sábado, 15 de marzo de 2008

Cuando el cante roza el alma

Hay días en los que el flamenco sale a tu encuentro, en los que el cante brota con un afán imponente, con una sensibilidad tan oportuna que es capaz de derretir los corazones más duros o derribar las torres más altas. Hay momentos en los que conviene cerrar los ojos, dejarse arrastrar por las sílabas, sentir cómo las notas van penetrando poco a poco por la epidermis hasta alcanzar lentamente o de improviso donde residen los inescrutables cimientos en los que se agarra el alma. Y es que hay días, como el jueves, en los que el cante sorprende y engancha; jornadas memorables en las que aparece una nueva voz que es mucho más que una voz. De hecho, María José Pérez es una cantaora múltiple que se multiplica en cada eco y que se conoce al dedillo todos los rudimentos que hacen del flamenco una técnica indispensable, una sutil armonía de tiempos y espacios, de compases y silencios, de mecánicas rítmicas que se deslizan por el aire del Salón de Columnas como si fueran briznas de viento de un parque en otoño. Pero volvamos a María José, una hermosa criatura de apenas veinte años que es capaz de transportarnos con su eco a todas las geografías del cante sin apenas despeinarse, sin darse importancia, sin atribularse ni cuando decidió prescindir de la megafonía para llegar con su voz, más limpia y cristalina, a cotas de poderío desacostumbradas. ¡Era el flamenco, señores!, parecían mascullar para su camisa los aficionados después de dibujar una caña intensa y preciosa, un bellísimo cante donde se adivinaban con claridad los ecos de Rafael Romero El Gallina, o la granaína, sutil y preciosista al principio y negra y honda después de la fabulosa falseta de un Miguel Ochando que estuvo sencillamente magistral, discreto, repleto de jondura por momentos y siempre, redondo y perfectamente acompasado con la voz de María José. En los toros a ese encuentro entre la muleta/guitarra y la embestida/cante se le denomina temple y los toreros dicen que se nace con el puesto, que no se puede ensayar, que surge porque tiene que surgir y que responde a extraños mecanismos metafísicos, a dictámenes que no es conveniente explicar porque quizás no se pueda y si se puede no conviene. El caso es que esta joven almeriense fue paseando por Andalucía; se detuvo en la Malagueña, que la abandoló y se la jugó por las míticas serranías. También se fue por Cádiz, por cantiñas con aires de la Pepa, por tientos-tangos, por fandangos –el primero bellísimo– y por siguiriyas, donde mostró su raza de cantaora, la dote con la que ha nacido para el mundo del flamenco.

o XII Jueves Flamencos del Salón de Columnas. Quinto concierto (localidades agotadas) Cante: María José Pérez Toque: Miguel Ochando. 13 de marzo de 2008.
(Artículo publicado hoy en Diario La Rioja).

gracias por visitar toroprensa.com

Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

Queda permitida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta bitácora, en cualquier forma o modalidad (Siempre y cuando se cite al autor)