domingo, 24 de noviembre de 2013

Valle Inclán y el arte sublime del toreo


De cómo el genial escritor gallego le explicó a un cronista de 'La Lidia' el sentido trágico del toreo de Belmonte

 Un cronista de la histórica revista 'La Lidia' -que firmaba con el seudónimo de 'Jotapé'- tuvo la inmensa dicha de compartir una velada con Ramón María del Valle-Inclán en el estudio del escultor Sebastián Miranda y conocer, por fin, la filosofía taurina del escritor gallego, uno de los intelectuales españoles más heterodoxos de todos los tiempos y un auténtico genio del arte de la tertulia: «Después de los postres, y de relatarles yo, a petición de Don Ramón y Sebastián Miranda, mi reciente viaje a Londres, le lancé a Valle la pregunta que tanto interesaba: Don Ramón... ¿cree usted que hay arte en los toros?».
Y esto es lo que le contestó al afortunado cronista el autor de Luces de Bohemia: «Naturalmente que sí, y mucho. Mire usted: la mayor manifestación del arte es la tragedia. El autor de una tragedia crea un héroe y le dice al público: Tenéis que amarle. ¿Y qué hace para que sea amado? Le rodea de peligros, de amenazas, de presagios... y el público se interesa por el héroe, y cuanto mayor es su desgracia y más cerca está su muerte, más le quiere. Porque el hombre no quiere a su semejante sino cuando lo ve en peligro. Supongamos que un niño está jugando en esta habitación, y nosotros no le hacemos caso; al contrario, tal vez sus juegos nos molesten. De repente, el niño se acerca al balcón y está a punto de caer a la calle; entonces, todos nosotros nos levantamos angustiados y gritamos: ¡Ese niño! En aquel momento todos queremos al niño, pero ha hecho falta para eso, para que nuestro corazón dé rienda suelta a su amor, que ese ser esté a punto de deshacerse. Es la tragedia... En los toros la tragedia es real. Allí el torero es autor y actor. Él puede a su antojo crear una tragedia, una comedia o una farsa. Cuanto mayor es el peligro del torero, mayor es la amenaza de tragedia y más grande es la manifestación de arte»

Entre la vida y la muerte 
E iba mucho más allá el creador del marqués de Bradomín: «Hay toreros, como Belmonte, que crean la tragedia, la sienten, y al ejecutar las suertes del toreo, se entregan al toro borrachos de arte. Entonces los cuernos rozan las sedas y el oro de sus trajes; la tragedia se aproxima, el público, sin saberlo, se pone de pie, se emociona, se entusiasma. ¿Por qué? Por el arte. Quitemos a los toros la facultad de matar, y ya no hay fiesta, porque no hay tragedia, no hay arte. Supongamos que en diez años no muere un torero, y entonces se acabó el interés de las corridas de toros. A un torero que no tuviese peligro de ser cogido, acabaría por aburrir al público. Eso le pasó al Guerra. Hoy tenemos el caso de Joselito. Joselito es el torero que tiene mayores conocimientos y que tiene más facultades físicas. Sin embargo, Joselito cansará a los públicos. Joselito es el primer actor de la tauromaquia; pero como en este arte el autor y actor van juntos, Joselito-autor no quiere crear tragedia; no siente el arte de la tragedia, y a pesar de sus faenas asombrosas, de sus facultades, de sus maravillas, el público nota que le falta algo, algo que será la causa de que le aburra un día, algo que no sabe lo que es. La tragedia... el arte... Su hermano Rafael ya es otra cosa; tiene menos facultades que él, sabe menos que él; cuando sale un toro que le inspira, entonces crea arte, entonces es divino, porque, como Belmonte, se transfigura, y transfiguración es teología».
Para el genial creador del 'esperpento', «los toros, para ser tal como deben de ser, precisan tener la parte trágica, la muerte del toro, del caballo, y de vez en cuando del torero. El torero que toreando se acerque más a la muerte, ése será el mayor artista, el que mejor interpretará la tragedia taurina, aunque el otro, el que toree con mayor facilidad, quede más veces mejor que él. Joselito, los Quintero y la Argentinita son la misma cosa... Están 'bien'. Bueno, que de todo esto que le he dicho, los técnicos taurinos, ni aún los mismos toreros, saben una palabra». Cuenta la historia que Juan Belmonte, lector apasionado de la obra de Valle «hasta el punto de que la vida que vivía era más la de los personajes de sus novelas que la mía propia», le contestó al autor de 'Tirano Banderas' con un lacónico «se hará lo que se pueda» cuando Don Ramón le dijo: «Juanito, para ser perfecto sólo te falta una cosa, morir en la plaza». o Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja

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