martes, 6 de mayo de 2014

La dimensión de un torero de verdad

Foto: Carmelo Bayo
Diego Urdiales logra la única vuelta al ruedo en Madrid tras una faena para la que se pidió la oreja

Tarde muy importante de Diego Urdiales en Madrid ante una dura corrida de los hermanos Lozano que apenas ofreció territorios para el lucimiento a ninguno de los tres espadas. El riojano logró la única vuelta al ruedo de la tarde tras una faena de gran exposición para la que el público de Madrid pidió mayoritariamente la oreja. Pero don Trinidad López-Pastor, el usía de turno, sacó el medidor de pañuelos, cubicó el porcentaje, se mostró impávido ante el clamoroso flamear de moqueros y se guardó el suyo en ese arcano presidencial del que nadie tiene noticia ni la mínima pista para descifrar el motivo último de conceder el trofeo o no. Y fue no. Pero mucho más allá del premio peludo estuvo la dimensión que ofreció el diestro de Arnedo ante su primer toro de la tarde. Resulta imposible hacer más con menos, estar más cabal y torero ante un astado muy exigente y reservón con el que Diego se la jugó a carta cabal. El toro, cinqueño, tenía por delante dos puñales astifinos. El pitón derecho era impresionante, largo como las noches de invierno y tan buido que parecía un bisturí. Le dio igual a un torero que mandó de principio a fin sobre el ruedo y que dibujó una faena palpitante que tuvo por el lado derecho los momentos de mayor intensidad. A todo esto hay que sumar un viento que no dejó de molestar en todo el festejo y la embestida de un Núñez agresivo y fiero que siempre se metía por los adentros y que no le iba a perdonar ni la más mínima duda. Diego comenzó por abajo con un fajo de doblones toreros y mandones para explicar a ‘Pantera’, que así se llamaba el bicho, quién era el que iba a imponer su ley sobre el ruedo. El riojano planteó sabiamente la faena en el tercio, se colocó en la rectitud de la embestida, y comenzaron a brotar los muletazos en redondo sin solución de continuidad, embebiendo con los vuelos el hocico del burel y sin perder ni un paso para dejar que la anatomía del toro pasara a milímetros de los tobillos del diestro. En una de sus tarascadas estuvo a punto de llevarse al torero por los aires y le robó la muleta del brazo con una violencia inusitada. Al genio del toro Urdiales respondió con fiereza, con inteligencia y con esa torería añeja con la que logró conectar una vez más con la afición de Madrid, metida ya desde ese momento en la faena maciza que estaba planteando como si el toro fuera medio bueno. Al natural fue imposible, pero logró una tanda meritoria antes de introducirse en los terrenos del toro ofreciendo el medio pecho, enfrontilado con los pitones y sacándose la muleta por abajo con un asiento impropio de alguien que ayer debutaba en la temporada. Se tiró a matar o a morir, agarró una estocada algo tendida y el presidente dictó sentencia. La vuelta al ruedo fue unánime y en el rostro de Diego Urdiales afloró esa tímida sonrisa de alguien que interiormente sabía que lo hecho ahí estaba. El segundo de su lote, de casi seiscientos kilos, fue un manso de libro. Huía de los picadores, coceaba los petos y, de nuevo, Urdiales se hizo presente en el ruedo con la misma prestancia para poner orden en aquel festín y no permitir que la lidia fuera un correcalles. Hubo un momento que pareció que podía fraguarse la faena. Comenzó de nuevo por abajo, con doblones rocosos para rebajar los humos al manso y sacárselo a los medios para intentar armar la lidia por el pitón derecho. Entonces se sumó tal vendaval que el riojano fue incapaz de poder dar una serie. El toro, además, empezó a desparramar la mirada como ausente de todo y la porfía quedó en prácticamente nada porque el toro literalmente había decido esfumarse. Volvió a andar muy bien con la espada y así finalizó el primer capítulo venteño de Urdiales esta primavera. Antonio Ferrera estuvo superior en el cuarto de la tarde en una faena en tablas basada en el pitón izquierdo. Con el primero nada pudo hacer a pesar de su asolerado oficio. El mexicano Zaldívar pasó desapercibido y dio la sensación de que la tarde le pudo más de la cuenta a pesar de su valor.

o Corrida Goyesca del Dos de Mayo de Madrid (2014)
Toros de las ganaderías El Cortijillo (3º y 4º) y Hermanos Lozano, bien presentados, serios, hondos. Una corrida mansa, descastada, dura de pelar y de nula fijeza. El más noble fue el 4º, que tuvo un buen pitón izquierdo. El primero de Diego fue muy agresivo y el segundo, un manso de libro de imposible lucimiento. Antonio Ferrera: Silencio y ovación tras dos avisos. Diego Urdiales: Vuelta al ruedo tras aviso y sileencio. Arturo Saldívar: Silencio tras aviso y silencio. Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). Dos tercios de entrada en tarde soleada y muy ventosa.

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