lunes, 22 de septiembre de 2008

La mirada triste de Paulita

Salía Paulita de la plaza con un andar abandonado, arrastrando lentamente los pasos y con la mirada queda. Se diría que mientras le caía la injusta bronca en la pechera, se refugiaba en su sino de torero bueno, de torero cadencioso que sin comerlo ni beberlo se encontró con la peor de las incomprensiones, la de un público que no fue capaz de calibrar con la misma equidad al toro bueno ni al malo y que lo mismo gritaba jubiloso tras una gurripina que censuraba o lo que es peor, silenciaba, una faena templada y de regusto como la que el mismo Paulita había dibujado al primero de su lote. Paulita miraba triste y la paradoja es que había toreado hondo, muy hondo a ‘Musiquero’, un cebadagago de bandera que había sembrado el pánico en banderillas y que estuvo a punto de mandar al hule al propio matador aragonés y a dos hombres de su cuadrilla, Fernando Téllez, que se libró de una buena pegado a tablas y al ‘Niño de Santa Rita’, con el que el astado hizo hilo antes de un par y al que casi dejó desmadejado tras pasar por encima de su anatomía como un tsunami. El vestido quedó hecho trizas y el bravo peón se levantó del suelo como si nada, sin apenas mirarse sabiendo que había salido vivo del trance de puro milagro. ‘Musiquero’ se había hecho el amo. Antes, hubo peleado en bravo bravísimo en el primer encuentro con el montado: los riñones tensos como un arco, la cara toda en el peto y el puyazo en la yema. Sin embargo, se fue suelto y se salió sin ambages de los dos siguientes picotazos. En éstas, cuando el miedo se masticaba, comenzó Paulita bajando la mano, exigiendo al toro que fuera bravo, que llegara hasta el final de su embestida en dos tandas en redondo poderosas y cortas. Tomó la pañosa con la izquierda como si aquello fuera un Jandilla y se lo echó a los lomos en un visto y no visto. No se arredró el maño y volvió a la cara del toro con ese ansia de triunfo que trajo a La Ribera. Entonces, cuando el cebada se vio sometido se rajó buscando las tablas y esquivando la pelea. Paulita cuadró, mató por derecho y la plaza toda quedó en silencio. Mejor dicho, quedó rebosada por ese estruendo habitual para que brotara una indiferencia incomprensible. E igualmente incomprensible fue la bronca que se llevó en el quinto, un animal gigantesco e imposible de toda imposiblidad. Y llegó la bronca y la indignación con un torero que se iría momentos después con la mirada triste después de haber toreado hondo, muy hondo. (Artículo publicado hoy en Diario La Rioja; la foto es de Juan Poyatos).

o Plaza de toros de La Ribera, de Logroño, algo menos de tres cuartos de entrada. Toros de Cebada Gago, bien presentados, variados de capa y desiguales de juego. El mejor fue el tercero y el cuarto resulto manejable. En general, mansitos y encastados. Cumplieron en varas. El Fundi: silencio y silencio tras aviso. Paulita: silencio y bronca. Luis Bolívar: silencio en su lote.
Primera corrida de la feria de San Mateo.

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