Los toros en Francia

André Viard, presidente del Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas de Francia, fue matador de toros, es un impresionante divulgador del hecho tauromáquico por el mundo gracias a su revista ‘Terres Taurines’ (que tiene una cuidadosísima edición en español en la que indaga en los orígenes de la raza brava como no lo había hecho nadie hasta el momento) y ha sido el gran promotor de un acontecimiento extraordinario: el reconocimiento por parte de la República Francesa de los toros como parte de su Patrimonio Cultural Inmaterial. Es decir, mientras en una parte de España se prohíbe la tauromaquia (a no ser que el Tribunal Constitucional diga lo contrario antes del uno de enero de 2012), en el país vecino se la reconoce como cultura y tal como aseguró el propio Viard: «Somos el primer país taurino en el mundo en dar un paso que obedece exclusivamente a criterios científicos». Y es que al contrario de lo que sucede en España, donde los toros han entrado en la batalla política con confusiones que nada tienen que con la realidad, en el país vecino las corridas de toros están por encima de las ideologías y une opciones políticas contrarias entre sí. Nicolás Sarkozy se ha dejado ver por Las Ventas y la Maestranza, mientras que la que fuera su contrincante en 2007, la socialista Ségolène Royal, confesaba en una entrevista en plenas elecciones presidenciales que «la corrida es un espectáculo magnífico». O el jugador de fútbol retirado de la selección gala y el Manchester United, Eric Cantona, tan polémico por sus ideas y propuestas  antisistema, y que asiste a multitud de ferias por toda la geografía taurina y que algún año ha venido a San Mateo. Desde la época romana en el sur de Francia se ha jugado con los toros. De hecho, todavía pervive en la Camarga (zona cercana a Arles y Nimes) un tipo de corrida propia, llamada en francés ‘course libre’ y otro estilo, el landés, en la zona suroeste del país. Pero esta edad de oro del toreo en Francia tiene mucho más que ver con la importación de la corrida a la española, que se introdujo en la vascofrancesa ciudad de Bayona el 17 de enero de 1701, cuando  Felipe V viajó hasta España para ser coronado. Sin embargo, como indica Marc Lavie, fue en 1853 cuando la corrida de toros, a la usanza ibérica, se instaló en el sur de Francia con los festejos organizadas en el barrio bayonés de Saint-Spirit, en las que actuaron las principales figuras de aquella época: Francisco Arjona ‘Cúchares’ y Antonio Sánchez ‘El Tato’.  Ese mismo año se empezaron a dar corridas en dos de los cosos taurinos más impresionantes del mundo, los coliseos romanos de Arles y Nimes.

El mapa taurino galo
El mapa taurino del sur de Francia se divide en dos zonas bien diferenciadas: la mediterránea, que abarca desde la ciudad fronteriza de Céret, hasta la zona de Nimes; y la atlántica, que llega desde los Pirineos hasta  las inmediaciones de Burdeos. Una decisión del Tribunal de Pau delimitó los Departamentos franceses donde se pueden celebrar este tipo de espectáculos: Aquitania, Midi-Pyrinées, Languedoc-Rosellón y Provenza-Alpes-Costa Azul.

El toro de la Camarga
Como explica Ángel López Alemán, el toro camargués es mas pequeño que el español y su color predominante es el negro, mas fino pero atlético y con mayor papada: «Si hay algo que destaca son sus cuernos veletos que le otorgan una presencia poderosa y agresiva. Su comportamiento en general es mansurrón, pero hay que partir de que nos encontramos ante un animal que ha vivido semisalvaje y que pese a que se ha ido agrupando en ganaderías (manades) no es el toro bravo español, sencillamente tiene su forma de ser, es diferente y único al mismo tiempo». En la corrida camarguesa los participantes –llamados ‘razeteurs’ – tienen que hacerse con un rosetón que lleva el toro entre los cuernos. El ruedo tiene forma de elipse y la barrera es baja para facilitar el salto de los corredores sobre unas barras y peanas que ayudan a librarse de las embestidas y los espectaculares saltos de los toros.
Escribe Marc Lavie en la revista oficial de Las Ventas que Francia cuenta más de treinta ganaderías con variedad de encastes de origen español. Están situadas en las zonas de la Camarga y de la Crau. Son los ‘Jandillas’ de Bruno Blohorn y Olivier Fernay; los ‘Marqués de Domecq’ de los Hermanos Jalabert; los ‘Sampedro’ de Gallon; los ‘Valdefresno’ de Olivier Riboulet o los ‘Núñez’ de Tardieu, entre las más importantes. Cerca de Beziers tiene su ganadería el empresario taurino Robert Margé, que mantiene separados encastes de Núñez del Cuvillo, Santiago Domecq y Cebada Gago. Al pie de las Alpilles, Marie-Pierre Callet tiene su ganadería de Málaga con reses de Murube compradas a Fermín Bohórquez. En el Suroeste pastan las ganaderías de El Palmeral, formada con la antigua camada de Antonio Ordóñez; de ‘Camino de Santiago’, con procedencia Marqués de Domecq; o del Lartet, con encaste Cebada Gago.
La ganadería francesa más antigua fue fundada por Joseph Yonnet, al comprar en 1869 las seis primeras vacas españolas que llegaron a Camarga, marcadas con el hierro de Carriquiri. Un descendiente suyo, Hubert, fue el primer ganadero francés que debutó en España, lo hizo en Barcelona y ha lidiado en Madrid y Sevilla.

El torismo francés
Conviene no pasar por alto que en el país vecino se da un fenómeno que prácticamente ha desaparecido en España: el gusto por los encastes en vías de extinción y el respeto máximo de la afición hacia la suerte de varas. Ganaderías que prácticamente tienen su coto vedado en España encuentran en Francia lo que se ha venido a llamar «mercado natural». Ahí están los ejemplos de hierros como Joaquín Moreno Silva, Fernando Pereira Palha, Tomás Prieto de la Cal, Coquilla o divisas de Santacoloma y Saltillo que lidian sus camadas en diversas plazas francesas. Existen cosos que han jugado sin ambages este papel de toristas y logran llenar los tendidos sin el reclamo de las figuras. El máximo exponente es Céret, al que se suman Vic-Fezensac y Orthez, entre otros.

Las principales Arenas
Las principales plazas de la zona mediterránea son las de Nimes (un enorme anfiteatro datado en el año 27 a.C., con capacidad para 16.300 espectadores y cuenta desde 1989 con una cubierta móvil y un sistema de calefacción); Arles (otro anfiteatro calificado como Patrimonio de la Humanidad y capacidad para 14.000 personas), o Béziers, que funciona regularmente desde la década de los años 20 del siglo pasado. En la vertiente atlántica destaca Bayona, su coso se llama ‘Lachepaillet’ y se inauguró en 1893. El primer paseíllo lo hicieron los matadores de toros Valentín Martín, Fabrilo y Jarana, que se las entendieron con un encierro de La Patilla. Su capacidad es de 10.800 espectadores y desde 1985, la ciudad de Bayona compró la plaza, rebautizándolo con  el nombre de Arènes Marcel Dangou.  Otro coso ilustre es el de Dax, inaugurado en 1913 con toros de Guadalest, situado en el centro de un espectacular parque y que ofrece dos ferias a lo largo del año. En esta zona no se pueden olvidar otras plazas como Mont-de-Marsan, Vic Fezensac, San Vicent de Tyrosse, Arzaq, Orthez, Saint Server, Eauze, Hagetmau, La Brede o muchas otras. Todo este florecimiento de plazas resulta más llamativo si se tiene en cuenta que cosos de capitales de provincias tan importantes como Burdeos, Marsella o Tolouse cerraron sus puertas a principios de los años sesenta. Otras cogieron su testigo para alcanzar cotas insospechadas en aquellos años, con un aumento de corridas que van de las 32 que se celebraron en 1967 a las 73 del año pasado, sin contar con novilladas y rejones.

París tuvo una plaza de 22.000 espectadores
Muy pocos aficionados conocen que junto a las Arènes Parisiennes ubicada en el Quai de Nueva York y destinada a las corridas landesas, la capital francesa contó con dos plazas de toros con ocasión de la Exposición Universal de 1889. La Plaza de la Exposición era de madera, contaba con palcos, y se erigía en el Campo de Marte. Poco después fue anunciada la construcción de una gran plaza en la rue Pergolese, junto al Bosque de Bolonia. Ganaderos y empresarios españoles financiaron los tres millones de francos que costó, con el apoyo también de la Embajada española. La plaza tenía 800 metros cuadrados, estaba construida en ladrillo y viguería de hierro, sobre sólidos cimientos de piedra. Tenía 116 palcos. Y una capacidad para 22.000 personas. La corrida inaugural fue de Veragua y La Patilla, y fue lidiada por Currito, Felipe García, Ángel Pastor y Paco Frascuelo. En esta plaza lidiaron también figuras como Lagartijo, Frascuelo, Mazzantini, Caraancha, Guerrita... El 6 de noviembre de 1892, sin embargo, la plaza cierra sus puertas, la empresa se declaró en quiebra al año siguiente, y fue demolida.
El primer matador francés del que se tiene noticia es el landés con bigote Félix Robert. El más importante de la primera mitad del siglo XX fue Pierre Pouly, que recibió la alternativa el 7 de agosto de 1921 en el coso de Barcelona. Tuvo buen cartel en España e incluso en Venezula y se retiró de los ruedos en 1932. Hasta la irrupción de Sebastién Castella, el torero más importante de Francia fue Christian Montcouquiol Nimeño II, que encabezó el escalafón de novilleros en 1976 e hizo el paseíllo en casi todas las grandes ferias. Su escalada la paró un Miura en 1989. A raíz de su estela apareción un grupo de toreros muy importante: Richard Millian, Patrick Varin, Denis Loré. En la actualidad destacan Castella, Juan Bautista y una nueva hornada de novilleros que dará de qué hablar.

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