lunes, 19 de marzo de 2012

Urdiales, a carta cabal en Valencia

Su actuación se saldó con una vuelta al ruedo en el primero 

El torero de Arnedo logra una meritoria actuación en una tarde en la que Iván Fandiño cortó dos orejas / Foto: Carmelo Bayo 

El toreo es así: complicado y azaroso como la misma vida. Caprichoso como el amor, desdichado como el desconsuelo, imprevisible, enigmático, montaraz... El toreo es un juego donde el azar no sabe de números calientes ni de necesidades perentorias; el toreo desconoce las agonías y a veces es inmisericorde con las voluntades. Diego Urdiales se jugó la vida ayer en Valencia, se sobrepuso a un lote enfrentado con el triunfo, se dejó la piel, luchó contra la mansedumbre y los vientos huracanados y salió íntimamente triunfador de una batalla salvaje en la que ofreció su porvenir a cambio de una vuelta al ruedo, que bien mirado se antoja como un botín escuálido tras tantos afanes. La tarde tuvo un merecidísimo triunfador: Iván Fandiño, que además de sortear un gran lote (una verdadera isla entre los archipiélagos de mansedumbre enviados por Ricardo Gallardo al coso de la calle Xátiva) se la jugó a carta cabal en dos trasteos emocionantes al máximo, en dos faenas cuajadas por el sello de la voluntad y la entrega en la que confirmó que es un torero que se dispara a toda velocidad hacia lo más alto del escalafón. A su lado, parece que al torero riojano le haya mirado un tuerto. No se pueden sortear toros más infames que los que ha tenido en dos ferias tan importantes como Castellón y Valencia, toros más a contraestilo y más hirsutos. Sin embargo, las sensaciones que dejó sobre el albero valenciano fueron las de un matador valentísimo, clásico, hondo y poderoso. El primero de la tarde fue un astado con una embestida descompuesta al que Víctor Hugo le recetó una buena lidia. Apenas lo picó para que llegara a los vuelos de su muleta lo más enterizo posible. El toro no agradeció ni una sola vez el mimo con el que lo trató el riojano y a pesar de llevar siempre la cara suelta, el torero logró llevarlo embebido en varias series con la derecha. Hubo ligazón y al final de las series, hondura. La faena inopinadamente tomó vuelo y despachó al morlaco de una estocada en la que se tiró a carta cabal. La petición no llegó a cuajar los tendidos de pañuelos y dio una calurosa vuelta al ruedo. El cuarto era muy basto de hechuras, sin apenas cuello, y feo por montado y aleonado. Con el capote se lo sacó a los medios con torerísimos lances que remató por delantales en la boca de riego. En el caballo se le volvió a medir del castigo aunque antes de banderillas dejó bien a las claras que no estaba dispuesto a embestir. Diego lo brindó al público a sabiendas de que apenas le iba a dar nada y en ese momento se desató un verdadero huracán. Y ahí volvió a surgir su esencia de torero grande y se jugó las femorales como si nada le importara. Hizo un esfuerzo titánico porque el astado rebañaba y era una osadía tomar aquel trapo que se movía al caprichoso compás de Eolo. Fue una especie de faena secreta, teñida de valor, de arrestos, de coraje y de una rabia habitada por todo su arsenal de colocación y técnica. Poco más podía hacer que jugársela y el público valenciano fue capaz de reconocer su esfuerzo tras despachar al morlaco con media estocada en la misma yema. Toros yermos, faenas de torero hondo. Ya llegará el lote. Seguro. Iván Fandiño logró dos orejas de ley, dos orejas que valen su peso en oro por varios motivos, por su entrega a carta cabal y porque lo colocan en este inicio de temporada en lo alto del trampolín. La forma en la que entró a matar al quinto fue sencillamente a todo o nada. Se zambulló en el toro como quien se tira de cabeza a una piscina. Antes, con la derecha, dio dos series memorables. La faena tomó vuelo al final, pero ojo con este torero porque viene pidiendo paso como muy pocos son capaces de hacer. David Mora se llevó un lote incluso peor que el de Diego Urdiales. El primero fue un toro pregonado que estuvo a punto de llevárselo por delante con el pitón izquierdo infinidad de veces; y el sexto se plantó como un toro de Guisando. / Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.

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