Diego Urdiales ahonda en su tauromaquia y se perfila ante el 2010 con un toreo de capa poderoso y clásico que lo distingue por su compás
San Sebastián y Logroño han premiado el toreo de capa del arnedano
El capote en un torero es un símbolo de distinción, un sello de compromiso artístico y una herramienta crucial y eficaz para el devenir de la lidia. La historia del toreo rezuma diestros tocados por el signo de la calidad en este primer tercio, aunque en la actualidad todo el clamor estilístico recae casi por unanimidad en la fragilidad hermética de Morante de la Puebla. Y no les falta razón a los cronistas que se deshacen con la belleza rítmica del toreo de capa del sevillano, aunque quizás con más lentitud todavía desplaza los vuelos José Tomás, que en estos tres años gloriosos ha pasado de la brutal gaonera de infarto, con la que iba más allá en el riesgo que cualquier otro, a la parsimonia casi mexicana que imprime a su envidiable toreo.
Pues bien, en esta órbita ha irrumpido poderosamente Diego Urdiales, con una torería con la capa absolutamente clásica en la que ha ido sumando dos aspectos fundamentales, compás y belleza estilística y un poder desacostumbrado en este primer momento de la lidia y que le valió, por ejemplo, una de las ovaciones más clamorosas de la temporada en Las Ventas, al imponerse a un encastado y fiero Victorino de salida con un recibimiento que a muchos aficionados les supo a gloria por la forma con la que destiló aroma añejo -de viejas tauromaquias- pero sin el menor ápice de afectación. Urdiales, con el centro de gravedad muy bajo merced a flexionar la pierna de salida y ganar espacio en cada lance sacándose la res hacia el tercio, fue capaz de transformar la fiera y virgen arrancada del morlaco en embestida. La fotografía que ilustra este artículo, obra de Carmelo Bayo, fue captada en San Sebastián, ante un Victorino -de nuevo este hierro- con el que cuajó el toreo en su otra vertiente: la de la belleza clásica pero en la que además aflora un compás y un sentimiento que distinguen al riojano como uno de los capoteros más exquisitos del escalafón. Hace dos años en Calahorra dejó en marzo dos fajos de verónicas de una belleza desoladora y esta temporada, en Alfaro, ante un toro de embestida mucho más suave que los de la A coronada de Albaserrada, volvió a deleitarse con el regusto de ese toreo que él persigue. En San Mateo se llevó el premio de la Peña 'El Quite' al mejor momento con la capa merced a un quite suyo por chicuelinas; sin embargo es en la verónica y el delantal donde mejor expresa su concepto. Un detalle, dice que está «como loco» por hacerlo en Sevilla. El torero riojano, que se prepara ya de forma intensa de cara a la temporada, explica alguna de las claves del manejo de la capa: «Lo crucial es sentir el engaño en la mano como si fuera la prolongación de tu propio cuerpo; me gusta llevar al toro con las yemas, sin violencia pero con mando. El temple es una cuestión de equilibrio y eso se lo das tú al toro para lograr obtener lo mejor de su embestida».
o COMPÁS. Diego Urdiales a la verónica en Illumbe ante un victorino. El riojano se ha llevado el premio al toreo de capa de esta feria. La foto es de Carmelo Bayo y este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja.