domingo, 27 de julio de 2008

Diego Urdiales se juega la piel en una hosca corrida de Victorino

Diego Urdiales protagonizó ayer en el coso de Cuatro Caminos de Santander una tarde compleja, dificultosa y dura en la que tuvo que recurrir a todos los argumentos que atesora en su escaso oficio para pechar con dos victorinos casi imposibles, duros de pezuña y muy violentos –como el primero–, o mentiroso y sin recorrido alguno como el sexto, un ejemplar con el que literalmente se jugó el pellejo en la lidia más emocionante de una tarde marcada por el toreo bufo de un Juan José Padilla histriónico, superficial y demagógico y por el escaso juego del encierro enviado por el otrora paleto de Galapagar al ceniciento ruedo cántabro. La tarde no empezó bien para el arnedano: el primer toro de su lote, agalgado y acodado de cuerna, salió con muchos pies y exigiendo una barbaridad en el tercio inicial. Diego voló bien el capote y jugó con soltura los brazos. Las verónicas casi fueron delantales por la forma en la que se vencía en cada lance Musolari, que se llevó un puyazo de nada con el que el diestro riojano cambió precipitadamente el tercio. Esta decisión resultó crucial para el posterior desarrollo de la lidia: el toro apretó en banderillas y empezó a desarrollar sentido y muchos problemas en la brega de Víctor García ‘El Víctor’. Diego, movido por sus enormes deseos de triunfo, brindó el toro a la concurrencia. Sin embargo, desde los muletazos iniciales se vio que la faena no iba a desembocar en el triunfo que el diestro anhelaba. Comenzó en tablas, sacando el toro a los medios y probando las embestidas por ambos pitones. Diego, quizás, se vio desbordado por procurar tan de sopetón el toreo de verdad: muleta adelantada e intentar conducir las embestidas al final. El astado, probón, incierto y peligroso, dejó constancia de las carencias lógicas de un torero que apenas ha toreado, de un matador que se ha aupado a las ferias con las ganaderías más duras y correosas sin más apoyo que el de su desmedida fe, que el de su gran compromiso para alcanzar la meta. Estuvo digno Urdiales con este toro, el más exigente de una desigual corrida que echó dos excelentes para el torero, los corridos en primer y segundo lugar. Sin embargo, el torero riojano, lejos de arredrarse o venirse abajo, salió en el sexto con una decisión recrecida y se jugó literalmente la piel. El animalito pesaba 609 kilos, era grandullón y estaba descolgado de carnes. De hecho, daba la sensación de ser uno de esos toros reviejos que se corren en las calles de Valencia. Pero eso es sólo una suposición porque fue un animal boyancón, de embestidas sucias y que se llevó un excelente puyazo de Manuel Burgos. Y precisamente cuando más cuesta arriba estaba la tarde, afloró la mejor versión del matador riojano: valor, decisión y arrestos suficientes para dejar a las claras dos cosas: que es un torero de verdad que no recurre a falsas estrategias para desarrollar su toreo y que si con el primero no había estado a la altura propia de sus condiciones, ahora la historia se iba a escribir de una forma bien distinta. Nadie daba un duro por el toro, pero Urdiales, para que se sepa, pisó esos terrenos que marcan la diferencia entre el ser y el no ser, esos terrenos que no tienen vuelta atrás e imponer así su verdad a un toro de matadero. El animal reponía una y otra vez y logró envainarle dos muletazos por cada pitón largos y mandones. Al final de la faena, incluso, intentó estirarse al natural a pesar de la nula condición del descastado Victorino. Pinchó dos veces antes de agarrar una estocada de efectos fulminantes. No hubo triunfo, pero el diestro riojano fue capaz de mirar hacia sus adentros y sonsacar lo mejor de sí cuando todo el mundo daba la batalla por perdida.

o 9ª festejo de la Feria de Santander. Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación y de juego variado. Los mejores para el torero los dos primeros. El lote de Urdiales fue manso, complicado y de muy pocas opciones de triunfo. La corrida varió en la tabilla en más de cien kilos de peso. En general, mansos y alguno muy descastado. Juan José Padilla: silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso. Antonio Ferrera: silencio tras aviso en ambos. Diego Urdiales: silencio tras aviso en los dos. Incidencias: tarde nublada, sin viento y de buena temperatura. Plaza de Toros de Santander, casi lleno. Sábado, 26 de junio de 2008. Esta crónica se ha publicado hoy en Diario La Rioja. La foto corresponde a un delantal de Diego Urdiales al primero de su lote y es obra de Francisco Ramírez, de Mundotoro.

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