lunes, 11 de marzo de 2013

Urdiales, torerazo sin espada

Foto: Carmelo Bayo
El torero de Arnedo  echa por tierra una soberbia tarde ante dos ‘victorinos’ en una tarde en la que triunfó Javier Castaño

Diego Urdiales comenzó ayer su temporada en Castellón rozando el triunfo pero echándolo por tierra por su desacierto con los aceros en ambos toros. A los dos los toreó por derecho, con ambos estuvo por encima de las posibilidades (sobre todo en el cuarto de la tarde) y con los dos victorinos se dejó ir todos los méritos contraídos por no lanzarse tras la tizona con la fe de otras ocasiones. Y estas cosas se pagan duramente en los toros yéndose al hotel a pie y no a hombros de los capitalistas como a buen seguro esperaba el diestro arnedano. Y es curioso, la tarde se la llevó de calle Javier Castaño tras dos faenas marcadas por un aroma a demagogia embutido en dos tercios de banderillas soberbios de David Adalid y otras tantas faenas ligadas pero vacías de toreo: muletazos al aire y al trascuerno de los miuras refrendadas, eso sí, por dos buenas estocadas de rápidos efectos letales. Javier Castaño cortó tres orejas de mérito, de acuerdo; pero el toreo, lo que de dice torear, ayer en Castellón el que lo hizo fue el menudo torero riojano, a pesar de sus fallos con la espada.  La corrida la comenzó Diego ante un toro de Victorino Martín, hondo y descolgado, con un recibimiento superior con el capote: empezó flexionando la pierna contraria y ganando terreno hasta sacárselo a los medios toreando al ralentí en dos delantales y una media en los que encontró la medida exacta de lo que le convenía al toro. El toro carecía del resuello suficiente para digerir un tercio de varas de verdad y el diestro de Arnedo lo cuidó en el caballo con un picotazo sin apenas entrega.
La faena, medida en todo momento, se adivinaba de triunfo desde el principio y fue ganando entidad a medida de que avanzaba en su composición. Urdiales pisó esos terrenos en los que parece disfrutar a pesar de que se sitúa siempre en ese abismo donde los errores se pagan caros. Logró entender al toro en redondo y sobre todo al natural, donde logró muletazos de gran enjundia a pesar de la poca rasmia que desarrolló un astado noblón pero demasiado soso. La espada no le funcionó y la oreja se fue por el sumidero de la decepción. El segundo toro del lote de Diego fue un astado feo y escurrido, cabezón y muy armado. Un toro casi cornipaso con dos velas impresionantes que apuntaban al cielo entreabierto de un coso de Castellón que registraba casi tres cuartos de entrada en una corrida en las que las denominadas figuras no aparecían en el cartel. Diego Urdiales ofreció una enorme dimensión de sí mismo porque el toro, muy justo de fuerzas pero tremendamente ofensivo por delante, necesitaba que lo trataran con mimo para no descomponer sus ya de por sí medidas embestidas. Y Diego lo cuajó de principio a fin a pesar de que eran muy pocos en la plaza -acaso un puñadito de espectadores- los que podían confiar en que la faena pudiera culminar en algo tan importante como lo que segundos después iba a suceder en el ruedo. ‘El Víctor’, que reaparecía tras la cornada de San Mateo (iba con el mismo vestido y lo hizo con la misma ganadería), lo entendió con el capote y abrió esa senda por la que después continuó Urdiales en una faena de máxima entrega y total calidad. Diego aguantó lo indecible y recetó varias series al natural que a la postre fueron de largo las más enjundiosas de la tarde. Hubo muletazos extraordinariamente lentos y la faena tuvo la virtud de ir creciendo en su desarrollo hasta ponerse de nuevo a un paso del triunfo. Sin embargo, la espada volvió a arrebatarle la gloria. Y eso, queridos amigos, no tiene perdón. Diego Urdiales no debe desperdiciar faenas tan serias.
Javier Castaño logró sus mejores momentos con la mano derecha de su segundo miura, un toro que se movió mucho y al que lo ligó –ésa fue su mejor virtud– en una faena basada en la mano derecha y que remató con la espada con una contundente estocada. Eduardo Gallo fue la gran decepción de la corrida, básicamente porque apenas dijo nada en el ruedo y porque se le escapó el mejor astado de este desafío ganadero, el segundo Cuadri, un toro de auténtica bandera, bravo, exigente y de una desmesurada bravura. Al torero de Salamanca se le apagaron las luces cuando más claridad se pedía.


o Feria de La Magdalena (Castellón) / Toros (Victorino Martín (1º y 4º, noble y soso el primero y manso y sin codicia el muy armado cuarto); Miura (2º y 5º, muy poco ofensivos, se movieron sin malicia) y Cuadri (3º y 6º, paradote el tercero y muy bueno el sexto, el mejor toro de la corrida). Diego Urdiales: Saludos tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso. Javier Castaño: oreja y dos orejas (salió por la puerta grande). Eduardo Gallo: silencio y pitos. Plaza de toros de Castellón, menos tres cuartos de entrada. La cuadrilla de Javier Castaño se desmonteró en los dos toros y la banda de música sonó tras los pares de banderillas de David Adalid, que banderilleó a los dos astados de su matador. (Esta crónica la he publicado en Diario La Rioja / La foto es de Carmelo Bayo).

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