martes, 22 de febrero de 2011

ANTONIO BRIONES, LA HUELLA DE UN GANADERO


Un paseo con Antonio Briones por su dehesa de Extremadura, sus toros y las pasiones de un empresario de Tirgo, filántropo e impulsor de la mejor biblioteca taurina del planeta

Antonio Briones es un personaje poliédrico, cultivado, exquisito y rodeado siempre de libros

La finca Vega de Hornillo es un espacio de belleza inaudita en el suroeste de Badajoz, en pleno corazón de Extremadura -a un paso de Olivenza y la raya portuguesa- bañado por las dulces aguas de los ríos Alcarrache, Táliga, Cebriles y Friegamuñoz que discurren con inusitada calma hacia el Guadiana en un infinito de bosques de encinas entre las que al albur de algún capricho brotan en los pastizales matorrales de jaras y retamas, lentiscos y esos tomillos borriqueros con flores purpuradas a los que las gentes de esta tierra denominan cantuesos. Vega de Hornillo, sin embargo, se llama así en honor a la virgen jarrera porque Antonio Briones se desvive por llevar parte de La Rioja en su corazón, en sus casonas y en las tierras que divisa cuando toma la autovía de Extremadura desde Madrid para disfrutar de las faenas camperas, de estos paisajes invisibles si no se tiene alma para contemplarlos, y de sus toros, los majestuosos 'Carriquiris' de saca que viven como dioses en unos cercados donde sólo se atreven a ulular alguna grulla despistada y las palomas torcaces que se empeñan en cortejar las bellotas casi con el mismo fulgor que los cerdos ibéricos. Antonio Briones es el hombre, el soñador que hace algo así como un cuarto de siglo tomó una decisión inapelable: hacerse ganadero de toros bravos. Pero en aquella historia, que se remonta a 1989, subyace una antiquísima relación familiar con una de las ganaderías primigenias del toro bravo más montaraz y picante, los colorados y legendarios carriquiris de Casta Navarra, una divisa formada a finales del siglo XVIII por Javier Guenduláin y que en 1850 tomó el nombre del propietario que más fama le otorgó, don Nazario Carriquiri, un pamplonés de ascendencia francesa que le gustaba tocarse con canotier incluso en las labores de campo y que se dedicó en la capital de España a la banca, a la ganadería brava y a la política, en la que desde sus posiciones moderadas fue designado senador vitalicio en 1864. Antonio Briones compró el hierro y recuperó su primitiva denominación: «Le di cien años marcha atrás a una imaginaria manivela del tiempo y me hice ganadero por esa emoción familiar. Un día me llamó el padre de José María Manzanares y me comentó que estaba en venta una ganadería de la Laguna de la Janda que poseía el hierro de Carriquiri; no lo dudé. Teníamos una dehesa cerca de Olivenza y quise homenajear las andanzas taurinas de alguno de mis antepasados que tal y como me contaba mi abuela tuvo una relación muy estrecha con don Nazario y sus astados». La ganadería actual es de origen Núñez: «Eliminé gran parte de lo que había y refresqué con vacas y sementales de Rincón y Hermanos Núñez, posteriormente con hembras y reproductores de Manolo González y Socorro Sánchez-Dalp y al final con simiente de Alcurrucén».

En Madrid, el Dos de Mayo
Los toros de Carriquiri, que este año volverán a Las Ventas a la corrida del Dos de Mayo, han protagonizado varias tardes memorables en San Isidro con la salida a hombros de Antonio Ferrera -torero extremeño muy vinculado a la ganadería- y Rafael de Julia. «Mi deseo es volver a esa senda de triunfos y regularidad, pero es algo realmente complejo porque la crianza del toro bravo es especial y extremadamente azarosa», subraya María, hija de Antonio, ganadera, veterinaria y enamorada del campo de Extremadura. «Esto es un regalo para los ojos y para el corazón. Me impresiona ver los toros tan de cerca», confiesa mientras conduce un todoterreno entre los más de diez galanes apartados para Madrid que triscan y ramonean a su libre albedrío moviendo perezosamente sus amplios corpachones y refugiándose entre las encinas tanto de la mirada indiscreta del objetivo fotográfico como de los comentarios de admiración en torno a su majestuoso trapío. Antonio Briones, que es un empresario de éxito a través de sus negocios del Grupo Génova y que hasta el año 2000 dirigió los hoteles Tryp, con casi cien establecimientos en explotación entre España, Cuba, Marruecos y Túnez, sin embargo bebió los vientos como aficionado por un torero palentino de clase excepcional pero que no llegó a ser casi nada de lo que por sus condiciones podía esperarse. «Marcos de Celis era torero, torero»; apura la conversación entornando los ojos y rememorando, sin duda, los desdichados avatares de aquel novillero de Palencia. «El día que Marcos se decida, acaba con el cuadro», auguraban sus partidarios. Pero Marcos no terminó nunca de decidirse y antes de una desafortunada reaparición, en 1961 abandonó los ruedos y emigró a Bélgica para trabajar en una mina durante dos años. Torero y minero, buscador de un anhelo imposible para un matador que por su pellizco parecía nacido en el Albaycín y no en la dura estepa palentina. Antonio Briones ha apoyado a todos los toreros riojanos, desde Pedro Carra a Diego Urdiales, que siempre han encontrado abiertas las puertas de su casa y a su disposición las embestidas de sus toros y vacas, tanto en la plaza de tientas de Alconchel como en los festejos benéficos en los que no ha dudado nunca en colaborar. Porque este riojano singular, abogado por la Facultad de Derecho de Madrid, tiene una vertiente filantrópica que le ha llevado a involucrarse en organizaciones solidarias como Ymca, de la que fue presidente, o ser patrono de la Fundación Tutelar de Extremadura. Y es que su éxito en los negocios siempre ha ido de la mano con su vocación hacia los demás: «Las inversiones que he realizado como empresario que han estado destinadas a crear renta social han sido las que me han generado más satisfacción». Y sin medias tintas asegura que para que «un empresario sea digno ha de dedicar parte de sus esfuerzos a la parte social, sin personas no hay empresas». Antonio Briones ha cedido un edificio singular al Ayuntamiento de Haro para fines sociales y decora su casa con recuerdos a su tierra: «La Rioja siempre se encuentra en mi corazón porque tengo presente de donde vengo. De hecho el sonido del reloj del Espolón -'Ya se van los pastores a la Extremadura / ya se queda la sierra triste y oscura'- lo escuché de niño junto a mi padre cuando tenía diez años y me impresionó enormemente. El tiempo ha querido mucho después que establezca unos lazos muy profundos con una tierra a la que no me unía más que aquel recuerdo infantil y de la que ahora me siento profundamente enamorado. Extremadura es una gran desconocida, es una tierra hermosa, el territorio de la península ibérica con más costa de agua dulce». Antonio Briones es un personaje poliédrico, cultivado, exquisito, amante de ciudades como la Habana, de la navegación fluvial -«necesito ver las orillas»-, rendido a sus tres mujeres -«mi madre, mi esposa y mi hija»-, y trabajador incasable porque como los grandes emprendedores tiene muy claro que «cuanto más cosas hago más soy consciente de todo lo que me falta por hacer».

La gran joya de la bibliografía taurina: la Biblioteca Carriquiri

No es aventurado asegurar que Antonio Briones posee un tesoro de un valor incalculable: la Biblioteca Carriquiri, quizás la biblioteca taurina más importante del mundo tanto por la cantidad de volúmenes que posee como por la calidad y la organización de los mismos. Hasta hace unos años el empresario riojano la tenía en una de sus fincas extremeñas, pero ahora ocupa un formidable piso en el centro de la capital de España donde se guardan más de 14.000 volúmenes, teniendo en cuenta que existen referencias como el Cossío de 12 tomos o El Redondel, con 67, por lo que el número total de libros resulta más impotente todavía. Cuenta Briones que comenzó recopilando libros por su afán lector y también como legado de una herencia familiar que recibió. Para comprender la calidad y la magnitud de esta biblioteca baste decir que la primera obra que guarda es de 1559 y entre las muchas joyas que atesora destaca especialmente una tauromaquia original de Goya, una primera edición datada en 1816, que adquirió en Nueva York. El bibliófilo taurino, fotógrafo y escritor José María Sotomayor es una de las personas que más a fondo conoce este espacio mítico para la historia del toreo: «Es increíble lo que hay en esta casa, la organización que tiene y la disposición que alberga Antonio Briones para conservarla y aumentarla cada día con más ejemplares». El centro de la sala se encuentra ocupado por una mesa de trabajo con vitrinas, donde diferentes estudiosos del mundo taurino como André Viard bucean regularmente en la historia escrita y fotografiada del mundo del toreo.

'El Cordobés', amigo y zahorí inefable
Varias cerámicas recuerdan en Vega de Hornillo la presencia de un genio llamado Manuel Benítez 'El Cordobés'. Pero no por sus hazañas en los ruedos ni por su singular capacidad para atisbar la bravura de un novillo concreto en uno de los escarbaderos de la finca... y acertar sí o sí. La razón estriba en sus increíbles dotes de zahorí: «Nos ha ayudado a descubrir los mejores lugares para sacar agua del subsuelo de la dehesa. Es todo un espectáculo ver colocarse las varillas, contemplar cómo lee el terreno, caminar hasta encontrar la veta donde está el mejor manantial». Benítez, tal y como recuerda María Briones, «tiene una sensibilidad natural para este menester y cuando él decía aquí era aquí. Es un amante de los animales, de las plantas, conoce el pálpito de la tierra y arrebata con su personalidad».

o Este artículo lo he publicado el domingo en Diario La Rioja (las fotos son de Francisco Pimienta, del Hoy, de Badajoz)

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