viernes, 16 de mayo de 2014

Aquellos silencios del abuelo

Andrés Pascual ofrece esta tarde el Pregón de Primavera del Club Taurino

«No concibo la vida sin los toros como me es imposible entenderla sin mi abuelo Gonzalo Carrillo», explica el escritor logroñés


«No concibo mi vida sin los toros de la misma manera que me es imposible entender mi existencia sin la figura de mi abuelo Gonzalo». Así se expresa el escritor y abogado logroñés Andrés Pascual que esta tarde, a partir de las 19,45 horas, ofrecerá en la Fundación Caja Rioja de Gran Vía el Pregón de Primavera del Club Taurino Logroñés. En realidad el autor riojano asegura que «todo lo que soy está en relación con mis cuatro abuelos, que fallecieron mayores y con los que tuve mucho tiempo para poder compartir sus sueños y vivencias». Y el que le introdujo los toros en el corazón fue el inolvidable Gonzalo Carrillo, abogado, pintor y cronista taurino durante muchas temporadas en Radio Nacional de España: «El me dio la alternativa también como abogado, ya que me inoculó la pasión por el derecho durante tantas horas que me permitió asistir a sus consultas. Él tenía el despacho en su casa de Nájera y yo deambulaba por toda las habitaciones, incluyendo la sala de espera y sus relaciones con los clientes». Andrés Pascual recuerda a Gonzalo como una persona que tenía «la virtud de convertir en algo mágico todo lo que le rodeaba. Por ejemplo los paseos por la playa de Peñíscola, donde gracias a él aparecían piratas, contrabandistas y princesas cautivas; o por las choperas de Nájera, en las que unos días los protagonistas de sus relatos eran indios y vaqueros y al día siguiente guerreros de las cruzadas o caballeros templarios. Así era él y con los toros sucedía exactamente lo mismo». Por eso, para Andrés Pascual las corridas de toros no «eran un mero festejo al que acudíamos para ver un buen muletazo, era un universo que comenzaba desde por la mañana cuando me cogía yo a su pantalón porque me encantaba estar con él en la plaza para el apartado y ver aquellos increíbles animales que eran los toros. A mi escala eran como inmensos mamuts, gigantes, retadores, inmortales. A su vera para un niño como era yo estar a su lado significaba aventurarse por una ventana ante unos mundos fascinantes».
Pero había más, «porque en casa antes de comer hacía unos cuadrantes increíbles para colocar a la gente en sus entradas, la contrabarrera del 2, éste o aquel tendido... Después de las corridas llegaba a casa y todos esperábamos a que le llamaran de la radio y comenzara con su mítico: buenas noches, aquí Gonzalo Carrillo desde Logroño para Radio Nacional de España. Aquello me parecía como un sueño. Entonces, con aquella voz de doblador de cine contaba la corrida con su mirada y yo me daba cuenta hasta qué punto era capaz de ver cosas que para muchos pasaban inadvertidas. En realidad no las miraba con los ojos, su acento tenía que ver con los latidos de su corazón».

El corazón y el alma Y qué quedaba de todo aquello en la mente de Andrés Pascual cuando era niño: «Lo que respiraba era épica y un inmenso respeto. Él, con todo lo que sabía, se mostraba ante la fiesta y ante cada uno de sus protagonistas con semejante humildad que te hacía, sin darte cuenta, a formar parte de ella como uno más. ¿Cómo tiene que ser esto para que el abuelo dedique semejantes silencios?, me preguntaba. Él no era nada hablador en las corridas, él escuchaba la música del toreo y no me refiero a los pasobobles, sino a la respiración de los matadores, los latidos acompasados del animal y del hombre y todos esos sonidos que se generan en un coso. Aquello me impresionaba y es lo que más grabado se ha quedado en mi espíritu y además, lo mantengo». Andrés respeta muchísimo a los toreros: «Hacen un acto de entrega extraordinariamente generoso, por un lado a su propia pasión y desde luego lo que significa ofrecer su vida en el ruedo. A la hora de torear tienes que despojarte de todo y sentir el universo dentro de ti. Ésta es una máxima muy sufí: somos una gota dentro del universo y al mismo tiempo tenemos que sentirlo como una gota en el interior de nuestro corazón». o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.

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