miércoles, 4 de febrero de 2009

Luis Francisco Esplá: «El trapío de un toro me importa tres cojones, lo que me asusta es su mirada»

Traigo a Toroprensa una entrevista que tuve la suerte de hacer hace cinco años a Luis Francisco Esplá en una de las últimas ocasiones que vino a Logroño a dar una conferencia. Este año todo indica que, tras muchas ferias de ausencia, volverá a nuestra ciudad y no se irá de los toros sin haber dejado su maestría en el nuevo coso de La Ribera. (La foto, magnífica, en de Juan Pelegrín).

Luis Francisco Esplá lo tiene muy claro: «La fiesta de los toros nació ya como un anacronismo y ha servido desde sus inicios para dividir a España en dos porciones. Siempre ha existido ese enfrentamiento y las declaraciones de Javier Sardá (que dijo que ‘telebasura’ es emitir una corrida de toros en televisión) responden a una rabieta para defender a su programa».
– ¿Por qué le parece que las corridas de toros son un anacronismo?
– Mire, si la nobleza hubiera sabido que sus alanceamientos a los toros desde un caballo iban a ser apropiados por el pueblo, por la sociedad rural hasta convertirlo en un espectáculo como el que tenemos, se hubiera dedicado a cortar cabezas a las gallinas. Porque este espectáculo, que tiene un origen totalmente popular, necesita, curiosamente, un ejercicio intelectual para lograr su comprensión, pero a la vez, también requiere no olvidarse de su epidermis. La pérdida del control del toro por la nobleza hace que ésta se convierta en ganadera en un principio –como hizo Fernando VII con la Real Vacada– y que los toreros estemos ahora inscritos en el Ministerio del Interior, como los ladrones, los narcotraficantes y los terroristas.
– ¿A qué obedece que su nuevo apoderado sea un catedrático de Márketing?
– En el toro como en la política existen muchas familias y clanes que se organizan como trusts. La decisión que he tomado responde a la búsqueda de una asepsia total en este sentido. Francisco Sánchez –el nuevo apoderado– es sobre todo amigo mío, tutor de mis hijos y cumplirá una función burocrática. De hecho, las decisiones artísticas las seguiré tomando yo.
– Esto puede significar que se vaya a dar un planteamiento diferente de cara a la próxima temporada.
– No. Yo no puedo torear cincuenta corridas de la manera en la que ahora lo hago. Por eso, yo no voy a hacer ningún tipo de bacarrá; eso no entra dentro de mis propósitos....
– Para los aficionados una de las cosas más impactantes es el trapío de un toro. ¿Cómo lo define usted?
– El trapío me importa tres cojones. Lo que me asusta de un toro es su mirada y su evolución en la arena. Ha habido toros de Santacoloma, pequeños y listos, que me han quitado el sitio para más de una temporada y que me han llegado a quebrar el ánimo. Yo defino al trapío como si fuera un señor muy gordo cabreado y la gente obesa son personas encantadoras; todo es apariencia, a la tercera copa, tan amigos. El que tiene mala leche es el canijo, tanto mental como físicamente.
– ¿Cómo define a la torería?
– Eso es el toreo visceral, el que anda por la plaza como si estuviera en su casa, el que hace lo que hace en el ruedo lo que le apetece y punto. La torería es la naturalidad de un artista sin pararse a argumentarla.

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