martes, 7 de abril de 2009

Adiós a la sal de Cádiz y la infinita ternura del arte flamenco

Juan Ramírez Sarabia, Chano Lobato, considerado el mejor intérprete del alma cantaora de Cádiz y un auténtico ídolo de la afición flamenca de La Rioja, falleció la madrugada del lunes en su domicilio de Sevilla tras una larga enfermedad

Juan Ramírez Sarabia, Chano Lobato en los carteles, falleció en la madrugada del lunes a los 82 años tras complicarse la diabetes que le había retirado de los escenarios apenas hace unos meses. El cantaor gaditano, considerado como el mejor intérprete de cuantos han transitado en los últimos años por el increíble acervo del flamenco de aquel rincón de sur, era un verdadero referente del buen hacer sobre los escenarios y un cantaor enciclopédico por su largura al poseer un extraodinario conocimiento de los cantes más inverosímiles.
Pero por encima de todo, Chano Lobato era un ser humano entrañable por la personalidad que imprimía en sus actuaciones, inolvidables cada una de ellas y casi una cita habitual en los Jueves Flamencos del Salón de Columnas. Y es que en Logroño, una de sus plazas preferidas, era querido y respetado como ningún otro por esa ternura suya que se metía en el corazón desde el primer tercio, desde el chasquido inicial de sus dedos para subrayar un compás que en él era puro acento genético, instinto y melancolía: «Siempre me han tratado muy bien en Logroño, incluso haciéndome repetir una semana después. ¿Se puede pedir más?», dijo el maestro en una entrevista. El cantaor, nacido en el barrio de Santa María de Cádiz en 1927, se inició visitando los tablaos de su ciudad natal, principalmente en la Venta La Palma, junto a Aurelio Sellés, Servando Roa y Antonio El Herrero. Tras prodigarse por la baja Andalucía, se trasladó a Madrid, donde gracias a Pepe Blanco realizó su salto al mundo profesional, cantando casi siempre para el baile. De hecho, estuvo enrolado la friolera de 20 años en la compañía de Antonio ‘El Bailarín’ y dobló el mapa mundi durante más de 15 viajes, alguno de ellos en solitario a Japón, donde tiene varias peñas y se cuentan por cientos su seguidores. Sin embargo, a mediados de los noventa la afición y la crítica reconoció su maestría y dio el salto como cantaor en solitario, donde se encaramó en los primeros puestos entre los gustos de la afición que descubrieron en él un flamenco irrepetible.
Cada vez que Chano actuaba en Logroño, el último concierto lo protagonizó el 29 de marzo de 2007, la cita tenía rango de acontecimiento por ser un prodigio de conocimiento, una enciclopedia de palabras mayores que no necesita apurarse para rematar un tercio con uno de esos sabores que ya no se llevan. En el escenario no se daba ni un segundo de tregua y era capaz de arrancarse por siguiriyas a palo seco, como si tal cosa, e inundar el teatro entero con una sutil magia gracias a los vericuetos hasta donde era capaz de trasladar su cante, cada día más redondo, más añejo, más encorajinando o replet0 de ternura, según se tercie. Y es que donde ha llegado Chano, en las cotas de belleza y sentimiento donde se instaló, sólo moraban los genios.

o La foto es de Alfredo Iglesias y está obtenida durante la grabación del programa Jueves Flamencos del 29 de marzo de 2007, en Bodegas Ontañón, de Logroño.

o Conviene, y mucho, leer este artículo firmado por Chapu Apaolaza: El despegue sideral de Chano Lobato: Es lo bueno de vivir como Chano, que uno puede morirse como le da la gana, algo así como aquel que se murió el inglés y cuando le preguntaron si iba a diñar dijo ‘yes’. Y palmó.

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