No parece aventurado afirmar que José Valencia es una aunténtica walkiria wagneriana sobre el escenario; un cantaor dotado con una voz tan poderosa que ni hay escala que se le resista ni cante por el que no transite con singular majeza. Y es que tiene un poderío tal que hay que remontarse a las actuaciones de Paco del Pozo para evocar el disfrute que supone semejante caudal sonoro, cuestión que en esta plaza agrada sobremanera. Y eso lo dejó claro desde el primer momento, desde que se persignó con un martinete en el que él solo fue capaz de llenar todo el escenario con absoluta naturalidad: Valencia es un frenesí como cantaor, una verdadera fiesta para los sentidos que es capaz de dejar suspendido sobre el aire del Salón de Columnas todo el temblor de las grandes siguiriyas gitanas y darse, después, una vuelta por alegrías de Cádiz que fueron un auténtico primor, igual que los tangos tientos mecidos al compás de un guitarrista -Miguel Iglesias-, que toca y templa ese portento catalán, y de Lebrija, con el que recorre ahora el norte de España en esta maravillosa gira de cada invierno. José Valencia lo canta todo, aunque por soleá se sale y en la minera le cuesta todavía romper los tonos por abajo: poco a poco irá domeñando esa voz para aquilatar los ecos bajos en los que el flamenco brota cuando da la sensación de que se mastica, de que se regurgita y se saca con todo el metal que se acumula con la experiencia y la propia vida. Al final, cuando la noche era un éxito redondo, dibujó unas bellísimas bulerías con el compás agradecido del buen toque para rematar la faena con unos taquitos de fandangos que fueron coreados con devoción.o XIII Jueves Flamencos: (Cuarto conciero) Cante: José Valencia; toque: Manuel Iglesias; lugar: Salón de Columnas del Teatro Bretón (lleno); día: Jueves 26 de febrero de 2009. (Crónica publicada en Diario La Rioja).
