jueves, 27 de octubre de 2011

NO LES CREO, NO PUEDO LLORAR

Desde que nací ETA estaba aquí. Mis padres trataron de explicarme las razones de su barbarie con la misma escasa fortuna que yo lo hago con mis hijos. Más o menos dicen representar a una especie de pueblo oprimido por una supuesta potencia colonial que somos usted y yo, que fue Suárez y que ahora son Zapatero, Pedro Sanz y hasta Pilar Rahola, que aunque no lo quiera admitir, también ella es un poco metrópolis desde la disparatada perspectiva bilduetarra. Pues bien, hace una semana tres tipos encapuchados, a guisa de Ku Klux Klan pero tocados con bilbaína (así llamaba mi abuelo manchego a la boina), salieron en la tele, emitieron un comunicado contradictorio, cambiaron la palabra 'permanente' por 'definitiva', y el país casi por completo estalló en una especie de turbamulta celebrando el asunto dando por vencedora a la Democracia. Yo también me alegré -aunque confieso que todavía no he roto a llorar- pero albergo para mi cuello un cenagal de dudas. Me da la sensación de que detrás de toda esta historia hay un guión pactado y firmado en una hoja de ruta que no acierto a comprender y que tuvo uno de sus primeros hitos con la legalización de Bildu por el Constitucional antes de las elecciones del 22 de mayo. ETA, en su comunicado, hizo «un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada». Es decir, que si no hay «diálogo directo» para resolver las consecuencias de lo que ellos llaman «conflicto» a mí se me abre un mar de dudas. Por eso no lloro, no puedo llorar más que por los casi novecientos muertos y las miles de familias desoladas.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.

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