domingo, 22 de agosto de 2010

SOPORÍFERA VICTORINADA

Diego Urdiales se va de vacío de Illumbe tras pechar con un lote desalentador en la última corrida de la Semana Grande donostiarra

Fracaso rotundo de Victorino Martín ayer en una de sus plazas talismán, en un coso que no falta desde que fue inaugurado y en el que la última feria se llevó todos los premios. Fracaso y gordo porque la corrida no tuvo el trapío ni el cuidado en su selección que demostró en Dax hace sólo una semana, donde lidió un festejo completísimo tanto por fuera como por dentro. Ayer, en esa olla a presión en la que se ha convertido el otrora funcional coso de Illumbe, el legendario ganadero de Galapagar se dio de bruces con la realidad de los toros vagos y reservones, de los astados vacíos de casta que con un peligro sordo hacen mohines en vez de embestir a pesar de que se les cuide en el caballo como si fueran unos juampedros cualquiera. Por si todo esto fuera poco, Diego Urdiales tuvo la desgracia de sortear los dos peores: un tercero que no tuvo un pase por ningún pitón, y el sexto, feo de toda fealdad –impropio de una plaza de esta categoría– que a pesar de ser levemente picado y trasteado con todas las voluntades que atesora el diestro de Arnedo, no tuvo el fondo necesario para agradecer que el torero se fuera una y otra vez al pitón contrario para lanzar los vuelos de su muleta por naturales para intentar convencer al pupilo de Albaserrada que el paraíso de los bravos se encuentra exactamente detrás de la cadera. Comenzó Urdiales la faena por alto, consintiendo la embestida y ayudando al toro a desplazarse. Lo sacó al platillo y empezó por la derecha a sabiendas de que lo único faenable estaba por el otro pitón. Sobar y sobar para tomar la distancia oportuna hasta que, convencido el torero de que por ahí no había mucho más, porfíó por la izquierda para lograr –en medio de una auténtica pelea por la sañuda condición del animal– algún natural de trazo corto y sin la profundidad anhelada porque el toro no lo permitía. No le importó a Diego jugársela, pero el empeño iba a ser a todas luces baldío. Media estocada tendida y un descabello fue suficiente para que el animalillo rodara por el albero. Diego logró buenos momentos con el capote en un quite por verónicas al segundo de la corrida y en el recibo de ambos morlacos. Pero todo en un tono menor, dictado por el compás de los victorinos sin alma de ayer. Los compañeros de terna torearon a gritos: ¡Vaaaaamos, bonito!, ¡jú, toro jú! ¡Mira, mira, miramé! Así cuatro faenas vulgares de trazo corto, sin salir de la mata. Padilla no quiso, o no pudo, ligar naturales al cuarto, el mejor del festejo, y Ferrera puso un par de banderillas al quiebro al quinto que sólo es capaz de colocar un rehiletero privilegiado como él. Lo demás, al desván. Lo demás al olvido. ¿Y Victorino qué? Pues nada, a esperar a Bilbao el miércoles, donde se la juega.


o Toros de Victorino Martín, muy desiguales de hechuras, poco ofensivos de cara, escasos de casta y de muy pobre juego en conjunto. La corrida no dio la sensación en el ruedo de los pesos aunciados en la tablilla y en algunos casos fueron pitados por su debilidad. El cuarto, muy protestado por sus escasas fuerzas, tuvo un pitón izquierdo muy faenable. También destacó el quinto, con mucha nobleza pero sin la emoción que suele distinguir a esta ganadería. El lote de Diego Urdiales fue, de lejos, el peor del envío. El primero, mirón y muy reservón, se revolvía en un palmo y se quedaba muy corto por ambos pitones; no tuvo un pase. El sexto, un toro muy feo, apenas fue picado, pero ni humilló ni se desplazó. Por el pitón derecho no tenía un muletazo y por el izquierdo sólo propinaba medias arrancadas que se empeñó el riojano en aprovechar. La mayoría de los toros fueron pitados en el arrastre y al finalizar la corrida, Victorino Martín escuchó una sonora bronca por parte del respetable. Juan José Padilla: silencio en su lote. Antonio Ferrera: saludos y saludos con aviso. Diego Urdiales: saludos y palmas tras aviso. Plaza de toros de San Sebastián, algo más de media entrada cubierta en la última de feria. El coso de Illumbe, simililar y hermano del de Logroño, permaneció toda la corrida con la cubierta móvil cerrada y el calor del recinto era por momentos insoportable. o Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.

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