miércoles, 13 de mayo de 2009

Me importa un bledo el fútbol; otras cosas no tanto



El fútbol me importa un bledo; quizás menos porque cada día me aburre más el monocromatismo con el que inunda a un mundo mundial que parece moverse sólo al calor de los impulsos del balón, de sus caprichosas estrellas y de ese reduccionismo del oe! oe! oe! y cánticos de similar pelo. Durante un tiempo seguí a un equipo que se llamaba Orientación Marítima, o algo así, por lo poético de un nombre que me recordaba, vagamente, al Motín del Caine y a Chanquete. Hasta ahí mi debilidad, aunque soy del Madrid por Santillana y del Español para fastidiar. Si viviera en Madrid me haría del Rayo Vallecano, por lo mismo, para no caer en el enredo del hincha y el ovillo de los presidentes, mánagers, periodistas (predicadores) deportivos y demás patulea mediática de este colosal circo en el que beben millones de niños que sueñan con ser Ronaldo, Messi o cualquiera de esas estrellas que enseñan sus piernas por los estadios.

La última vez que estuve en un campo fue en el Bernabéu con mi hijo y me pasé todo el partido intentado disatraerle de los millones de insultos, provocaciones, palabrotas que rezumaban los espectadores sin ton ni son. Unas veces porque había sido lo que no era; y el resto, exactamente por lo contrario.


Me acabo de asomar a la tele para ver cómo recibían las hinchadas el himno de España, y como TVE lo ha censurado de una manera, por decir algo suave, tardofranquista, me he pasado a la ETB. Y ha sucedido lo que imaginaba. Una soberana pitada al Rey y a nuestro himno, que no es que me importe gran cosa como tal, pero que me parece totalmente inaceptable como ciudadano español. Me he sentido insultado por los hinchas y menospreciado por la tele pública (cosa nada nueva); lo peor de todo es que en España nunca pasa nad
a y todo se olvidará cuanto griten: ¡¡¡¡Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool!!!!

Po
r eso me importan un bledo el fútbol, los hinchas, la tele tardofranquista que pagamos con nuestros impuestos y la Copa del Rey. (Aunque eso sí; si yo fuera don Juan Carlos se la iba a dar su tía). Afortunadamente ni soy el Rey y ni mucho menos uno de esos imbéciles que chillan y se ciscan en España cuando aspiran a ganar la copa... de España.


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