martes, 12 de julio de 2016

Ni el mulo ni el ciervo

Talavante roza la puerta grande tras una buena faena al quinto, un toro de grandísma clase, y López Simón paseó una oreja 'pamplonica'

Diego Urdiales se estrella en Pamplona con un lote insoportable de Jandilla

Ni el mulo que abrió la corrida ni el ciervo colorado de Jandilla que salió en el turno de la merienda. Ni el hondo primero llamado 'Fenicio' ni el disparatado cuarto -que parecía un venado por lo aparatoso de su encornadura color caramelo- dieron la más mínima opción a Diego Urdiales de materializar algo parecido a su tauromaquia ayer en Pamplona, en la primera corrida de figuras en la que el riojano ha hecho el paseíllo en La Monumental y de la que se fue con el sabor a hiel de ese desdichado idilio que parece haber pactado con el infortunio en los lotes. De seis hubo cuatro toros para poder torear y uno de ellos realmente excepcional, el quinto, bautizado 'Decana' y que derrochó clase, humillación, ritmo y una enorme profundidad. Este toro es ya candidato al premio al cornúpeta más bravo de la feria y Alejandro Talavante (que perdió las dos orejas por la espada) demostró con su embestida el gran momento por el que atraviesa. Su faena de fue de auténtico impacto, de mucho ritmo pero en la que quizás faltó la profundidad que desparramaba el nobilísimo toro. Talavante dibujó muletazos sedosos, largos, reunidos, pero quedó, como en casi toda su temporada, una extraña sensación de ligereza. El diestro extremeño está en un nivel casi inalcanzable, anda por el ruedo con una facilidad exultante pero no cuaja a los toros, especialmente con la mano izquierda, con esa hondura y la profundidad que lo convertirían en un torero extraordinario y único. Aunque hizo cosas increíbles, como la arrucina de rodillas con la que comenzó la faena al primero: porque hay que tenerlos de amianto para colocarse en el centro del ruedo de Pamplona y esperar al torazo aquél con la muleta de rodillas por la espalda y dejarle pasar por el costado con toda la furia intacta. A mí me levantó del sillón este Talavante rampante como un león, valiente y torero como pocos y que ensaya cosas realmente inauditas.
 La pena es que Urdiales apenas pudo hacer algo más que nada. El primero se paró a las primeras de cambio; se puede decir que no lo picó, pero echó la persiana tras el brindis del riojano al cielo de Víctor Barrio. En el cuarto, el alce que salió cuando la merienda, sucedió algo parecido. No le metieron las cuerdas y se desinfló en la primera serie. Diego lo intentó baldíamente por ambos pitones ante una embestida totalmente hueca. A los dos toros los pasaportó con habilidad y la tarde se le fue con más pena que gloria. López Simón cortó una orejita fácil al tercero y a punto estuvo de cortar otra más facilona al sexto. o Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja

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