No salgo de mi asombro con ellos (mejor dicho con muchos de ellos), con sus pesadumbres y tormentos veraniegos: «Xabi está viviendo un infierno», dijo el hermano del último crack de Florentino mientras se perfilaba su multimillonario traspaso. «Está siendo un verano durísimo para mi familia», sostenía David Villa, al que originalmente llaman el guaje porque es asturiano aunque juegue en el Valencia y se hubiera querido ir al Madrid o al Barça, clubes que como todo el mundo sabe/intuye lleva en el corazón desde pequeñito, como Kaká o C3PO (que es como un amigo mío llama a Cristiano Ronaldo -CR9-), esa especie madelman de pectorales de estaño al que le persiguen modelos que quitan el hipo al amanecer y París Hilton toda ella descorsetada; por cierto, la única mujer del universo que es capaz de enseñar la parte de atrás del tanga cuando le hacen una foto de frente.
Sufren los futbolistas, algunos, mientras muchos periodistas, sin rubor ni contención, ahondan en el tremendismo de sus torturas: «Huntelaar lo está pasando francamente mal porque con esa incertidumbre es imposible concentrarse en los entrenamientos». Pero lo mejor de todo es cuando tienen que «hacer un esfuerzo» y se bajan la ficha de siete a seis millones y medio de euros porque «yo siempre había soñado con jugar con esta camiseta y con esa afición», se lee cada día. Veo ahora en Internet el rostro desencajado de Michel Salgado, -lloró y todo-, y se me sale el corazón de rabia al verlo fuera del Madrid, sin esa camiseta blanca «que no empaña», pero en el fondo me alegro por él y lo siento por la Hilton, la del tanga metafísico.
o Este artículo lo he publicado en el Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y que se titula Mira por dónde.