viernes, 22 de mayo de 2009

Morante de la Puebla, el torero puro

No he creído nunca en la pureza como concepto artístico porque el arte, por definición, es mestizo y bebe de múltiples fuentes. Si el toreo fuera puro, en esencia sería igual ahora al que se destilaba en los tiempos de Paquiro y Pedro Romero. De ahí que los creadores, para los ultraístas defensores de esa 'pureza' mitificada y releída, sean herejes, asesinos del canon, perturbadores de lo establecido por la Academia o por la Cátedra en la que ellos establecen lo que ha de ser el toreo. Y lo que es todavía peor, lo que no ha de ser.

Sin embargo, sí creo en la pureza del creador, en la autenticidad que brota del corazón del artista: sea el estilo que sea. De hecho, Morante es el toreo que ha asimilado como ninguno la estirpe dominadora del gallismo y el patetismo barroco de Belmonte. El hilo histórico del toreo, que escribiera Pepe Alameda, se enfrenta con este torero a una paradója difícilmente resoluble. Es el toreo más viejo y más rompedor, y el más clásico, y el más sentido. Morante, su toreo, es un camino intelectual, reflexivo, profundamente técnico, pero marcado por el compás de su corazón. Aúna la técnica más depurada con un valor sin ambages. Su conocimiento, su ciencia, al contrario que otros toreros, lo emplea para más alto fin: torear. Y dicen que no tiene recursos, que torea a impulsos...

El torero de la naturaleza
Se rompía Morante ayer con ese capote y salía derramando una lágrima en cada embroque. Morante es el toreo de la naturaleza, de los estratos, de las constelaciones y de las universidades. Morante mágico galleando por chicuelinas a compás de un mirabrás de Enrique Morente, de una siguiriya de El Torta. Morante enroscándose el capote; él era el ojo del huracán, con el toro sumido en el chisporroteo del lance. Morante puro frenesí alado.

Morante a la verónica sin arrastrar nada, apenas obligado. Amance cada uno de sus pases con tal suavidad, con tal tersura, que parece indeleble. Y es mentira, cada lance se sustenta en los contrafuertes de una catedral gótica porque su toreo es profundamente arquitectónico, es Calatrava, pero también Juan de Herrera. Morante parece inhumano cuando torea porque en un segundo se ha transfigurado: su cuerpo entero se cimbrea con un diapasón inimitable, y aunque torea con las yemas, sus talones se clavan en el suelo para conmoverse hasta la raíz (Sabe el fruto a su raíz, dijo Góngora).

Y Morante rompe a llorar porque se queda vacío, exhausto, como un poeta rendido al final del verso. Morante es el torero puro y no brota su arte como por capricho. Y está en su momento y fue único ayer y será único mañana y siempre.

Morante, el maestro de la armonía, Galileo Galilei del toreo
, Arquímedes del temple, Leonardo de la verónica, Margarita Yourcenar de los abismos del natural, Averroes del desplante, Unamuno del cite, Ortega y Gasset de las distancias y Miguel Ángel del sentimiento.

Morante para siempre, para los malos momentos, para cuando nos asusten los precipicios y las rendiciones. Curro, Paula, Cagancho, Albaicín, Rafael El Gallo, todos los artistas que en el toro han sido están a tus pies... Y tú a los de ellos. ¡Morante, viva la madre que te pario!


o Foto Juan Manuel Sánchez Vigil, de su blog Larga Cambiada
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