miércoles, 11 de enero de 2012

UN AMOR DE CINCO ESTRELLAS

Esther Fernández y Raúl Jiménez cuentan el origen de su peculiar restaurante ‘La Rana del Moral’ de Calahorra

La Rana del Moral es mucho más que un restaurante; es la culminación de un proyecto de vida desarrollado por una pareja de soñadores, Raúl Jiménez y Esther Fernández, que lo dejaron todo para venirse desde Tenerife a la ciudad de la verdura y comenzar una aventura entre los fogones repleta de desafíos, alegrías y trabajo, mucho trabajo: «Abrimos todos los días, así que imagínate». Raúl es del Villar de Arnedo y Esther, de Torrelavega. Sus trayectorias personales se unieron para siempre en el Gran Hotel de Cinco Estrellas Meliá Bahía del Duque: «Yo era jefe de partida, era el año 1996 y me fui a Barcelona a ver un concierto de AC/DC, que era uno de mis grupos preferidos en aquellos tiempos». Esther, por su parte, encontró en dicho hotel su primer trabajo tras culminar su preparación en la Escuela de Hostelería: «Fuimos varios compañeros y compañeras desde Cantabria y estábamos alucinados con el hotel porque es espectacular, con un montón de restaurantes temáticos: había cocina italiana, francesa, mediterránea, bufettes en la playa, era increíble», rememora entornando los ojos levemente.

Raúl, a su regreso del concierto barcelonés del legendario grupo de Angus y Malcolm Young, se dio cuenta al momento de la belleza de Esther: «Le pregunté a un compañero quién era semejante chica, me contó que acababa de incorporarse y caí rendido». «Éramos jóvenes, había mucha gente joven con todo por hacer y enseguida cada uno se organizó su vida». La estrategia de Raúl tuvo dos partes: «Le pedí los apuntes primero y después le invité a un zumo de naranja con papaya; eso fue todo», cuenta sonriendo con la aquiescencia de ella. Raúl progresó rápidamente en las cocinas del hotel: «Creo que será uno de los mejores del mundo y la exigencia es máxima, tanto en lo que se refiere a preparación como a nuevas técnicas. Llegó un momento en el que me dieron la oportunidad de irme a México para ponerme al frente de un nuevo proyecto. Lo sopesé mucho pero me di cuenta de que yo quería volver a La Rioja».

Raúl buscó varios locales y estuvo a punto de abrir su restaurante en Logroño: «Hubo un problema de permisos con el que habíamos decidido, porque ya lo tenía casi cerrado. Así que al final me vine a Calahorra a este mismo lugar, que era una especie de bar con unas mesas y se llamaba Mesón Asturias». Para Esther el cambio fue muy duro: «Yo no conocía Calahorra y me encontré con un bar con barra (la hicimos estupenda), pero aquello no era lo que quería. Así que poco tiempo después decidimos cerrar y meternos en la obra para hacer el restaurante. Lo abrimos el 27 de agosto del 2000, lo trabajamos entre todos y fue una época de más de mil horas de entrega por día».

Recuerda Raúl que tuvieron suerte: «Creo que la cocina que proponíamos sorprendió en una ciudad con grandes restaurantes pero nosotros éramos diferentes, nuestras ensaladas gustaron mucho y pronto nos hicimos nuestro pequeño hueco». Esther hace de todo en el restaurante: «Los dos vivimos para él, sin duda. Por ejemplo, los lunes estoy en el comedor, martes en cocina, miércoles apoyo y los jueves en temas de oficinas. Hago plancha de chaquetillas y uniformes y si podemos, los fines de semana me quedo en casa con nuestras dos niñas». Raúl, que fue campeón de La Rioja de Cocina, sigue mejorando cada día: «Tengo mi estilo y me enloquece la cocina», asegura.

o ESTHER FERNÁNDEZ Raúl en casa.  «La verdad es que vivimos por y para el restaurante, pero las horas que pasa en casa las dedica íntegramente a sus dos hijas. El tiempo que tiene se lo da íntegro y encima me ayuda».  Raúl en la cocina.  «Es una persona muy perfeccionista. A mí me encanta la forma en la que hace los guisos, creo que los borda. La verdad es que tiene una mano privilegiada».

o RAÚL JIMÉNEZ Esther en casa.  «Es una mujer estupenda. Tiene la virtud de arañar tiempo donde parece que no lo hay. Además vive por y para sus hijas». Esther en la cocina.  «Es muy valiente, sabe hacer de todo y para el restaurante supone uno de los principales puntales. Una vez se le ocurrió hacer una cena sólo con postres y fue un éxito. Yo no confiaba, pero hubo que repetirla». / Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.

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