martes, 19 de septiembre de 2006

Los toros del Pleistoceno

En algunas ‘disciplinas’ de la vida los clásicos no terminan de ponerse de acuerdo en la importancia del tamaño. En los toros, tampoco. Sesudos tratados de tauromaquia especifican que el volumen de los astados está en relación a su encaste o procedencia. Así, los vivaces santacolomas no tienen esqueleto para aguantar demasiadas arrobas y los descompuestos atanasios sí, porque la armadura ósea que los sustenta es poderosa como los listones de los puentes atirantados y el juego de pesos y contrapesos de su esqueleto aguanta sin problemas el inobjetable influjo de la gravedad. Hasta ahí, todo el mundo se muestra afín con la teoría. Pero los toros de ayer, zancudos según la jerigonza habitual del toreo y ‘despegados del suelo’ tal y como los definen muchos de los ciberperiodistas de los diferentes portales de internet, ni se sujetaban como puentes atirantados y ni mucho menos contribuyeron al solaz disfrute de los aficionados. Salió el primero, un ‘pavo’ de 634 kilos y enseguida se vio que aquel monumental galafate tenía el alma de un azucarillo. Parecía un toro del Pleistoceno o del Mioceno, que estas etapas siempre me confunden y me llevan al dislate. Un toro vacío de contenido que desde el principio se vio que no le acompañaban las fuerzas más que para pavonearse en la dehesa o para buscar el turrón en la entrepierna de ‘Caminante’, el pobre manso, que fue sexualmente acosado en el apartado por los siete pupilos de Javier Pérez Tabernero. Y en éstas salió el sobrero ‘Pitito’, otro buen mozo de alma ausente que se pasó toda la lidia huyendo despavorido cuando Ponce le ofrecía la muleta. A este ejemplar sólo le faltaron 29 kilos para llegar a los setecientos. Una barbaridad, a decir del propio torero que venía confiado de romper su maleficio con Logroño. Un año más, la gran figura valenciana pasa por San Mateo sin dar paso a la mascletá. Ni Ponce ni Castella, que ni enviando la montera a los belfos de ‘Pitiuso’ se dio cuenta de que mejor que el tamaño son las distancias.

Toros de Javier Pérez Tabernero, gigantes, zancudos y mansos, rajados y sin fuerzas. El 1º, devuelto; el sobrero otro galafate. Una corrida sin trapío y de romana exgeradísima.
Enrique Ponce: silencio y saludos tras aviso; El Fandi: oreja y silencio y Sebastián Castella: palmas tras dos avisos y silencio tras dos avisos. Plaza de La Ribera de Logroño. 2º de feria. Más de tres cuartos de entrada.

gracias por visitar toroprensa.com

Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

Queda permitida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta bitácora, en cualquier forma o modalidad (Siempre y cuando se cite al autor)