lunes, 22 de abril de 2013
¿TENGO PINTA DE CREPÚSCULO?
El lunes Morante de la Puebla dio en la Maestranza una media verónica infinita. Fue tan larga y tan lenta que al día siguiente todavía había espectadores en la plaza asombrados y atónitos por esa forma de recoger el capote en la cadera volándolo con tanta suavidad, con tanto ritmo y con tanta cadencia que parecía como si el torero de la Puebla del Río se hubiera adueñado del mismísimo tiempo y como si en uno de esos relojes blandos de Dalí hubiera sido capaz de descomprimirlo sin agitarlo, de vaciarlo de segundos sin dar vuelta a las manecillas, de metérselo después en el bolsillo, fumarse un puro y esfumarse de tan azaroso envite con esa rara fragilidad de los elegidos. Morante y su media verónica llevan algo así como tres días palpitando en mi conciencia. ¿Seré acaso un desalmado? ¿Tengo pinta de crepúsculo? No sé la razón, pero esa embriaguez sostenida gracias a un sorbo de toreo hace que me olvide del país en el que vivo, de nuestra empalagosa mediocridad, de las envidias, de los dimes y diretes, de la Pantoja y de los pantojos que no dejan de crecer como hongos por las parrillas de las televisiones y en las columnas de los periódicos. Miro a Rajoy y se me aparece Zapatero; me asomo a Pedro Sanz y me asalta, de súbito, un chalé que no es chalé pero que tuvo aperos aunque ya no los tenga. O a ese Rubalcaba aterido por la nadería misma o a ese señor del tractor, llamado Cayo, que añora a Chávez desde lo más rancio de esta izquierda totalitaria que se viste de progre y republicana. ¡Qué cosa la media de Morante! Qué respiro su consuelo astifino y qué hedor el resto de tribulaciones que nos adormecen hasta el paroxismo de una España inoculada hasta el tuétano mismo del mal infinito de la mediocridad. ¿Tengo pinta de crepúsculo?, me pregunto una vez más al mismo tiempo que sueño con un calamar gigante que me engulle y les confieso mi mediocridad. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja