sábado, 21 de septiembre de 2013

MORANTE, LA GRAN CONMOCIÓN

Foro de Juan Marín, en Diario La Rioja
Morante removió los cimientos de La Ribera con un faenón sublime, con una actuación sencillamente memorable en la que cuajó a su primero con el capote y destapó todos los tarros de las esencias con el quinto. No se puede pedir más porque torear con tanto sentimiento, con tanta profundidad, con tanta dulzura se antoja casi imposible. Pero Morante lo hizo ayer y a mí es que se me hacían los ojos chiribitas cuando no quería irse de la cara del toro y al final, en unos instantes en los que parecía que estaba todo dicho, logró una serie en redondo increíblemente lenta. Parecía que estaba suspirando, arrastrando levísimamente la muleta por el ruedo llevando hasta un espacio que parecía materialmente utópico una embestida indescifrable para todos los toreros, excepto para él. ¿Dónde reside su magia? No lo sé; lo que sí sé es que nunca había visto a Logroño jalear con semejante compás la maravilla que estábamos contemplando, el sentimiento roto de un torero que había puesto todo a merced de su voluntad, de un sentimiento tan hondo, tan increíble, que sí me atrevo a decir que torea como los demás toreros casi ni sueñan con soñar. Faenón impresionante, de menos a más, recrecido por un pitón derecho con el que se comenzó a encontrar en el inicio de faena y que fue su mejor aliado para rematar su obra con esa agitación interior y ese pálpito que sólo los elegidos son capaces de imprimir. Y el toro no era fácil, ni claro, ni evidente… Por el pitón izquierdo hacía hilo y tenía una tendencia a abrirse de la suerte muy molesta; y por el derecho, había que llevarlo cosido a la muleta para convencerle que su sino era embestir. Y allí estaba Morante, como un espeleólogo, rebuscando dentro del animal ese fondo de una bravura recóndita y escondida, invisible para casi todos, pero accesible tan sólo para el prodigioso ámbito de sus muñecas. Hubo, además, todo el repertorio magnífico de su toreo: ayudados por alto, pases de pecho, remates por bajo y ese molinete invertido único, en el que gira toreando saliéndose por el costillar, con la mirada puesta en la cara del toro y con esa fragancia belmontina unas veces y gallista otras. El final fue apoteósico. Le costó cuadrar al toro, alguno le increpó, pero tuvo la paciencia necesaria y remató la faena con una estocada de premio que tiró al burel sin puntilla y le puso las orejas en la mano sin que casi tuvieran que flamear los pañuelos. ¡Y cómo flamearon! Yo tenía el corazón a mil por hora. Por fin Morante en Logroño, por fin el toreo grande del más grande en una actuación excepcional, sin un aspaviento, sin nada más que el toreo más hermoso del mundo, más íntimo y más despacioso para explicarnos a todos que las grandes conmociones llegan cuando casi nadie se lo espera, sólo unos pocos chalados que sueñan cada noche con tardes como las de ayer. Y eso que la cosa no había empezado nada bien porque la corrida de Vellosino había sido un poema hasta ese momento. Ponce voluntarioso y poco más y Perera, desesperado hasta el sexto, un toro de enorme calidad –el mejor de la corrida- con el que tuvo que sacar todos sus recursos (es decir, su apisonadora en forma de muleta) para cortar otras dos orejas, mecidas, sin duda, por el ambiente que había generado Morante. Y no era empresa fácil. Miguel Ángel puso toda la carne en el asador y recordó al de aquellas tres tardes de 2008 en las que firmó un pacto de adhesión inquebrantable con Logroño. / Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.

gracias por visitar toroprensa.com

Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

Queda permitida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta bitácora, en cualquier forma o modalidad (Siempre y cuando se cite al autor)