sábado, 1 de febrero de 2020

LA RARA BELLEZA FRÁGIL

Rafael Riqueni es un guitarrista que es mucho más que un guitarrista pero que se siente en el fondo de su alma guitarrista flamenco. Personalidad absolutamente frágil; sus pasos por el escenario como un pajarillo aterido, sus palabras discretas y medidas, su parsimonia excelsa, su concepto único más allá de su cansancio o de su falta de dedos. Llegó a Logroño desde Sevilla para presentar ‘Herencia’, su noveno disco, una obra que pasará a los anales y que estoy deseando que se publique porque configura un racimo de palos flamencos al palo seco de su guitarra portentoso con un tema que es absolutamente genial, la ‘Farruca bachiana’ dedicada a Mario Maya. El sonido y la apertura que se deslizaba casi como una colombiana, con el trino de la guitarra de Rafael que en ese momento se convierte en inconfundible. Y después el ancho mar de la revuelta sobre sí misma en un arco melódico sublime y casi de contrapunto con el diálogo de una mano en el alma y la otra en el centro del mástil para acoplar los sonidos más graves en un juego de escalas que iban acercándose sin prisa a los fraseos últimos con dos breves silencios para abordar una frase delicada y frugal. Es una de las farrucas más hermosas que he escuchado nunca y creo que con la siguriya dedicada a Paco de Lucia, las dos cumbres de ‘Herencia’. La obra es una belleza. Si la memoria no me falla, comenzó con la granaína dedicada a Morente (Triste luna); las sevillanas se las dedicó a Manolo Sanlúcar (Aires de Sevilla) y la soleá a Serranito (Café de Chinitas). Antes había dibujado la sublime Farruca. Al maestro Enrique de Melchor le conjuró unos aires murcianos con infinidad de matices de melódico aliento (Minerico), las alegrías a Pepe Habichuela (Herencia), las bulerías a Tomatito (Nuevos sones) y acabó sufriendo con unos tangos llamados Pureza en recuerdo de Joaquín Amador.
Fue como un conjuro de guitarras, con su trémolo tan personal pero sin ninguna clase de abuso. La exigencia de su sonido tan perfecto le descompuso en alguna ocasión por la extrema dificultad narrativa de alguna de las piezas, en las que Rafael no se da a sí mismo ni la menor concesión técnica ni expresiva. No hay tregua. Es esa música la que le habita en la cabeza la que fue escribiendo con la increíble sucesión de tonalidades. El aire sevillano de las sevillanas más melódicas, la profunda sobriedad de la soleá, el palo flamenco por excelencia, con el compás de los aires de Triana y la granaína de Enrique, con un juego de contrastes y colores...
Acabó Rafael en belleza. Moon River, My Way, Amapola... Una hilada con otra como si fuera un plano secuencia de una película musical. A veces las guitarras hablan. La de Rafael susurra. Más allá de la técnica, más allá de la velocidad y de la metralleta. En el fondo de su mirada está la música que le atraviesa, el flamenco que le corre por las venas, por las pupilas, que se le resbala por esa mano derecha suave como esta primavera que ha llegado en el invierno del cambio climático. Rafael nos traslada a la belleza. ¡Gracias maestro!

XXIV JUEVES FLAMENCOS Guitarra en concierto: Rafael Riqueni. Teatro Bretón de los Herreros. Lleno. Segundo concierto del ciclo. 30 de enero de 2020.

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