jueves, 30 de enero de 2020

«Con Albéniz comencé a ver los colores de España con otros oídos diferentes»

Rafael Riqueni, que vuelve a Logroño tras cuatro años, presenta su nuevo disco en el Bretón (20.30 h)

Rafael Riqueni (Sevilla, 1962) vuelve esta noche al Teatro Bretón. Lo hace cuatro años después de su memorable actuación con Estrella Morente y tras presentar ayer mismo en el Lope de Vega su último disco ‘Herencia’: «Me siento muy bien, he pasado por unos momentos muy oscuros en mi vida, pero ahora soy feliz. Compongo, siento la guitarra y me conmueve tocar», explica el maestro sevillano, uno de los últimos genios del flamenco; compositor, autor de varios de los discos más personales de la historia y tocaor de referencia de grandes maestros: «Con Enrique Morente estuve toda una vida, pero he tenido la inmensa suerte de tocar para muchos. Me acuerdo de una soleá en Sevilla con José de la Tomasa. Flamenco puro», sonríe Rafael, que atiende a Diario LA RIOJA desde un aparcamiento de Sevilla de camino a un ensayo. «Tengo a mi lado a mi hijo y eso es una de las mejores cosas que me pueden pasar».
–¿Qué significa ‘Herencia’?
–Lo he planteado como un legado y un homenaje a los guitarristas de la generación que me precedió y también al bailaor Mario Maya, al que le he compuesto una farruca inspirada en Juan Sebastián Bach. Es curioso, comencé a componerla en casa de Mariana Ovalle –su viuda– y me salieron unos acordes que me recordaban la música de Bach. Lo dejé, y al cabo del tiempo retomé la idea inicial de aquella composición. He acabado construyendo la farruca con muchas influencias de ese maestro de maestros. La otra persona que no es guitarrista y homenajeo en ‘Herencia’ es a Enrique Morente. Y claro, Paco de Lucía, con una seguiriya; además de Enrique de Melchor, Manolo Sanlúcar, Serranito, Pepe Habichuela, Tomatito o Joaquín Amador.
–Siempre ha sentido una gran pasión por la música clásica…
–Me ha enriquecido mucho como compositor, me ha abierto la mente y además, ha sido muy importante para la inspiración a la hora de crear nuevos temas. Esta relación con el mundo clásico me llegó en mis inicios cuando escuché por primera vez la ‘Suite Iberia’, de Isaac Albéniz. Me dejó absolutamente enamorado; más aún, comencé a ver los colores de España con otros oídos diferentes. Es increíble la forma en la que rezuma toda la reminiscencia que tiene de lo popular y de la sutil y bella relación que estableció con el flamenco. Constituyó mi puerta de entrada para conocer a otros compositores españoles como Turina, Falla o Granados, y lógicamente, después a Mozart y Bach.
–¿Es muy diferente a su anterior obra, ‘Parque de María Luisa’?
–Claro, en el ‘Parque’ me planteé un recorrido sentimental y espiritual por los rincones de este lugar tan mágico de Sevilla en forma de cuento, con mucha nostalgia y romanticismo. ‘Herencia’ es un disco puramente de guitarra flamenca, con tonalidades muy distintas y sin orquestación de ninguna clase. Toco yo solo y solo se dobla la guitarra en unos tangos y poco más. Es un disco flamenco por encima de todo.
–¿Está en aquella vereda del disco que grabó en Alemania en 1987?
–Puede ser, pero con una diferencia de treinta años. Ha pasado mucho tiempo y mi mentalidad y la forma del ver la música ha cambiado mucho en mi interior. Me hablan de él los aficionados, valoran que sea una guitarra sola y, de alguna manera, lo he querido hacer de esa forma porque se echa mucho de menos ver una guitarra sola y desnuda en un escenario. Me siento concertista y esos momentos en el escenario son únicos.
–Rafael, usted ha sido un músico con muchos avatares de salud y con periodos muy largos de silencio. ¿Cómo se encuentra ahora?
–Me siento en un gran momento, bien de salud y equilibrado con mi tratamiento. Estoy muy feliz y con muchas ganas de tocar. Tengo firmados bastantes conciertos por España y Europa y en marzo actúo en el Auditorio Nacional. No puedo pedir más porque he salido de los fondos más oscuros y nadie podía esperar que me recuperara de tal forma.
–¿Ha vivido momentos muy duros?
–Tremendos, todo en mi vida era de un color absolutamente gris y solo me rodeaba la impotencia.
–¿Cree que el flamenco le ha salvado la vida?
–Sin duda. La guitarra me ha ayudado siempre y en todos los sentidos. Estuve en prisión durante dos años y ella siempre estaba presente a mi lado. La tocaba todos los días, me servía para hacer dedos. Recuerdo que tocaba muchos temas de Paco de Lucía, la Guajira antigua, el zapateado... También de Niño Ricardo, de Mario Escudero, Sanlúcar, Sabicas, de todos los que me acordaba. Pero lo que no podía era componer allí encerrado; se me hacía imposible.
–¿Cómo compone ahora?
–Lo hago de oído, he dejado de escribir la música como hacía antes. He vuelto a tocar flamenco y a utilizar las formas que acostumbraba antes de saber música.
–¿Y le ha cambiado mucho a la hora de crear?
–Todos los procesos creativos son distintos y en esta ocasión ha sido algo apasionante y gozoso. Cada vez que lograba una falsea nueva me sentía absolutamente feliz.
–¿Es tan duro componer?
–Después de estar tocando muchas horas vas encontrado cosas. Cuando tienes hilado el tema comienzas a descubrir las partes que más te gustan. Lo más difícil reside en cómo empiezas. Si te planteas una soleá siempre me digo: ¿Y ahora qué hago?
–Pero luego sale...
–Es la música.

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