José Tomás vuelve esta tarde a Madrid, plaza en la que no hacía el paseíllo desde el 13 de junio del año 2002. Regresa un año después de su triunfal reaparición barcelonesa y lo hace con el morbo y la reventa por las nubes. Buena prueba de ello es que Internet está plagado de mensajes en los que se «regala» una entrada para verle si alguien es capaz de desembolsar unos 2.000 euros por dos cedés vírgenes. Las entradas normales se han multiplicado por cincuenta en la reventa y las cotas de expectación han llegado a unos niveles desconocidos. José Tomás conmueve a los espectadores tanto por su tauromaquia como por la absoluta entrega de la que hace gala en cada tarde, de su derroche de valor y, por qué no decirlo, por el morbo instintivo que despierta por su hierático y aparente desprecio hacia las cornadas y las volteretas. Pero José Tomás, tal y como dijo su apoderado Salvador Boix en este periódico, no ha inventado las heridas por asta de toro: «Es un tipo honesto, que cree en lo que hace y que sabe lo que se juega». José Tomás es un torero muy especial que además de estar dotado de un valor impresionante realiza el toreo con extrema pureza: no da toques con la muleta desviado el viaje de los toros hacia afuera, no consiente perder un paso y trata siempre de ejecutar cada suerte con extrema pureza. A eso hay que unir que su figura se ha multiplicado en los años que ha estado retirado y quizás, sin él quererlo, se ha generado en torno a su persona una singular atracción. Además, su negativa a ser televisado provoca que el que quiera verlo tenga que pasar por taquilla y desde que volvió a los ruedos el año pasado ha llenado todas las plazas. Dejó aquí resumido lo que pienso de José Tomás en varios artículos. (La foto es de José Luis Roca/Agence France-Presse y el artículo aparece publicado hoy en Diario La Rioja)o La hondura de José Tomás
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o Del afeitado, mi credibilidad y José Tomás
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