jueves, 21 de octubre de 2010

ZAPATERO, SOMOS LA HERIDA

Es posible que José Luis Rodríguez Zapatero piense que Alfredo Pérez Rubalcaba sea la última tabla de salvación que tiene para evitar su naufragio, pero se equivoca porque no hay nadie capaz de suturar el boquete por donde el agua del bienestar se escapa de España a borbotones. El presidente cojo –digo esto porque él íntimamente se sabe desahuciado, aunque no lo reconozca más que a Sonsoles– ha emprendido una huida hacia delante a la desesperada para tomar oxígeno: ha traicionado a su partido en el País Vasco arrinconando al lehendakari López para revivir a un PNV que vagaba en la oposición sin destino, maniobrando en la sombra de sus diputaciones a sabiendas de que otra Euskadi estaba siendo posible. Zapatero, incluso, ha negociado en ese mercadillo brutal de los presupuestos hasta con el nombre de las provincias vascas –ya sólo se denominarán oficialmente en eusquera– y las aguas del archipiélago canario, de las que no se sabe muy bien si serán españolas, europeas o guanches. Lo único que se entiende de la negociación es que aumentar el territorio de los cabildos llevará aparejado más dinero en las transferencias. Zapatero recorta las pensiones pero infla una vez más los presupuestos a su conveniencia; reforma el mercado laboral contradiciendo el tuétano de su programa electoral y tras la huelga coloca en el Ministerio de Trabajo una persona que estuvo en la manifestación sindical contra las reformas gubernamentales y sus recortes sociales. No digo nada de Leire Pajín, ni de Trinidad –que cada día se parece más a Hillary Clinton–, pero sí de Tomás Gómez, el único socialista que ha sido capaz de decirle no a José Luis, de mirarle a los ojos por derecho y susurrarle a su oído: somos la herida.

o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.

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