miércoles, 30 de septiembre de 2015

AGUACLARA, GRAN NOVILLO

Foto: Justo Rodríguez
Aguaclara fue un novillo extraordinario, bravo, repetidor, humillando siempre, largo en sus embestidas incansables, precioso de hechuras, bajo, astifino, de viga amplia, con las pezuñas breves y reunidas, castaño claro y con esa belleza que otorga a la estampa de un astado lo acaramelado de su cuerna. Un novillo nada fácil porque embestía a todo gas y le hizo pasar un trago a Filiberto, que no fue capaz de domeñar aquel torrente a pesar de la generosa oreja con la que le premiaron los aficionados. Un novillo así, hasta el momento el mejor de cuantos se han lidiado este año en el Arnedo Arena, lleva en su astas una llave para los toreros. Pero hay que acertar porque con ella se pueden abrir o cerrar innumerables puertas. ¿Qué falló en la faena? Especialmente dominio, la muleta no mandó casi nunca, a pesar de que Filiberto ofreció distancia y generosidad en los embroques, pero la realidad es que no fue capaz de imponer mando y la mayoría de los muletazos carecían de toreo, de profundidad a pesar de la ligazón. El toro se fue adueñando de la situación y especialmente con la muleta en la izquierda se apreció claramente que Filiberto estaba a merced del astado. Una pena. El público premió al joven espada y saludó una preciosa vuelta al ruedo a un novillo que puja desde ese momento a todos los premios. Pablo Aguado vino a Arnedo con la pierna destrozada. Hizo un esfuerzo descomunal y la suerte se mostró esquiva y caprichosa. Tuvo, de lejos, los dos únicos novillos que no dieron opciones en toda la corrida y con ambos se la jugó a carta cabal, resultado volteado en varias ocasiones. Pero Aguado demostró que posee un concepto puro de la tauromaquia, que tiene mucho valor y que no le cuesta pisar esos terrenos en los que el ruedo quema. Se coloca muy bien, busca jugar los vuelos y es capaz de dar cuatro faroles de rodillas de primeras a un toro, tal y como hizo con el peligroso quinto, con el que luego se pegó un arrimón de los que quitan el hipo. El debutante mexicano Adame dio un recital de destoreo. Es duro escribir así de un joven novillero pero su concepto sólo tiene un fin, cortar orejas por la vía rápida del efectismo. Es hermano de Joselito Adame y ha copiado precisamente lo peor de su tauromaquia. Quizás lo mejor fueron las zapopinas que realizó en un quite a su primer novillo. A partir de ahí se empeñó en lo accesorio y sus dos faenas se fueron desinflando a medida que se acumulaban los muletazos sin solución de continuidad. Mal camino para uno que empieza. o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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