miércoles, 23 de septiembre de 2015

ESTO ES EL TOREO

Una tarde para el recuerdo en Logroño. Se me agolpan las emociones, las sensaciones vividas de puro toreo, de bravura, de entrega, de intensidad, de belleza, de peligro, de emoción, de coqueteo de la vida con la muerte, de la grandeza de este espectáculo apasionado y apasionante. Una tarde como la de ayer te reconcilia con el tuétano mismo de esta afición, de la inmortalidad de un espectáculo en la que mueren con extrema gallardía seis toros bravos y como sucedió ayer en Logroño, dos tipos son capaces de jugarse los muslos como si no les esperara más porvenir que el toreo, que la grandeza misteriosa del único espectáculo que sobrevive en el siglo XXI sin los falsos artificios de lo acontecido. La plaza de toros de Logroño vibró con tan intensidad que crujieron sus cimientos: increíble encuentro entre dos hombres con seis toros bravos para crear una belleza y unas sensaciones que tardarán tiempo en desvanecerse en las alcobas de nuestra memoria. Diego Urdiales estuvo sencillamente inconmensurable, arrollador, intratable. La verdad es que ahora mismo no hay muleta en el toreo capaz de hacerle sombra. ¡Dónde se coloca este tío! Es imprersionante el lugar en el que ocupa frente al toro y después cómo lo lleva, tan cerca, tan rotundo, tan despacio, que la plaza enloqueció en oles ante tanta verdad. La faena al segundo de su lote, un toro bravo de verdad, fue impresionante. Quizás una de las más grandes de su vida y una de las profundas de toda la temporada. Fue todo perfecto, desde el inicio por bajo hasta el estoconazo. Dos orejas inapelables, dos orejones de ley que paseó como un héroe, el gran héroe de La Rioja y del toreo contemporáneo. No se le puede pedir más: torear como Dios y jugarse la vida como un perro. Se pasó tan cerca los pitones que se llevó un varetazo en la rodilla en uno de los naturales más reunidos de la temporada. Genial Diego, que después, con el quinto, noble y bueno, hizo tantas cosas bellas que la emoción ahora surgía por una lentitud inaudita, milimétrica, casi imposible torear tan al ralentí. La plaza loca y Logroño entregado. Y Castella no quisó perder la pelea, el torero de Bèziers, se la jugó en el cuarto y logró otras dos orejas basada en una faena de las de su firma. Desprecio por la vida en un inicio brutal y toreo largo de entrega. Faena que fue a más con otro gran toro al que entendió de principio a fin y al que remató con otra gran estocada. Enorme Castella, que sacó raza de figura para no desengancharse de lo que estaba sucediendo en la tarde. Y no era fácil, hay que tener alma y corazón de figura grade para sobreponers. Y a fe que lo hizo, tanto que con el sexto, cuando la tarde parecía ya vista para sentencia, fue dramáticamente volteado y sin apenas mirarse a sí mismo, siguió toreando con una entrega descomunal. La plaza estaba ya irrefrenable, extasiada de toreo, de bravura, de grandeza. Ha sido una gran feria de San Mateo con dos tardes de enorme nivel, la del toro de Jandilla al que Urdiales desorejó tras una gran faena, y la de ayer, con dos toreros que salieron sin complejos a explicar a la afición (y a las miles de personas que la vieron a través de la pequeña pantalla) que el corazón de un torero, cuando sale un toro bravo, tiene tanta fuerza que es capaz de desafiar a un volcán. Puro magma, pura verdad, pura torería.

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