás y Diego Urdiales inauguran esta tarde (17.30 h.) el 'Arnedo Arena' ante astados de la ganadería de El Pilar


José Pedro Orío es un tipo feliz. Aquella locura que emprendió en el Centro Riojano de Madrid cuando le ofreció a José Tomás (a bocajarro) la idea de venir tal día como hoy a Arnedo a «inaugurar la plaza de toros más bonita del mundo» se materializará esta tarde, cuando a partir de las cinco y media -en punto-, resoplen los clarineros y retumben los solemnes timbales del flamante 'Arnedo Arena' y Julio Aparicio, José Tomás y Diego Urdiales -desmonterados- hagan el primer paseíllo por el nuevo coso. «Llevo en una nube más de dos meses», asegura José Pedro, desquitándose méritos por doquier y asegurando que «Arnedo y La Rioja se lo merecen todo». Y el «todo» en el toreo tiene nombre y apellidos: José Tomás, el mítico torero de Galapagar que ha convulsionado a la ciudad del Calzado como nada ni nadie lo habían hecho hasta ahora. Manolo Soria, concejal de Urbanismo y el especialista en la Corporación en materia taurina, lo dejó claro desde el principio: «Va a ser algo histórico, pero nos esperan días de histeria». Y la histeria ha surgido por las entradas, por la expectación del acontecimiento y porque muchos han pensado que José Tomás les iba a entregar un Potosí en la reventa. Horas interminables de fila, desasosiego, alquiler de personas que guardaron toda una noche la cola, llamadas, cartas al director, picaresca... Todos los perfiles del ser humano se han citado en pos de las entradas. Pero más allá de las anécdotas está el toreo, la capacidad de convocatoria que tiene un espectáculo único en el que se cita la vida con la muerte, la belleza, lo estrafalario y un alimento para los aficionados que ni se puede medir ni tiene explicación: el compás, la gallardía del torero y la bravura del toro. Casi nada... José Tomás posee la extraña habilidad poética de encerrar un misterio. Nadie sabe explicar a ciencia cierta la razón por la que conmueve tanto, por la que se escriben ríos de tinta sobre su persona y su toreo. No hace declaraciones, apenas se conoce nada de su vida privada, no tiene página web, es complicado hacer un calendario de sus corridas y, en ocasiones, lograr un boleto para verle es una odisea. Pero habla en la plaza, es el torero de lo inconmensurable y cuando ha tenido que acabar con el cuadro lo ha hecho reventando cuantas plazas ha pisado: Barcelona, Madrid (siete orejas y tres cornadas en dos corridas), Málaga, Nimes... Pero existe también un José Tomás solidario -un tipo de notable interés humano, que escribió su biógrafo Carlos Abella- que se conmueve por los demás y que realiza gestas benéficas (casi en silencio, para que no se entere nadie) realmente conmovedoras: dona íntegros sus honorarios, monta una Fundación para favorecer a personas desfavorecidas y protagoniza una rebelión contra el anquilosado sistema taurino luchando como muy pocos por los derechos que considera suyos, es decir, de los toreros. No es un suicida, aunque se lo hayan dicho más de una vez a la cara o soterradamente; no es un loco, aunque esa imagen deformada haya calado en un cierto sector de la sociedad. Es un torero, quizás el mejor... Un torerazo que con la muleta o el capote tiene cada día el mismo empeño: torear más lentamente, con más pureza y en su muleta lleva un sol atlántico y mediterráneo, un sol a veces castellano que se mejicaniza cuando torea al ralentí al natural con una precisión insuperable. Y hoy está en Arnedo.

o La Rioja sabe a la perfección qué es conmoverse con el toreo de José Tomás y aunque sólo ha salido por la puerta grande de Haro y Arnedo, en Logroño dejó tardes memorables estropeadas por la espada José Tomás, que lleva más de una década sin torear en La Rioja (la última vez que lo hizo se remonta al 22 de septiembre 1999, cuando actuó en la vieja plaza de toros de La Manzanera de Logroño). Desde aquel día hasta hoy nada, sólo el eco de sus gestas y hazañas, especialmente las que ha protagonizado desde que reapareció el cinco de junio de 2007 en aquella memorable tarde en Barcelona ante astados de Núñez del Cuvillo -uno de sus hierros talismán- y con Finito de Córdoba y Cayetano como compañeros de terna.
1995 (Debut en Arnedo). El torero de Galapagar llegó al viejo coso arnedano en 1995 tras haber sufrido unos días antes una aparatosa cornada en Madrid. Actuó frente a astados de 'El Torreón', ahora propiedad del maestro César Rincón, y alternó con el cordobés José Luis Moreno y el salmantino Domingo López Chaves. Cortó una oreja a cada novillo -salió a hombros- y dejó una excelente impresión. No se llevó el Zapato de Oro, aunque se anotó el premio 'Antonio León' a la mejor estocada de la feria.

o 1996 (Presentación en Logroño). José Tomás tomó la alternativa en México el 10 de diciembre de 1995 y la de 1996 fue su primera temporada en España. El 18 de enero de 1996 sufrió una grave cornada en la plaza de Autlán de la Grana (Jalisco) que le provocó una gran hemorragia, teniendo que recibir varias transfusiones tras sufrir varias paradas cardiorrespiratorias. Confirmó su alternativa en Madrid el 14 de mayo de 1996, de manos de José Ortega Cano y en presencia de Jesulín de Ubrique. Cortó una oreja y se lanzó a las ferias. Llegó a Logroño el 23 de septiembre, cortó una oreja que le valió para repetir el 26 sustituyendo a César Rincón, con Juan Mora y Joselito en el cartel. Le devolvieron un toro de Zalduendo y estoqueó un sobrero de Cebada Gago.

o 1997 (triunfo sin orejas). Esta temporada fue la más larga en la carrera de José Tomás, ya que terminó el año con 79 festejos en sus espaldas. Aquel año se consagró como una de las máximas figuras del toreo gracias a tardes como la del 27 de mayo de 1997 en Las Ventas, en la que le cortó las dos orejas a un toro de Alcurrucén, merced a una faena basada en la mano izquierda sobre la que el crítico Joaquín Vidal escribió: «Llegó José Tomás, se echó la muleta a la izquierda y acabó con el cuadro». Al principio fue marginado en muchos carteles pero a las figuras del momento no les quedó más remedio que aceptarlo en sus carteles. En la feria de San Mateo se dejó anunciar en dos corridas. La primera de ellas ante toros de Buendía y un sobrero de Marcos Núñez. El descastamiento de los astados se materializó con dos silencios. Volvió el 26 de septiembre y se dio un atracón toreando al natural un astado de Loreto Charro. Falló con la espada y después le pitaron tras despachar un galafate impresentable de Sepúlveda en una tarde de remiendos ganaderos.
1998 (Aclamado en Logroño). José Tomás nombró como nuevo apoderado a Enrique Martín Arranz, dejó grandes tardes en Las Ventas y a lo largo del año hizo 72 paseíllos, 22 de ellos junto a Enrique Ponce. En Logroño lo hizo dos tardes; la primera de ellas con Enrique Ponce y Miguel Báez 'Litri'. Cortó una oreja tras demostrar su inmensa torería. Repitió el día 25 y aunque dejó momentos para el recuerdo, no fue capaz de cortar ninguna oreja ni de cuajar un toro como hizo en otras muchas plazas.

o 1999, la gran faena en Logroño. El Domingo de Resurrección de este año, en compañía de Curro Romero y Espartaco, se produjo el debut de José Tomás en la Real Maestranza de Sevilla, donde cortó una oreja en una de las dos tardes que toreó en la Feria de Abril. Sus grandes actuaciones a lo largo de esa temporada no se limitaron a la plaza de Las Ventas, ya que lidió en tres ocasiones en la plaza de toros Monumental de Barcelona, con gran afluencia de público, cortando un total de once orejas y, además, salió a hombros de otras muchas plazas. En Logroño actuó dos tardes seguidas en la feria de San Mateo, la primera de ellas fue silenciado en ambos toros (Zalduendo), aunque se recuerda un quite por gaoneras, y el día 22 no logró abrir la puerta grande por su deficiente manejo del estoque. Pero José Tomás, ante un toro de Manuel San Román evidenció todos sus poderes como artista: salió José Tomás y con la muleta empezó aguantando uno de esos terroríficos parones. Si quieto estaba el toro, más quieto se quedó el torero. Tragaron saliva él y toda la plaza al unísono y resolvió con un derechazo mandón como un cartel. Puso sitio entre su anatomía y la del descarado cornúpeta y acto seguido comenzó a brotar el toreo. El animal se continuaba colando y el de Galapagar se echó la pañosa a la izquierda para que rugieran los tendidos tras cada uno de sus naturales, algunos inverosímiles, con la cargazón y el viaje del toro absolutamente consumados en una belleza formal que casi parecía un ejercicio de estilo. Citó por dos veces con la derecha para cambiar la muleta de mano. En la primera casi viaja hasta el reloj, en la segunda obligó tanto la embestida que el animal se había convertido en un toro noble y con recorrido, cosas del toreo cuando se practica con pureza. Y así lo hace casi siempre José Tomás.

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